En los últimos 40 años, no ha habido un momento de mayor escepticismo acerca de las virtudes de los mercados que el actual. ¿Por qué ocurre esto?
En los últimos 40 años, no ha habido un momento de mayor escepticismo acerca de las virtudes de los mercados que el actual. También es el momento con mayor confianza en la bondad de la intervención estatal en, al menos, una generación. Esto es cierto a lo largo y ancho del mundo, tanto en la opinión pública, como en los círculos de académicos y hacedores de política.
Se trata de un cambio profundo que, sin embargo, no debería sorprender a nadie. En realidad, coincide con la regularidad empírica más robusta de la historia intelectual: el carácter cíclico de la popularidad de las ideas. Ningún conjunto de ideas ha sido dominante por siempre. Las ideas dominantes, eventualmente, pasan de moda y son reemplazadas por ideas previamente marginales.
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Este proceso, que se ha articulado de muchas formas en diferentes tradicionales filosóficas, tiene una lógica relativamente sencilla. Su principio fundamental es que, una vez populares, las ideas se hacen difíciles de cuestionar. Esto lleva a un creciente malestar en círculos que se marginalizan, los cuales, con el tiempo, van consolidando ideas alternativas.
Paralelamente, la falta de cuestionamientos restringe la capacidad de las ideas dominantes para adaptarse a nuevos contextos. En cierto momento, la brecha entre la coyuntura y las ideas dominantes es tan grande que la opinión pública pasa a rechazarlas. Las ideas alternativas son acogidas, se vuelven dominantes y, eventualmente, entran en un proceso de decadencia equivalente al de las ideas que reemplazaron.
De esta forma, las ideas pro-mercado, luego de dominar por varias décadas, están hoy en de decadencia. No parecen muy convenientes en un mundo con creciente desigualdad y retos globales como el cambio climático. Sin embargo, esta no es la primera vez que las ideas pro-mercado han decaído. Procesos muy similares se vivieron en el mundo occidental en las décadas de 1950, 1910 y 1880 (por no ir más atrás).
Así, quizá más interesante que pensar por qué han decaído, es preguntarse cómo es que han resurgido luego de parecer destruidas una y otra vez. La respuesta es simple, hay mucha verdad en que los mercados son útiles para coordinar la sociedad y en que la intervención estatal tiene profundos riesgos y limitaciones.
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Esta última es una afirmación polémica en la actualidad. Ha hecho carrera la idea de que la más reciente expansión de las ideas pro-mercado en los 80’s y 90’s (neoliberalismo, como algunos prefieren llamarla) fue producto de los intereses de las grandes corporaciones y que se sostuvo a pesar de la oposición de las masas. Esto parece olvidar que el ascenso del neoliberalismo tuvo mucho que ver con el deterioro de las políticas intervencionistas en los 70’s y comienzos de los 80’s.
La reducción en las tasas de crecimiento, los altos niveles de inflación y desempleo, la ineficiencia de burocracias oficiales gigantes, los privilegios de ciertos de grupos sindicales, y la baja calidad de los servicios controlados por los Estados no fueron inventos de grupos de millonarios que querían expandir sus áreas de influencia.
Fueron problemas reales y prevalentes en buena parte del mundo. Problemas que afectaban predominantemente a las masas y que estaban en la cima de las preocupaciones de la opinión pública. El “invierno del descontento” en el Reino Unido y la muy baja popularidad del gobierno Carter en EE. UU. fueron claras señales de este inconformismo.
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Tener en cuenta esto es fundamental para evitar entrar en un eterno retorno, en el que volvamos a vivir una y otra vez los mismos problemas del pasado. Las revoluciones intelectuales no deben ser en vano.
Debemos afrontar estos aíres de cambio, no como una oportunidad para destruir por completo las ideas existentes, sino para identificar los avances y reflexionar sobre el tipo de reformas que garanticen evitar los problemas a los que buscaba responder la revolución previa. Si esto no sucede, con toda seguridad el neoliberalismo retornará más fuerte y radical que nunca.
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LinkedIn: Javier Mejía Cubillos
*El autor es Asociado postdoctoral en la división de Ciencias Sociales de la Universidad de Nueva York- Abu Dhabi. Ph.D. en Economía de la Universidad de Los Andes. Investigador de la Universidad de Burdeos e investigador visitante en la Universidad de Standford.
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