Elegir entre ser una startup o una empresa de otra naturaleza resulta clave. Los mismos modelos no se adaptan a todos, le contamos cómo determinarlo.
Cuando decidimos hacer empresa, era demasiado tentador querer ser “el próximo Rappi”, el próximo game changer. No lo decíamos muy duro, pero lo sabíamos, nosotros nos dedicamos a entrevistar emprendedores exitosos que habían levantado millones de dólares en inversión y queríamos ser como ellos, y es que ¿quién no?
Recuerdo muy bien nuestro primer pitch a potenciales inversionistas. Recuerdo los nervios, el titubeo, y recuerdo mucho mejor el momento en el que después de presentar nuestras proyecciones de
crecimiento en un excel, nos dijo “ustedes no están siendo lo suficientemente ambiciosos”.
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Fake it until you make it. Había que soñar con la luna, había que soñar cosas imposibles y después encontrar la forma de lograrlas. La verdad es que esa frase casi nos lleva a la quiebra.
Así pasaron casi dos años, y el mantra era uno solo: “necesitamos un modelo de negocio exponencial,
escalable”. A uno de mis socios se le paralizó la mitad de la cara del estrés, todos los lunes veíamos que la curva no se paraba y la angustia era muy difícil de manejar. Pasamos de hacer cursos, a un servicio de podcasts premium, e incluso estuvimos unos meses construyendo “el Netflix del audio”. En resumen, no lo logramos.
“Al final, lo único que quiere decir la valoración de las startups es que al menos una persona estuvo dispuesta a comprar acciones de acuerdo a ese valor”.
En el camino cometimos muchos errores propios de la inexperiencia, pero otros, los más graves, fueron
propios de una motivación incorrecta. Estábamos demasiado obsesionados queriendo ser una startup.
Lo que hacemos hoy no es ni escalable ni exponencial, pero es importante. Hacemos podcasts “a la
medida”, crecemos en línea recta, pero crecemos. Personalmente, nunca en mi vida había estado tan
satisfecho como emprendedor. Para esto, solo fue necesaria una cosa: entender que no es necesario
ser una startup.
Startups vs. ‘empresas de estilo de vida’
Para dar un poco de contexto, los gringos partieron el “mundo emprendedor” en dos.
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A un lado, están las startups. Empresas que usan la tecnología para crear modelos de negocio muy
rentables y de crecimiento muy acelerado, que normalmente crecen a punta de inversión, que llegan
muy rápidamente a valoraciones enormes y donde lo más importante es la velocidad.
Al otro lado, están las empresas “de estilo de vida”. Algunos dirían que estas son las “empresas
normales”, esas que normalmente no buscan inversión, que tienen modelos de negocio más
tradicionales y crecimientos conservadores.
“Crear una startup no necesariamente te va a llevar más lejos, solo te va a llevar más rápido a cambio de más riesgo”.
Claro, esto nadie lo dice explícitamente, pero en el aire hay una idea muy peligrosa de que el único
camino loable es el primero. “Si no levantas millones, si no creces en factores (2X, 5X, 10X) y si no
revolucionas una industria, ¿de qué vale el esfuerzo?”
Para mí, esta es una idea desafortunada, pero sobre todo, muy alejada de la verdad. Explico por qué.
Una empresa no demuestra su valor por el dinero que levanta, sino por la solidez de su negocio
No hay nada más “noticiable” en la prensa emprendedora que la inversión. “X empresa levanta Y
millones de dólares y alcanza una valoración de Z.
Al final, lo único que quiere decir la valoración de las startups es que al menos una persona estuvo
dispuesta a comprar acciones de acuerdo a ese valor.
En noviembre de 2018 WeWork tenía una valuación de 20 billones de dólares. Sin embargo, solo unos
días después, cuando recibieron la primera inversión por parte de SoftBank (5 billones de dólares), la valoración de la empresa pasó en días de 20 a 47 billones. La empresa era la misma ¿qué cambió? simplemente alguien estuvo dispuesto a pagar más por ella.
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Claro, la inversión en startups se ha profesionalizado un montón y por eso el problema no es la
valoración, ni el proceso. El problema es que, de repente, hay emprendedores más preocupados por “ser un unicornio” que por ser una empresa rentable con pies y cabeza.
La única forma de ser enormes, de tener mucho impacto (y si se quiere, de “cambiar el mundo”) no es haciendo una startup
Las empresas, sin importar su naturaleza, se rigen por las mismas fuerzas del mercado y de la
economía. Todas tienen que crear una marca, atraer talento, y ser rentables. En ese sentido, las startups y las “empresas tradicionales” tienen éxito por las mismas razones. La única diferencia es la velocidad.
Crear una startup no necesariamente te va a llevar más lejos, solo te va a llevar más rápido a cambio de más riesgo.
Quiero ser claro. Este no es un artículo en contra de “crear startups”. Ver cómo el ecosistema de
emprendimiento y de inversión se fortalece es algo que me entusiasma, es sin duda, algo importante para el país. De ninguna manera pretendo que el lector desista de querer ser el próximo Rappi, pero quiero recordar que eso no es lo único que hay.
Todavía hay un montón de oportunidades análogas, de multinacionales “tradicionales” muy exitosas por
crear.
Contacto
LinkedIn: Juan Pablo Ramírez
*El autor es cofundador & CEO en Empréndete, un podcast que cuenta historias que educan en emprendimiento y negocios en español. Empréndete trabaja con empresas, universidades y organizaciones que quieran compartir conocimiento, crear audiencias y agregar valor.
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