Conocer de cerca una emoción, lo que genera en su cuerpo y cómo lo hace sentir, le permitirá controlarlas. Le contamos cómo hacerlo.

¿Por qué hay trabajadores estrella y otros promedio? ¿Por qué hay líderes adorados y jefes insoportables? ¿Recuerda como se sentía la última vez que tuvo mucha rabia? ¿Cómo manejó el miedo cuando tuvo que dar una presentación supremamente importante y tenía pánico? ¿Por qué hay gente que concluye sus metas y otros que las dejan a medias?

Seguramente estas son preguntas que no se hace todos los días, pero que son interesantes de responder. Todas las respuestas a estas preguntas están relacionadas a un concepto que mucho se escucha, pero poco se entiende; la inteligencia emocional. Cuyo término hace referencia a la capacidad de administrar nuestras emociones.

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Son las emociones las que determinan la manera en la que actuamos, de acuerdo a cómo nos sentimos tomamos decisiones en nuestras vidas y esas decisiones son las que nos producen resultados.

Las emociones trascienden mucho mas allá de un lindo concepto relacionado a las tan mencionadas habilidades blandas que el mundo corporativo nos invita siempre a reforzar. Cada emoción tiene una fisiología relacionada a un neurotransmisor que tiene un efecto en nuestro cuerpo, en nuestro comportamiento y en la forma en cómo vivimos la vida.

La anatomía de las emociones

El enojo aumenta el ritmo cardiaco y la tasa de hormonas como la adrenalina, las cuales generan la cantidad de energía necesaria para cometer acciones vigorosas. También aumenta el flujo sanguíneo en las manos, lo que hace que cuando estamos muy enojados sea más fácil agredir a una persona físicamente.

En el caso del miedo, el rostro se pone pálido y la persona se pone fría, esto se debe a que la sangre se retira del rosto y el flujo sanguíneo fluctúa, mientras la sangre fluye hacia la musculatura esquelética larga, como las piernas. El cuerpo parece paralizarse y las conexiones del sistema nervioso y los centros emocionales del cerebro producen una respuesta hormonal que pone al cuerpo en estado de alerta general.

La felicidad aumenta la actividad en la parte del cerebro que se encarga de inhibir los sentimientos negativos y de preocupación. La felicidad promueve la generación de neurotransmisores como la serotonina  y la endorfina que se asocian con un sentimiento de bienestar.

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El amor, los sentimientos de ternura y la satisfacción sexual activan el sistema nervioso parasimpático, que generan una reacción de relajación y un estado de calma que favorece las relaciones con otras personas.

La idea no es memorizar la respuesta de nuestro cuerpo a cada emoción, pero si entender que las emociones no son solo lindos conceptos de los que se habla, sino importantes componentes de nuestra química cerebral que pueden, bien controladas, llevarnos a tener más éxito en nuestra vida personal y profesional.

¿Ha tenido secuestros emocionales?

Los efectos que tienen las emociones en nuestra química cerebral son tantos que ellos pueden llegar a “secuestrarnos la mente”, nublar nuestra razón y capacidad de procesar adecuadamente la información. Se han estudiado casos de personas que han cometido asesinatos dominados por la rabia, de tal forma que no logran recordar en lo absoluto lo que pasaba por su mente en los momentos que cometieron dichos actos fatales. Son personas que, basado en su historial, jamás hubieran cometido un acto de esta magnitud, pero que, llegaron hasta esos extremos dominados por la rabia y la química cerebral producida por la misma.

En casos menos trágicos y más comunes, muchas personas tienen discusiones dominadas por la rabia donde la conversación se desvía del punto por el que originalmente se inició, hasta el límite de olvidar la razón inicial por la que empezó todo. Lo más peligroso de los secuestros emocionales es no tener la suficiente inteligencia emocional para controlarlos y detenerlos a tiempo, antes de que causen graves estragos en relaciones interpersonales.

Los secuestros emocionales no solo ocurren con la rabia, las personas que tienen estados agudos de ansiedad, depresión, amor o inclusive hasta de felicidad también pueden llegar a un estado de ignorar su razón a causa de la fuerte emoción que están viviendo. 

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Hoy, más que nunca y debido al encierro generado por el Covid-19, vivimos en un constante reto a la salud mental y la inteligencia emocional. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) lanzó en septiembre del 2020 un artículo que tituló: “Pandemia por Covid-19 exacerba los factores de riesgo de suicidio”, ¿nos sorprende?, realmente no debería. Los estados de ansiedad, angustia y depresión causada por el confinamiento se vuelven tan agudos que llegan a secuestrarle las mentes hasta hacer que se cometan actos lamentables.

Ni tanto que queme al santo, ni poco que no lo alumbre

La inteligencia emocional se fortalece cuando se tiene pleno control de las emociones, sobre todo de acuerdo al contexto. En un contexto laboral y de emprendimiento, me atrevo a decir que la capacidad de controlar los ímpetus y las emociones se vuelven una de las habilidades más claves del siglo XXI.  El desempeño de las personas depende en gran medida de la forma en la que:

  • Son conscientes de sus actos y sus acciones.
  • Tienen la capacidad de autorregular sus emociones.
  • Son capaces de automotivarse para continuar en la persecución de sus metas.
  • Demuestran empatía con su contexto.
  • Tienen la capacidad de interactuar y relacionarse con las demás personas.

Contacto
LinkedIn: Karen Carvajalino
Twitter: @LasCarvajalino

*La autora es cofundadora The Biz Nation, una plataforma de educación virtual enfocada en emprendimiento, tecnología y habilidades para los trabajos del futuro. 

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