Este martes en horas de la mañana se puso a prueba realmente por primera vez el protocolo para el orden público en manifestaciones, que determinó la alcaldesa de Bogotá Claudia López. En la mañana, la tarea no fue fácil ni para los negociadores del Distrito ni para los estudiantes

“Igual van a llamar a la Policía”, le respondía una estudiante al representante de la Secretaría de Gobierno de Bogotá que intentaba convencer a una parte de los manifestantes de volver a permitir el tráfico en uno de los carriles de la carrera séptima, frente a una universidad.

La escena no parece nueva. Con cada manifestación, los participantes bloquean vías y en algunos casos, los gestores de convivencia logran que después de un rato que por lo menos uno de los carriles sea habilitado.

De lo contrario, como apuntaba la estudiante, y muchas veces sin mediar palabra, la Policía y el ESMAD se hacen presentes para despejar las vías con la fuerza, aturdidoras y gases lacrimógenos.

Recomendado: Paro Nacional vuelve con marchas el 21E

Por ejemplo, en la madrugada del mismo martes se presentaron enfrentamientos entre manifestantes y ESMAD en la avenida Suba, por bloqueos en Transmilenio y en la vía pública.

Esta vez, los gestores logran que los estudiantes interrumpan el tráfico solo por un minuto para pedir a los vehículos que usen su pito para pedir el paso. Y mientras ellos saltan y canta “el que no pite, no pasa”, los gestores se encargan de mantener el espacio del carril y acercase a los conductores a pedirles que hagan caso a la instrucción para lograr pasar.

Luego que el grupo de manifestantes cumple su palabra y vuelve a habilitar el carril, uno de ellos se mantiene en su idea de saltar sobre la vía que debe estar libre y el representante de la Secretaría le toma suavemente de un brazo y lo retira de la zona.

Al preguntarle por su acción, el funcionario responde que “la presión es muy grande, ellos van a estar aquí todo el día y yo debo mantener el tráfico”.

Para lograrlo, cuenta con dos gestores de convivencia y tres agentes de la Secretaría de Movilidad que se encargan desde casi una cuadra antes de empezar a reducir el espacio de los vehículos, de modo que se vaya formando una fila para que pasen por el único carril habilitado y evitar además un accidente.

El agente, que más bien pregunta por qué no se unen más estudiantes para apoyar a sus funcionarios, reconoce que no quisiera tener que llamar a la fuerza disponible de la Policía o al ESMAD para que haga lo de siempre.

Puede interesarle: Las 104 propuestas que el comité del paro le hizo al Gobierno

Y entre la universidad y los estudiantes que bloquean con intermitencia, otro grupo asiste al plantón con algunos letreros, solo hablando con sus amigos, sentados en el borde del andén tejiendo y otros, con gran habilidad, arman un fogón en el asfalto para poner una olla en la que prepararán canelazo con frutas.

Su idea es invitar a los estudiantes a compartir sus alimentos, para que se unan a la manifestación.

Para quienes esperan sentados cerca de la manifestación, es difícil que el Paro Nacional retome las dimensiones que tenía antes de diciembre.

Pero su convocatoria podría aumentar si en lugar de invadir las vías como siempre, se llamara a actividades artísticas como el tejido que algunos hacen mientras esperan que lleguen más personas, o si se programara una jornada de utilizar medios de transporte alternativos, es decir bicicletas, patines o patinetas en lugar de los medios masivos de transporte o los vehículos.

Este martes, en Bogotá, la convocatoria más grande será el cacerolazo desde las cinco de la tarde en la Plaza de Bolívar, que los espera con un cartel gigante que cuelga de la fachada del Capitolio e invita a participar de la Gran Conversación Nacional; el parque de los hippies y cualquier barrio donde se encuentre la gente.

Con una convocatoria que incluye concierto de punk, habrá que esperar el desarrollo de la jornada de la tarde para determinar si funciona como se espera el protocolo antidisturbios de la alcaldesa de Bogotá.