El sector inmobiliario, especialmente el empresarial, ha sufrido grandes tropiezos por cuenta del cierre de centros comerciales y oficinas.
La discusión sobre el impacto sectorial de la actual crisis se ha concentrado en los servicios presenciales, particularmente, en la restauración y el turismo. Es claro que el Covid-19 ha sido un cataclismo para ellos. Sin embargo, en la medida en la que la crisis se transmite al resto de la economía, es importante prestar atención a otros sectores que empiezan a verse tanto o más afectados. A mi parecer, donde quizá debamos esperar una más profunda y prolongada contracción es en el sector inmobiliario y la construcción.
Para entender por qué, considérese que el sector, a parte de las obras públicas, tiene dos segmentos fundamentales, el empresarial y el residencial. El empresarial tiene, a su vez, dos grandes componentes: las unidades comerciales y las oficinas.
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El componente de unidades comerciales—locales para restaurantes, tiendas, etc.—claramente se ha afectado por el virus. El sector de servicios presenciales se lo ha llevado consigo en su colapso. El cierre sistemático de establecimientos, generado por las cuarentenas, han disparado las tasas de vacancia en las zonas comerciales de todas las grandes ciudades del mundo.
El principal problema con el negocio de inmobiliario comercial está en sus limitaciones para adaptarse al cambio estructural de la economía. Es decir, en el corto plazo, su demanda tiene pocos sustitutos. Así, aunque los servicios digitales pueden compensar buena parte del choque al agregado de la economía, estos no son una fuente de demanda para locales comerciales. Por tanto, este negocio puede seguir deprimido por meses, incluso en una economía en recuperación, adaptada al mundo post-Covid.
El segundo componente del sector empresarial son los edificios de oficinas. Este, aunque menos vulnerable a las consecuencias de las cuarentenas, enfrenta riesgos más duraderos. Estos riesgos vienen de los cambios en las dinámicas de trabajo, principalmente, de la consolidación del teletrabajo. Por ejemplo, empresas referentes en cultura corporativa como Twitter y Facebook han afirmado que continuarán acogiendo el teletrabajo, incluso luego de superado el virus.
Esto implicará una reducción sostenida en la demanda por espacios de oficinas en los años venideros, incluso de parte de los sectores que han prosperado durante la pandemia, como el sector tecnológico. El colapso, en el segundo semestre del año, del número de suscriptores de WeWork y otras compañías de coworking ilustran que la caída en la demanda ya empieza a sentirse en el sector.
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Finalmente, el panorama para el segmento residencial tampoco parece muy promisorio. Aunque las personas están pasando más tiempo en sus hogares, la destrucción de empleo y la reducción en la confianza sobre el futuro de la economía afectará, eventualmente, la demanda por viviendas.
Esto podrá tomar algo de tiempo. La compra de vivienda es, para la mayor parte de familias, la decisión económica más importante de sus vidas. Esto las hace menos dispuestas a cancelarla en el corto plazo, pero mucho más propensas a aplazarla en el largo plazo. Por esta razón, es natural observar datos positivos en la compra de vivienda durante la pandemia.
Sin embargo, estas no deben interpretarse como señal de robustez en el sector, sino como parte de su natural reacción rezagada ante choques agregados. Así, aunque el segmento de vivienda puede ser inmune a la pandemia, definitivamente no lo es a la crisis económica que ésta conlleva.
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Para terminar, quisiera señalar que no todo es oscuro para la construcción y la finca raíz. Es de esperarse que estos sectores sean los que más se beneficien de la política de reactivación económica. Las bajas tasas de interés, las cuales persistirán por años, serán fundamentales para fomentar una actividad que reposa profundamente en el crédito.
De otro lado, el gasto fiscal de los programas de recuperación estará dirigido intensamente a la ampliación y mejora de infraestructura, lo cual es un gran potencial para la línea de obras civiles de las constructoras. Esto podría permitirles sobrellevar la crisis y jalonar algunas de las otras actividades del sector. Sin embargo, en ningún caso, estos estímulos podrán compensar por completo los efectos en la caída de la demanda producto de la recesión que comenzamos.
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LinkedIn: Javier Mejía Cubillos
*El autor es Asociado postdoctoral en la división de Ciencias Sociales de la Universidad de Nueva York- Abu Dhabi. Ph.D. en Economía de la Universidad de Los Andes. Investigador de la Universidad de Burdeos e investigador visitante en la Universidad de Standford.
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