Ante la imposibilidad de adaptarnos gradualmente a estos cambios, individuos y organizaciones han quedado expuestos a ser víctimas de potenciales atacantes que buscan sacar provecho de la coyuntura:

Una tarde, hace más de un mes, regresé a casa después del trabajo y desde entonces no he vuelto a salir. La novedad de este acontecimiento, que nos ha igualado a millones de personas en el encierro, no es el cambio acelerado, al que ya estábamos acostumbrados, sino lo abrupto del cambio. La cuarentena nos regresó a una dinámica de la que el mundo llevaba por los menos 40 años alejándose, nos regresó a la rutina familiar en casa, a las costumbres y a la convivencia cercana 24 horas al día, 7 días a la semana.

Frente a este hecho, la vida cotidiana, de un sector representativo de la sociedad, se ha visto alterada ―principalmente― en los siguientes aspectos:

  • replanteamiento de nuestros hábitos de convivencia: el saludo de mano ha desaparecido y mantener una sana distancia se ha vuelto la norma.
  • trabajo remoto con tasas que habría sido imposible imaginar antes de la pandemia: las herramientas que permiten la colaboración a distancia han registrado una demanda por encima del 200%.
  • aumento en el uso de canales digitales o tarjetas de crédito al momento de adquirir bienes y servicios: el uso de efectivo ha disminuido alrededor de un 50%.
  • plataformas virtuales remplazando las clases presenciales como método para dar continuidad a la educación escolar.
  • la disposición a ser monitoreados ha ganado terreno en aras de incrementar nuestra seguridad y evitar la propagación del virus.

Ante la imposibilidad de adaptarnos gradualmente a estos cambios, individuos y organizaciones han quedado expuestos a ser víctimas de potenciales atacantes que buscan sacar provecho de la coyuntura:

  • de la mano con el distanciamiento social, los índices de soledad en nuestra sociedad aumentaran ante la falta de contacto social. Dejándolos a la gente vulnerable a estafas a través de correo electrónico o páginas y aplicaciones de citas. Un modelo antiguo que consiste en seducir a la víctima hasta enamorarla para luego saquear sus finanzas.
  • el trabajo remoto conlleva innegables riesgos en cuanto al control de acceso que los colaboradores tienen desde sus casas a la red de sus organizaciones, acceso que normalmente carecen de la seguridad necesaria y pone en riesgo la red completa de la organización que pocas veces tiene una segmentación adecuada que establezca vínculos seguros entre sus recursos.
  • comprar en línea y realizar transferencias digitales, abre la puerta a que los usuarios (en especial aquellos que debido a la brecha digital no han tenido acceso a estos servicios) entreguen información de sus cuentas en un portal clonado y dedicado a extraer la información de los usuarios que confían a ciegas en estar navegando en un sitio legítimo.
  • las plataformas virtuales que se están utilizando para preservar el sistema escolarizado, han demostrado su alto nivel de vulnerabilidad no solo en cuanto al robo de información, sino también exponiendo a los estudiantes a recursos inadecuados o permitiendo la grabación no autorizada de las llamadas.
  • por último, monitorear el movimiento de cada sujeto, demanda la construcción de un nuevo paradigma de seguridad que sea garante de la privacidad de los ciudadanos al tiempo que establezca un control que contribuya a la salud de la población.

El día de mañana. Cuando la pandemia sea controlada y se levante la cuarentena, el problema será otro; retomar nuestros hábitos fuera de casa y junto a ellos retomar las practicas que nos permitan asegurar nuestras conexiones y recursos digitales en la esfera pública.

Por: Carlos Bortoni*

¨*El autor es Business Development Manager de AppGate.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes.