Para emprender hay que aprender a reconciliarse con la parte más perdedora de su personalidad. No todos los casos son de éxito. Una reflexión sobre el tema.

Hablemos en serio, más del 90 % de las personas que comienzan un proyecto después de cinco años fracasan. Así que, y si usted ha estado en entre este selecto porcentaje, como yo, le doy la bienvenida al club de los ‘emperdedores’.

Cada vez que estoy al frente de una columna sobre emprendimiento, me recorre un frío por la médula rogando que no sea otra oda al éxito y a la auto superación. Estas de las que hablan de ¿cómo ser exitoso en 5 pasos?, ¿cómo salir de tu zona de confort y ser feliz?, ¿cómo llegar a ser millonario antes de los 30 años? o lo peor, 5 pasos para ser su propio jefe.

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Me da bochorno la figura egocéntrica y prepotente del supuesto emprendedor exitoso que sale cada tanto en las redes sociales, los medios de comunicación o eventos aplastando el espíritu de un emprendedor incipiente.  

En el 2009 tuve la fortuna de ser parte de Parquesoft Bogotá, y en alguna conversación con el director de ese entonces, Vladimir Guzmán, me recomendó un libro que se llama El libro negro del emprendedor de Fernando Trias de Bes de donde quiero rescatar la siguiente frase:

“Fomentar el espíritu emprendedor no sólo debe perseguir que haya más emprendedores, también hay que asegurarse de que éstos lo sean de más calidad. Animar a emprender a personas que no están preparadas, no es fomentar el espíritu emprendedor, es un ejercicio de irresponsabilidad”.

Se escribe y se habla muy poco del arduo y sinuoso camino que significa emprender. Nos tiene ciegos el brillo de los supuestos emprendedores exitosos y sus elegantes disfraces de ‘tiburones’, el show business que es cada vez más espectáculo y menos negocios, las cifras obscenas que se mueven cuando cierra una ronda de inversión con capital de riesgo para una startup y los ‘expertos’ llenos de papeles de colores pegados en un gran lienzo del modelo de negocio.  Hablemos claro y al punto, emprender significa mucho más que eso.

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No conozco ninguna actividad más desafiante, compleja y exigente que emprender. Es una montaña rusa de emociones en el que un día uno se considera que es el superman de los negocios y al otro día no quiere ni levantarse de la cama.

Donde todos los días debe aprender a lidiar con los problemas que surgen sin entrar en pánico y tener la claridad mental para tomar las mejores decisiones. Para emprender hay que aprender a reconciliarse con la parte más perdedora de usted, mirarla todos los días al espejo y reconocerse con todas sus luces y sombras.

Por eso si toma la decisión de emprender, quiero darle la bienvenida al ‘club de los emperdedores’, sin juzgar, sin criticar y sin señalar. Siéntase en libertad de contar que ha tenido días malos, y que se ha sentido frustrado, que no sabe qué hacer con el flujo de caja de la empresa, ni cómo manejar ese cliente que le paga bien pero a 90 días, que no sabe donde conseguir un abogado o un contador confiable y que llegar a fin de mes para pagar a tiempo la nómina es el mayor reto como emprendedor. 

Trabajemos como en la Odisea de los Giles a construir empresas cada vez más sólidas y responsables con sus grupos de interés, que aporten seriamente a la competitividad del país y que un día miremos hacia atrás y nos veamos a los ojos como una nueva generación de empresarios reconociendo que para emprender también hay que aprender a perder.

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LinkedIn: Gustavo Orjuela
*El autor es Head Of Partnerships and Scouting at Wayra Colombia.

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