El regreso a la normalidad, una vez superada la fase más dura de la crisis, será paulatino y nos enfrentaremos a una nueva cotidianidad.
Los líderes del mundo occidental, siguiendo el oportuno ejemplo de Emmanuel Macron, han logrado insertar en la opinión pública la idea de que la lucha contra el Covid-19 es una guerra. Con ello se ha logrado dar un marco de referencia sobre la gravedad del virus. Las ideas de muerte, caos, escasez, e incertidumbre son claramente representadas por las imágenes de la guerra. Esto ha sido tremendamente efectivo para movilizar a la población y garantizar exitosamente las medidas de aislamiento necesarias.
Con este referente en el imaginario colectivo, la opinión pública parece esperar un final puntual a la crisis del Covid-19, tal como sucedió con las grandes guerras en Europa Occidental durante el siglo XX. En este final, saldremos todos a las calles a celebrar. Habrá baile, abrazos y besos apasionados. Seremos felices de nuevo y nuestras vidas volverán a donde las dejamos meses atrás.
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Lastimosamente, lo más probable es que la realidad diste bastante de esa esperanza. Con mucha seguridad, el regreso a la normalidad será un proceso paulatino y la nueva normalidad, a la que eventualmente llegaremos, será una diferente a la normalidad previa.
Para empezar, las medidas de aislamiento no desaparecerán de un día para otro. Esto es claro ya con los casos de países que han suavizado la curva de contagio. En ausencia de una vacuna, la amenaza del virus no desaparecerá en el futuro cercano.
Así, las medidas de aislamiento social se relajarán de a poco y la población, de forma autónoma, seguirá evitando lugares públicos y largos desplazamientos. Así, seguiremos en un mundo que funciona a media máquina, donde el miedo será permanente. Dicho miedo, sumado a la prolongación de las medidas de aislamiento social, bastarán para mantener a la economía en una larga y profunda recesión económica.
Lastimosamente, incluso si se logra desarrollar y proveer masivamente una vacuna en los próximos meses, mi pronóstico es que la intensidad y prolongación del choque habrá sido tal para aquel momento, que tomará años en regresarse a los niveles de actividad económica previos a la crisis.
Esta es una idea cuestionable, muchos piensan que tal como sucedió luego de la Primera o Segunda Guerra Mundial, lo que vendrá serán episodios de crecimiento acelerado. A mi parecer, esto no sucederá por dos elementos que diferencian fundamentalmente este choque del de aquellas guerras: la no destrucción de capital físico y el impacto global del virus.
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Primero, durante esta pandemia no ha habido destrucción de capital físico. Los milagros económicos de las posguerras fueron, en buena medida, resultado de reconstruir el capital existente antes de la guerra. En un contexto con muy poco capital, generarlo es excepcionalmente rentable. Ese fue el gran motor de la recuperación económica después de ambas guerras mundiales. En el contexto actual, el capital existente luego de la crisis será más que suficiente para la demanda agregada de una población mundial más pobre.
Segundo, aquel crecimiento de las posguerras basado en la reconstrucción del capital físico se soportó en los excedentes de capital financiero de lugares que habían escapado del choque, fundamentalmente en ahorro de EE. UU.
En el caso actual, no habrá sociedad alguna que escape cómodamente del choque. Todos y cada uno de los países del planeta van a necesitar estímulos para financiar una reactivación económica exitosa, en un contexto en el que se está destruyendo riqueza a una velocidad nunca antes vista. Así, no me parece muy claro quién va a soportar un potencial plan de reactivación global.
El aumento de liquidez a partir de política monetaria es la respuesta que muchos ven. No obstante, este también tiene límites. Las trampas de liquidez son reales y han solido presentarse en contextos justamente como los actuales, donde se pretende reactivar, con inyecciones monetarias, economías con altos niveles de capital físico per cápita, tal como el Japón de los 90’s o la Europa poscrisis griega.
Así las cosas, la analogía de la guerra posiblemente se quede corta para describir esta crisis, puesto que comparte muchas de las tragedias que se viven durante su transcurso, pero pocas de las dichas que vienen con su fin.
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LinkedIn: Javier Mejía Cubillos
*El autor es Asociado postdoctoral en la división de Ciencias Sociales de la Universidad de Nueva York- Abu Dhabi. Ph.D. en Economía de la Universidad de Los Andes. Investigador de la Universidad de Burdeos e investigador visitante en la Universidad de Standford.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.