Con el crecimiento de la clase media los gobiernos nacionales enfrentan otro reto: cómo suplir eficientemente las necesidades de esta población.

A finales de octubre estuvo en Bogotá el Secretario General de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Ocde, José Angel Gurría, acompañado de su equipo de trabajo. El propósito de la visita, la formalización del proceso de adhesión de Colombia a dicha organización.

Durante su estadía, los funcionarios llevaron a cabo varias reuniones con el gobierno y con el sector privado y, en todas, se hizo un gran énfasis en lo que esta organización llama el desarrollo en transición, característico de la América Latina de hoy, así como en la necesidad de enfrentar las trampas del desarrollo que se derivan del mismo.

La Ocde, en su informe “Perspectivas Económicas de América Latina 2019”, señala cómo en la región, pese a que el ingreso nacional ha aumentado en los diferentes países, no ha habido mayores avances en las condiciones de bienestar de la población. Si bien, algunos indicadores mejoraron más de lo esperado dado el crecimiento del PIB, como la esperanza de vida, la cobertura de educación primaria, la vinculación social y la calidad del aire, otros lo hicieron menos rápido.

Como resultado, Latinoamérica se mantiene rezagada en los indicadores claves para el bienestar como son los índices de violencia, desigualdad del ingreso e informalidad.   

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No es por tanto sorprendente que en varios de los países de la región se hayan presentado manifestaciones de insatisfacción, sin que esto signifique, por supuesto, que se justifique la violencia que las acompañó.

Por el lado positivo, los mayores niveles de ingreso se tradujeron en menor pobreza y hoy en la mayoría de países, la clase media supera a la población en pobreza. Al mismo tiempo, sin embargo, este gran logro terminó por imponerle nuevos retos a los países. La creciente clase media aspira y exige mejores servicios e instituciones públicas de mejor calidad, que desafortunadamente, la institucionalidad existente no es capaz de atender. El resultado, una enorme desconfianza de la población en las instituciones.

” Ya no se trata solo de mejorar el ingreso, sino también, el bienestar de la población, con todo lo que esto implica”.

Rosario córdoba garcés.

Colombia, por su parte, no es ajena a esta nueva caracterización del desarrollo. Al igual que en el resto de países de la región, la clase media hoy es mayoría, lo que significa un gran avance, aunque no lo suficiente, para mejorar las condiciones de vida de la gente.  

Ya no se trata solo de mejorar el ingreso, sino también, el bienestar de la población, con todo lo que esto implica. En otras palabras, es concebir el desarrollo desde una perspectiva multidimensional que permita enfrentar los problemas complejos que afectan la productividad, la inclusión y el desarrollo sostenible. La Ocde los describe como trampas del desarrollo, en tanto que el Consejo Privado de Competitividad, CPC, los considera los “intolerables”, porque simplemente no se pueden tolerar más.

Y, aquí, es donde la buena política pública juega un rol esencial. De hecho, este es el foco de la presentación del CPC en el lanzamiento reciente del Informe Nacional de Competitividad 2019 -2020.  Los intolerables planteados por el CPC están relacionados con problemas de las instituciones, la educación, el empleo, el sistema pensional, el comercio exterior, la sostenibilidad ambiental y las brechas entre territorios.

Enfrentar los intolerables a la vez que se priorizan algunas acciones enfocadas en las fuentes de crecimiento de la productividad, el determinante más importante del ingreso y del crecimiento de largo plazo, es el camino hacia la prosperidad.

Por: Rosario Córdoba Garcés
* La autora es ​Presidenta del Consejo Privado de Competitividad.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.