Algunos dicen que quienes juegan son los jugadores y no el técnico, lo que es cierto es que el grupo está fracturado y la comunión con el entrenador es escasa.

Ya han pasado un par de días que han permitido digerir la humillante derrota de Colombia ante Ecuador, derrota que más allá del análisis nos deja decepcionados por la actitud del equipo y porque vemos ahora sí muy lejana la posibilidad de ir a Qatar. Para que se hagan una idea, a la selección cafetera no le habían anotado 6 goles en un partido de eliminatorias mundialistas desde 1977. Eso habla por sí solo.

Ahora lo más preocupante, si nos metemos en el tema económico es que cuando se mira hombre por hombre la selección Colombia tiene demasiados quilates encima como para haber tenido esa presentación tan vergonzosa. Vámonos a los números, la plantilla de Colombia está avaluada por el portal Transfermarkt en 298 millones de euros, con pesos pesados como Dávinson Sánchez, Duván Zapata y James Rodríguez, que más allá de la fluctuación del mercado oscilan cada uno en los 40 millones de euros. Si se trata de nombres, de clubes donde están o de jerarquía los nuestros están muy por encima de lo que sucedió en Quito. Sin embargo, no todo es dinero, millones y títulos. Lo maravilloso del fútbol es ese componente humano e impredecible donde las estadísticas y los números no son exactos y en el campo de juego lo que pesa son otros factores. Hoy en Colombia estamos ante un Ferrari que no tiene gasolina.

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Y el tema en el que debemos hoy profundizar es acerca de la continuidad o del papel del piloto de ese alta gama, el que lo dirige, le hace mantenimiento y elige los repuestos. Hablamos del portugués Carlos Queiroz, quien llegó hace dos años a dirigir a nuestro país y no ha podido encontrar el mapa de ruta. No ha descifrado la manera de poner a jugar correcta y coherentemente a una nómina de lujo entre los que están la revelación de la Premierleague, una de las figuras de la Juventus de Italia, y uno de los goleadores top de la Serie A, ni equilibrar un mediocampo que cualquier equipo envidiaría en cualquier parte del mundo. Algunos dicen que quienes juegan son los jugadores y no el técnico, lo que es cierto es que el grupo está fracturado y la comunión con el entrenador es escasa. Estos días, posteriores a la tormenta, hemos recibido todo tipo de noticias y rumores sobre peleas, mentiras y comportamientos erráticos dentro del vestuario y el cuerpo técnico. Nada nos consta ni tenemos cómo saber qué es verdad y qué no, y entre tanto… o nos quedamos pegados a los números, al recuerdo y a los chismes o tomamos decisiones… o toman, los señores de la Federación Colombiana de Fútbol.

¿Y cuál es la decisión? Claramente lograr negociar a Queiroz y cambiar de técnico. Suena fácil, pero vienen dos cuestiones bien complejas. La primera, en tiempos de vacas no muy gordas, sacar al portugués le puede costar a la FCF una buena suma de dinero, su contrato va hasta después del Mundial de 2022 y su cláusula de recisión está alrededor de los 2 millones de dólares. Y la segunda es ¿a quién traer para que tome una selección fracturada, y que ocupa la casilla número 7 en la eliminatoria con tan solo 4 puntos en 4 partidos y 11 goles en contra? Soñar no cuesta nada pero yo quisiera que llegara Mauricio Pochettino, quien tras salir de Tottenham ha sonado para el PSG, Real Madrid, Manchester United y Barcelona,,, y sin embargo, hoy sigue sin equipo. Otro de los que me hacen soñar es Marcelo Gallardo, cercano a los jugadores colombianos, conocedor de nuestro fútbol, carismático y ganador. Los técnicos colombianos que más suenan son Juan Carlos Osorio, Luis Fernando Suárez y Reynaldo Rueda. Y los nostálgicos añoran que vuelva Pékerman. ¿Cuánto va a costar traer un técnico nuevo? ¿Qué pueda liderar el candente vestuario colombiano? ¿Qué nos regrese la esperanza? Soñar con recomponer el camino, sin reventar la caja, no cuesta nada.

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