Aunque tardaremos años en determinar el costo total del impacto del Covid-19, los impactos positivos también son bastantes y se ubican en los aparatos productivos e instituciones de todo el mundo.
El Covid-19 ha sido una completa tragedia. Nos tomará décadas estimar la totalidad de los costos que éste ha traído a la humanidad. Sin embargo, no todos sus impactos han sido negativos, y aunque sobresalen mucho menos, los impactos positivos podrían llegar a ser más duraderos.
No hablaré de las revelaciones personales que suelen venir con crisis como ésta. En los últimos meses, muchos han aprendido a valorar más las cosas simples de la vida y a apreciar más a las personas que los rodean. Estos son maravillosos impactos positivos del Covid. No obstante, los dejaré de lado y hablaré de otro tipo de cosas buenas que vinieron con el virus. Hablaré de las adaptaciones que el virus ha generado en los aparatos productivos y las instituciones de prácticamente todo el mundo.
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Para empezar, diría que el sector privado ha ganado flexibilidad, eficiencia, y precaución. Piénsese en la generalizada adopción del teletrabajo. Esta implicó reformas organizacionales profundas en muchos sectores, muchas de las cuales eran tecnológicamente viables hace años, pero que las inercias de la cultura corporativa habían impedido.
Aunque los costos del teletrabajo son más altos de lo que se suele creer, las ganancias en eficiencia de relaciones laborales más flexibles son gigantescas y, en el agregado, harán a las economías bastante más productivas en el futuro.
En esta misma línea, ha habido un impulso a actividades con grandes externalidades positivas, las cuales, bajo los incentivos y restricciones del mundo pre-Covid, habrían tomado décadas en avanzar lo que han avanzado en estos últimos meses. Entre estas actividades resaltaría la expansión de los productos de bioseguridad y los servicios electrónicos.
Una amplia oferta de estas actividades contribuirá a la expansión y consolidación de otros sectores. Piénsese en la expansión de las finanzas digitales y su impacto en el acceso al crédito para capitales de alto riesgo y comunidades marginadas espacial o socialmente.
En segundo lugar, creo que el sector público también ha aprendido mucho durante la pandemia. La urgencia de la crisis llevó a los gobiernos de todo el mundo a desarrollar o perfeccionar herramientas que serán muy útiles a la hora de enfrentar otros choques. Por ejemplo, la expansión de los sistemas de transferencias monetarias para compensar la caída de ingresos producto de las cuarentenas son una infraestructura poderosísima sobre la que se podrán implementar políticas de reactivación económica durante futuras recesiones.
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Finalmente, la pandemia también ha traído importantes lecciones para la opinión pública. Quizá la más importante es el reconocimiento de que los choques globales existen y que es necesario generar mecanismos para protegerse de ellos.
Dentro de esta lección está el haber aprendido que una completa dependencia del mercado internacional es riesgosa, y que cierto nivel de autosuficiencia en sectores claves no es populismo barato, sino precaución moderada frente a eventos poco probables, pero profundamente dañinos. Esto, por supuesto, trae consigo los peligros de caer en localismos que destruyan las maravillas que permite la globalización.
Sin embargo, es una posición más madura y reflexiva ante nuestra realidad; una realidad estocástica donde los riesgos escalan, fácilmente, en la medida en la que la interconexión del mundo aumenta. Esta posición será indispensable a la hora de consolidar un sistema de gobernanza mundial verdaderamente estable y duradero.
En suma, han sido muchas las moralejas que se han extraído de la pandemia. Muchas han resultado en adaptaciones que persistirán en el tiempo y que harán nuestras sociedades más eficientes y robustas.
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Es difícil apreciarlas en este momento, cuando aún estamos tratando de sobrellevar la muerte y el caos que el Covid ha traído. No obstante, es importante reconocerlas. No solo porque es parte de tener un panorama más preciso de hacia dónde va el mundo, sino porque estas adaptaciones vendrán también con retos y riesgos que debemos identificar a tiempo.
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LinkedIn: Javier Mejía Cubillos
*El autor es Asociado postdoctoral en la división de Ciencias Sociales de la Universidad de Nueva York- Abu Dhabi. Ph.D. en Economía de la Universidad de Los Andes. Investigador de la Universidad de Burdeos e investigador visitante en la Universidad de Standford.
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