Después de un año, y sin saberse por cuanto tiempo más estaremos así, yo me pregunto, ¿es una locura que exista una nueva valoración del hincha?
Lo que ha mantenido al deporte a flote a pesar del frenón en seco y el parón total que tuvo hace un año, y en este nuevo mundo que se mantiene cubierto con una mascarilla y con una prueba como salvoconducto, es los hinchas. Ellos, nosotros, los que prendemos los televisores sin importar la hora ni el día, los que pagamos suscripciones así sea para ver (de forma masoquista) a nuestro equipo perder; quienes consumimos todas las redes sociales de forma asidua, quienes compramos el merchandising online para seguir a nuestros ídolos y demostrar nuestros colores, aunque sea desde la tranquilidad (y la soledad) del sofá. Esos fanáticos que se inscriben a torneos de deportes electrónicos para sentir la emoción de ganar de alguna manera, aunque sea virtual; los que marcan una cifra en un análisis de alcance digital y que permiten tener a los patrocinadores aún vivos. Son esa cuarta pared, aquel muro invisible e imaginario; concepto muy usado para referirse a los espectadores en un teatro, frente a una pantalla de televisión, o ante una película de cine, aquella red a través de la cual la audiencia ve la actuación de los personajes.
Cuando el fútbol regresó a los estadios del mundo fueron múltiples las estrategias de los distintos equipos para conseguir el “regreso” de los hinchas a los estadios. Empezaron en la Bundesliga con hinchas de cartón y digitales. Era conmovedor ver las escenas de los jugadores bajándose de los buses y en el pasillo hacia los camerinos saludar a través de unas pantallas a los seguidores que desde sus casas tenían el privilegio de apoyar a sus ídolos. Las marcas aprovecharon estas nuevas interacciones para apropiarse de estos espacios; gradas patrocinadas, activaciones digitales con interacciones presenciales, experiencias virtuales tratando de simular la emoción de un escenario lleno donde el intercambio de pasión, emoción y energía es el combustible mismo del deporte. Los hinchas nunca se fueron, no pararon, nunca se rindieron.
Lea también: Colombia: sin brújula
En pasados días fue emocionante sentir durante cinco días la emoción, el ruido y la vida de los 30.000 seguidores que colmaron las gradas del Australian Open en Melbourne, pues las autoridades permitieron (por un corto tiempo antes de las nuevas restricciones) que los escenarios pudieran tener una ocupación del 50% diaria. El deporte se vio como solíamos conocerlo, se sintió como estábamos acostumbrados, con una cierta normalidad que cada vez recordamos menos. El Raymond James Stadium de la ciudad de Tampa que albergó el LV Super Bowl tuvo la menor asistencia de la historia de este evento, hubo únicamente 22.000 espectadores, para un total de 25.000 asistentes, incluyendo al staff organizador. Fue una fiesta total gracias a las miles de butacas que fueron ocupadas con hinchas de cartón… por momentos los telespectadores alcanzamos a sentirnos como antes, en lo que podríamos titular como “Espectáculos en tiempos de Covid”.
Para los mismos deportistas jugar con las gradas vacías es perder el alma del juego, el fuego que los hace ser mejores, que los empuja, es no tener ese monstruo de mil cabezas que buscan desafiar, y encantar, cada semana. “Voy a ser honesto. Jugar en estadios vacíos es aburrido, en mi opinión. Respeto todos los protocolos y por supuesto que la salud es lo primero, pero no me gusta. Lo hago porque por encima de todo amo el fútbol, mi pasión es el fútbol. Juego por mi familia, por mis hijos, por mis amigos, por mis fans, pero no me gusta jugar así. Es muy difícil”, así lo reconoció Cristiano Ronaldo recientemente cuando fue consultado sobre este tema, Y añadió: “Me gusta escuchar a la gente gritar y que hagan ‘ssiuuuuuuhhhh’. Ver como en todo el mundo la gente y otros jugadores hacen el grito me motiva. Espero que en 2021 las normas cambien y podamos ver los estadios llenos de público porque la pasión sin aficionados no es nada”. Por ahora esta realidad no se ve en un futuro muy cercano.
Lea también: Win Sports compensará a suscriptores digitales por fallas durante la final
Y obviamente los grandes eventos deportivos sin ‘Fan Zones’, sin activaciones, sin ventas de merchandising en cada esquina ni vasos de cerveza en cada kiosco se convierten en gigantes de cemento vacíos y tristes. Entonces después de un año, y sin saberse por cuanto tiempo más estaremos así, yo me pregunto, ¿es una locura que exista una nueva valoración del hincha? ¿Una nueva estructuración en la que en vez de que los seguidores tengan que pagar precios desorbitados por ir a los estadios, los clubes les paguen a algunos por su fidelidad? ¿Los recompensen por darle vida al club y sentido a los patrocinadores? ¿Por llenar de contenido las redes y estar activos las 24 horas? ¿Les otorguen un beneficio por darles sentido y razón de ser a las instituciones? ¿Por motivar y darles propósito a los jugadores? Las reglas del juego pueden cambiar para siempre.
Carolina Jaramillo Seligmann | Twitter: @carosports | Instagram: @scoresportsmkt