El mundo del deporte también ha manifestado, de manera enfática y con razón, su rechazo ante la discriminación.

El mundo está incendiado por una lucha centenaria y que hoy suena más absurda que nunca, la discriminación racial. Este es sin duda el gran virus que sigue azotando al mundo entero por encima de cualquier pandemia, como ya lo han dicho varios medios y líderes de opinión.

Políticos, dirigentes mundiales, celebridades del espectáculo, activistas, empresas y marcas se han solidarizado tras el brutal asesinato en Minnesota del afroamericano George Floyd a manos del policía blanco, Derek Chauvin.

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Las redes sociales se vistieron de negro y los perfiles de medios de comunicación, multinacionales, organizaciones globales y millones de personas de todas las nacionalidades y razas se transformaron en una unánime voz de rechazo ante estos abusos y el excesivo uso de la violencia.

El mundo del deporte no solo se ha manifestado de manera contundente y visible, sino que con toda la autoridad ha manifestado su cansancio e impotencia ante años y años de lucha racial. Porque ningún otro sector de la sociedad, de manera tan enfática ha tenido una presencia tan fuerte, y exitosa, de población negra como el deporte.

Hay que decirlo duro y fuerte: el deporte en su máxima expresión y en su nivel más alto de excelencia no podría ser lo que es hoy sin los atletas negros. Muchas de las grandes leyendas del deporte son y han sido de raza negra. La historia no podría escribirse, por ejemplo, sin Jesse Owens, atleta quien se convirtió en leyenda al colgarse cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 y quien protagonizó una de las historias que más ha dado de qué hablar por el supuesto desafío que tuvo ante Hitler en aquellas justas.

Unas versiones dicen que el Führer le negó el saludo, otras que existe una foto de ellos estrechando la mano. En cualquier caso, en unos juegos diseñados como un evento de propaganda nazi, un atleta negro tuvo la insolencia de enfrentar al nefasto líder mundial que en los años posteriores puso de rodillas a medio Europa.

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Y de ahí en adelante la historia del deporte ha estado impresa en grandes letras negras. Muhammad Alí, considerado por muchos el mejor boxeador de todos los tiempos, no solo marcó una era sobre el cuadrilátero, sino que su poder lo llevó a emprender una férrea lucha contra el racismo, ya sin los guantes puestos.

En entrevista dada a la BBC en 1971 reflexionaba sobre el imaginario de lo blanco y de lo negro y de los conceptos morales asociados: “La torta del ángel es blanca y la del diablo es un pastel de chocolate. Le preguntaba a mi mamá por qué era todo blanco. Siempre me preguntaba cómo hasta el presidente vivía en la Casa Blanca. Veía que Mary tenía una oveja blanca como la nieve. Absolutamente todo es blanco. Santa Claus es blanco. Y todo lo malo es negro. El patito feo es negro. Si el gato es negro, es malo y es de mala suerte. Si te amenazan es un blackmail. ¿Por qué no llamarlo whitemail, si ellos mienten también?” preguntas que hoy, casi 50 años después, están más vigentes que nunca.

¿Alguien podría imaginar la historia del fútbol sin el rey Pelé? ¿Sin la sangre negra de Tostao, Carlos Alberto, Ronaldinho, Cafú o Rivaldo? ¿El fútbol portugués sería lo mismo sin Eusebio, la “Pantera Negra”? ¿Alguno cree que Francia hubiera ganado el Mundial de 1998 sin Marcel Desailly, Lilian Thuram, Christian Karambeu, Patrick Viera o el gran Thierry Henry? ¿El fútbol colombiano hoy tendría el respeto internacional que tiene sin Francisco Maturana?

El balompié sin duda no existiría como el fenómeno de masas que es hoy sin los jugadores negros, sin su fortaleza, velocidad, magia, talento y potencia.

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Y más allá del fútbol son muchos los deportistas quienes han marcado un antes y un después en todos los rincones del planeta. No me alcanza esta columna para hablar de lo conseguido por los cientos de atletas de raza negra que han batido récords, se han colgado medallas, han cantado himnos y celebrado una y otra vez sus victorias por encima del color de la piel.

En el deporte gana quien es el mejor, quien anota más, quien llega primero, quien es más fuerte, quien tiene un mejor desempeño, quien lo soportó, lo aguantó, lo superó… nada más. Althea Gibson, Serena Williams, Arthur Ashe, Tim Duncan, Michael Jordan, Lebron James, Kobe Bryant, Shaquille O`Neal, “Magic” Johnson, Derek Jeter, Walter Payton, Tiger Woods, Lewis Hamilton, Mo Farah, Usain Bolt, Simone Biles, Catherine Ibargüen… y la lista continúa.

Colin Kaepernick, mariscal de campo de los 49ers, se convirtió en la imagen de la lucha contra la segregación racial en Estados Unidos al apoyarse en su rodilla derecha durante el himno nacional en los actos protocolarios previos a un partido de la NFL en septiembre de 2016. Y aunque su carrera profesional llegó a su fin con este gesto, su nombre quedó grabado para siempre.

Hoy la imagen de Kaepernick está siendo emulada como un símbolo de protesta e indignación mundial por deportistas de todo el mundo, en todos los campos una y otra vez, incluidos los jugadores de la Bundesliga y los miembros del actual campeón de la Champions League, el Liverpool de Inglaterra. Todos apoyados en una rodilla, silenciosa, símbolo de un grito herido, de una súplica ahogada, como la de Floyd quien con una rodilla en el cuello clamó por unos segundos piedad por su vida.

Carolina Jaramillo Seligmann
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*La autora es fundadora de Score Sports, compañía consultora de marketing deportivo.

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