"En medio del riesgo, ¿qué tenemos en cuenta para decidir la asignación de recursos?”
Por: Catherine Pereira Villa*
El cambio es lo más perenne de la experiencia humana. Lo interesante de este tiempo de Covid-19 es que el manejo del riesgo no solo es un tema para tratar en mercados financieros, por inversionistas y grandes empresas, sino que también es un asunto de autoridades locales, pequeños empresarios y la sociedad civil. Todos estos actores tienen la posibilidad tanto de identificar, interpretar y reaccionar a la crisis, como de asumir las oportunidades que ofrece.
El reto que para todos plantea la contingencia es por supuesto, superarla. Para ello, y aunque hoy es común hablar de la necesidad de desarrollar competencias digitales, yo sugiero que el nuevo ‘alfabetismo’ sea el desarrollo de las competencias para el manejo del riesgo.
La propuesta parte de comprender que, aunque retador, una cosa es aprender a usar la tecnología, y otra muy distinta el desarrollar las habilidades blandas que se requieren para administrar las emociones y la motivación en medio de aciertos y desaciertos en un contexto de incertidumbre.
En este sentido, lo primero a considerar es que las situaciones críticas dependen de cómo se asuman, no son normales ni rutinarias, y requieren de respuestas. Las consecuencias de lo que hagamos en medio del riesgo determinarán la ‘nueva normalidad’ que emergerá. Y sugiero que es allí donde está la oportunidad que tenemos, y es asignar los recursos de que disponemos para solucionar problemas.
Cada persona y organización utilizará tácticas distintas para lograr soluciones, pero todos compartiremos la necesidad de manejar las angustias y alimentar la motivación para superar las dificultades propias, y las de emprendedores, negocios pequeños y medianos cuya importancia es palpable en el mundo entero por su efecto multiplicador, y por su contribución al sostenimiento de gran parte de la población mundial.
Pero, en medio del riesgo ¿qué podemos tener en cuenta para decidir la asignación de los recursos que tenemos?
Sugiero tres cosas: por un lado, enfocarse en tener la mejor información posible, que, aunque incompleta, está más disponible que nunca dado el mayor acceso público a la experiencia de otros, el conocimiento y la ciencia. Por otra parte, considerar variables que antes parecían secundarias pero que en plena pandemia se han transformado en críticas para nuestras actividades. Adicionalmente, y tal vez lo más importante, es definir aquello que queremos lograr, junto con su grado de importancia y los indicadores para medirlo. En este último ámbito son fundamentales las emociones y la motivación, porque siempre hay controversias en la asignación de recursos, especialmente cuando con el correr de los días empezamos a identificar aquello en lo que hemos acertado y en lo que no.
Las competencias mencionadas para el manejo del riesgo serán esenciales para grandes empresas, pequeños y medianos empresarios, y sector solidario en la asignación de recursos para responder, entre otros: ¿qué actividades se pueden rediseñar y hacer sostenibles a la luz de un consumidor mucho más resiliente, adaptable y precavido a la hora de comprar y endeudarse?, ¿cómo modificar el modelo de negocio para que funcione?, y que indicadores de gestión deben ser prioritarios en el sector?
Si no se responden estas preguntas, las organizaciones de las que hacemos parte serán presa de la merma en el consumo y la producción, con una caída insostenible del empleo y un aumento de la pobreza. Frente a este panorama, el nuevo ‘alfabetismo’ del manejo del riesgo es lo requeriremos las personas y las organizaciones, para poder solucionar problemas.
La autora es decana Escuela Internacional de Ciencias Económicas y Administrativas – Universidad de La Sabana