¿Qué hace que una Nación sea considerada inviable? Pese a que la pandemia del coronavirus ha marcado un contexto sin precedentes faltarían argumentos para darle al país esa categoría.

Ha ganado popularidad en las redes sociales colombianas la expresión “Colombia es un país inviable”. La he leído y oído de parte de muchas personas, incluyendo muchos colegas que admiro. Creo entender el propósito con el que la usan. Entiendo que tratan de describir una amplia serie de inconformismos reales acerca del funcionamiento de la sociedad. Sin embargo, creo que ésta es una afirmación imprecisa, por no decir falsa.

Para entender por qué, los invito a pensar seriamente en lo que implica esa afirmación. Que un país no sea viable quiere decir que su sistema social, político, o económico no puede sostenerse de forma natural, y, por tanto, en ausencia de reformas profundas o asistencia externa, colapsará.

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Este ha sido el caso de muchas sociedades en el pasado. Por ejemplo, durante el final de la Edad de Bronce, hacia principios del siglo XII A.C., hubo un colapso masivo de sociedades en el Este del Mediterráneo. En cuestión de décadas, civilizaciones enteras desaparecieron. Este fue el destino, entre otros, de Canaán, de Hatti, y de Micenas (véase el mapa 1).

Fuente: Wikipedia

Estas fueron por siglos sociedades complejas. Tuvieron muchos periodos de auge y de crisis. No obstante, solo durante una tormenta perfecta en la que confluyeron desastres naturales, invasiones externas, cambio climático, y revueltas locales, terminaron colapsando.

Durante su colapso, sus centros de poder desaparecieron, la población migró de las ciudades al campo, y los referentes culturales de la sociedad (e.g. su moneda, su idioma, su arte), eventualmente, se desvanecieron. Estas sociedades dejaron de ser viables.

Los eventos donde sociedades enteras dejan de ser viables no son atípicos en la historia de la humanidad. El colapso de finales de la Edad de Bronce es excepcional por su escala, pero procesos similares vivieron los pueblos mayas, las colonias vikingas de Norte América, y la Gran Bretaña romana. A pesar de ello, es cierto que no es algo que suceda todos los días. En particular, la historia moderna solo ha evidenciado un puñado de estos eventos y todos ellos de magnitud relativamente moderada.

En la actualidad, quizá solo países como Venezuela o Líbano (además de aquellos envueltos en profundas guerras civiles como Yemen) podrían caer en la categoría de inviables. En ambos se evidencia una masiva emigración de la población, el aparato productivo se contrae sostenidamente, y los símbolos del poder político (e.g. el valor de su moneda, el reconocimiento internacional de sus líderes) se desmoronan.

En ausencia de reformas radicales o de la asistencia de la comunidad internacional, continuar por esta trayectoria llevaría a estos países, en unas cuantas décadas, a ser conjuntos de pequeños poblados con niveles de complejidad social preindustrial.

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Ahora bien, ¿es ese el caso de Colombia hoy? Yo diría que claramente no lo es. Aunque la crisis de la pandemia no ha quedado atrás, ésta no es singular a Colombia. Es una crisis global, y ya es evidente que no destruirá a las sociedades de mercado.

En Colombia, la población no está huyendo al exterior, ni está abandonando las ciudades para vivir en el campo. La actividad económica se ha contraído y adicionales contracciones son posibles. Empero, contrario a la prolongada crisis económica venezolana, por ejemplo, lo peor de la recesión ya parece haber pasado para la economía colombiana. Ésta, además, no vino acompañada de una hiperinflación, con lo que el patrimonio de las personas no se ha evaporado y la estabilidad financiera se ha mantenido.

Finalmente, los símbolos del poder político no están ante un riesgo significativo. Ni la protesta social reciente, ni el inconformismo dentro de la fuerza pública, ni las nuevas disidencias guerrilleras parecen amenazas reales para el régimen constitucional en el futuro cercano. Es así como, en Colombia, las personas siguen saliendo a hacer sus vidas de forma no muy diferente hoy a como lo hacían hace 1 o 10 años.

Presumo que muchos dirán que estoy viendo el vaso medio lleno y que no estoy dimensionando apropiadamente la magnitud de los problemas actuales. Para quienes piensan eso, quizá algo de perspectiva pueda ayudar. Para finales de los años 90, Colombia enfrentaba una crisis económica, menos profunda, pero más prolongada que la actual. Los niveles de violencia, pobreza, y desigualdad eran bastante mayores que en la actualidad.

La población sí emigraba masivamente. Y la autoridad del establecimiento político sí enfrentó amenazas reales, representadas en las tomas guerrilleras y el recurrente asesinato de líderes políticos. Sin embargo, incluso en ese momento, cuando todo era peor que en la actualidad, el país no fue inviable. El sistema mismo generó reformas moderadas que terminaron resolviendo los problemas más apremiantes, abriendo paso a uno de los períodos de mayor prosperidad de la historia reciente del país.

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En conclusión, tiene muy poco sentido afirmar que Colombia no es viable. Eso no quiere decir que las cosas sean perfectas, o que no exista sufrimiento en la sociedad. Pero una cosa es que el mundo no sea como uno quiere que sea, y otra muy diferente es que no sea viable. La estabilidad social es algo que no necesariamente se relaciona con la bondad o justicia existente en la sociedad. Es trágico que así lo sea, pero es necesario reconocerlo.

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LinkedIn: Javier Mejía Cubillos
*El autor es Asociado postdoctoral en la división de Ciencias Sociales de la Universidad de Nueva York- Abu Dhabi. Ph.D. en Economía de la Universidad de Los Andes. Investigador de la Universidad de Burdeos e investigador visitante en la Universidad de Standford.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.