Oponerse, resignarse o aceptarlo. Le contamos cuál es la mejor y cómo llevarla a cabo con éxito.

Por: Raciel Sosa*

Cuando hablamos de un mal jefe no hay que confundirlo con “llevarse mal con su jefe” que puede ser un aspecto meramente relacional.

Un mal jefe es, más bien, alguien que, por ejemplo, abusa de su poder, trata mal a sus empleados, no aporta a su desarrollo profesional, daña su autoestima, lo hace sentir ineficiente, independientemente de que logre o no los resultados. Y, a pesar de ello, lo cierto es que existen personas que tienen el síndrome del masoquista: “Me maltrata, pero le aprendo mucho…”.

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No obstante, estadísticas basadas en encuestas de clima organizacional revelan que el 90 % de los jefes en el mundo empresarial tienen una intención positiva con su gente. Sin embargo, cuando les preguntan a los colaboradores de una organización acerca de su jefe, menos del 30 % percibe esa buena intención.

Esto demuestra que “ser un buen jefe” es más un tema más de conocimiento, de habilidad; es decir, de no saber cómo hacerlo, lo que denota la falta de las competencias requeridas por parte de algunos líderes, “Tengo la intención, pero no sé cómo hacerlo…”

¿Cómo actuar ante un mal jefe?

Como en cualquier situación que externa que puede resultar amenazante, tiene tres opciones:

  1. Resistirse u oponerse: Lo que se traduciría en entrar en conflicto con su jefe. “A mí no me hable de esa manera, no me levante la voz” … Frente a ello, no debemos olvidar la frase: “A todo lo que uno se resiste, persiste”, porque, en automático, el otro también pone resistencia, lo que nos lleva a un conflicto que no tiene fin.
  2. Resignarse: Ahí se encuentran el 80 % de los empleados de una organización. “Es que así es él … siempre grita” … La resignación nos conduce a no hacer nada y subordinarnos totalmente al maltrato de nuestro jefe.
  3. Aceptarlo: No hay que confundirlo con la resignación … “Eres mi jefe y acepto que es tu manera de hablar, que tienes un tono fuerte para decir las cosas” … Pero después, tomando en consideración lo anterior, la pregunta es: ¿Qué puedo hacer yo al respecto?, ¿Qué sí le puedo decir para que entienda cómo me hace sentir y provocar un cambio?

No se resista, no se resigne, acéptelo y vea qué puede hacer frente a este tipo de situaciones, como, por ejemplo, transmitirle a su jefe, de una manera amable y cortés, el sentimiento que su comportamiento provoca en usted o su equipo. Lo que posteriormente el jefe haga con ese mensaje no depende de usted, pero sí transmitírselo.

Como dice el dicho “El diablo sabe a quién se le aparece”; y eso quiere decir que cuando usted tiene un mal jefe, y es un colaborador que, con amabilidad y cortesía, le pone límites, es altamente probable que con usted tenga un comportamiento distinto. Hay que “moverse” a la aceptación y buscar algo que hacer al respecto.

Asimismo, una competencia que tenemos siempre que tener en mente para trabajar con este tipo de personas es la inteligencia emocional. Es decir, la persona que mejor puede lidiar con un mal jefe es aquella que emocionalmente está bien estructurada, lo que le permite buscar una configuración emocional, verbal y de comportamientos para poder hacerlo.

*Experto en Liderazgo del Siglo XXI

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