Herramientas como los códigos QR, aunque están en tendencia, no son lo que todas las empresas necesitan. Acá le contamos por qué.
A veces siento que mi deber moral como tech enthusiast (término de moda en los perfiles de LinkedIn) es usar lo que salga… motivo por el cual hace un poco más de un año me puse a la tarea de volverme un usuario de todos los neobancos posibles. Aproveché la pérdida de mi “anticuada” tarjeta débito y me negué a reclamar una nueva en mi “sucursal bancaria más cercana”. Abrí Nequi, empecé a usar Rappi Pay, y abrí cuenta en Tpaga (que la verdad nunca usé).
Confieso que la primera vez que pagué con mi celular y con un código QR sentí lo mismo que la primera vez que me monté en una scooter de Grin: una mezcla muy rara entre una sensación primer mundista de que “el futuro es ahora y ahora también es en Colombia”, y una suerte de orgullo latinoamericano digno de un man como yo, que tiene un podcast de emprendimiento en español.
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Sin embargo, en la segunda semana me pasó lo mismo que le pasa a los matrimonios después de los 5 años, y es que ese encanto desapareció.
Con Rappi solo podía pagar en esos locales gomelos con cartelito naranja; en Nequi me dijeron que cualquier datáfono de Redeban tenía la opción de códigos QR, pero los tenderos nunca supieron usarlos (ni siquiera los de Carulla) y varias veces me quedé sin pila, sin poder hacer retiros, ni pagos, ni nada. No saben cuánto extrañé mi tarjetica amarilla con logo de la selección Colombia (con la que además podía pagar el pasaje de TransMilenio).
No cuento esto para desahogarme (la verdad no hay traumas), ni para decir que los códigos QR no funcionan, y mucho menos que no funcionarán. No me atrevo. Solo me gustaría decir que las tendencias globales y las oportunidades locales muchas veces son cosas bien diferentes.
Bold, una idea contraituitiva
Hace una semana publicamos en Empréndete la historia de José Vélez, uno de los cofundadores de Pagos Online (más adelante PayU), que después de 18 años “dándole” a una empresa que se les volvió global, dio el paso a un lado para volver a emprender. ¿en qué? Como es de imaginarse, en otra fintec llamada Bold, que se lanza al mercado en cualquier momento y que tiene como su primer producto un datáfono.
Cuando José, que es un man que yo miro con la misma admiración que muchos verían a J Balvin, me dijo que el primer producto de su neobanco era un datáfono, quedé muy confundido. Sentí como si Reed Hastings (uno de los fundadores de Netflix) me hubiera dicho que su nuevo producto es un mejor lector de DVDs. “Los datáfonos y las tarjetas son el pasado”, pensé. “¿por qué no hacer pagos con el celular como los chinos? Al fin y al cabo ese es el futuro ¿no?”
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José me explicó su punto de vista, ahí entendí: por más globales que soñemos ser, emprendemos, al principio, en un entorno local.
En este video (un fragmento del episodio) José lo explica muy bien, pero si les da pereza verlo, un resumen rápido podría ser este:
- Los mercados de pagos son mercados de dos lados (pagadores y comercios), y para que funcionen necesitan de una masa crítica. Debe haber por lo menos millones de pagadores con un medio de pago y por lo menos cientos de miles de comercios que acepten el mismo medio.
- Las nuevas formas de pagar todavía no tienen esa masa crítica, mientras que hay 50 millones de tarjetas en el mercado y aproximadamente 500.000 comercios que reciben pagos con tarjeta.
- El único país que ha masificado formas de pago como lo son los códigos QR es China. Sin embargo, China es una país particular, ya que los códigos QR llegaron cuando las viejas “autopistas de pagos” todavía no eran muy fuertes, lo cual permitió un salto muy importante (lo que muchos llaman Leapfrog Technologies). El problema es que en países como Colombia esas autopistas están muy maduras.
- En realidad no hay un dolor muy fuerte en los pagos con tarjetas débito y crédito. ( Es fácil decir que todos odiamos hacer fila en los bancos, el papeleo y las llamadas eternas con los call centers, pero no es tan fácil decir que todos odiamos pagar con tarjeta).
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De hecho, es interesante ver que el primer producto de Nubank en Brasil fue una tarjeta de crédito, y no una billetera virtual; y que uno de los productos financieros donde Rappi hizo más ruido, fue un plástico. Tarjetas verticales y con más diseño, pero al fin y al cabo tarjetas.
Con esto, no estoy diciendo que las tarjetas no van a desaparecer eventualmente, lo más probable es que sí. Lo que sí estoy diciendo es que en un entorno como el que acabamos de describir, es mucho más probable crecer rápidamente con un producto que se adapte a la infraestructura que ya está instalada, tanto en términos culturales como técnicos.
Desde mi punto de vista, una forma de darse cuenta de que su idea o su solución podría estar más en el Hype que en la oportunidad, es cuando los datos que usted usa como argumento apuntan más a la inversión (cuantos millones de dólares están levantando estas empresas) que a la adopción (cuantas millones de personas están usando). El uso es, casi siempre, un mejor indicador.
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LinkedIn: Juan Pablo Ramírez
*El autor es cofundador & CEO en Empréndete, un podcast que cuenta historias que educan en emprendimiento y negocios en español. Empréndete trabaja con empresas, universidades y organizaciones que quieran compartir conocimiento, crear audiencias y agregar valor.
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