El director del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), Juan Daniel Oviedo, hace un análisis sobre las lecciones que deja el covid-19 en la economía colombiana.

Por: Juan Daniel Oviedo, director del Dane.

2020 se confirma como un año de importantes afectaciones en los canales de oferta y demanda agregada de la economía colombiana. Sin embargo, el análisis conjunto de las estadísticas laborales, productivas y de consumo de los hogares, también se convierte en una oportunidad para orientar las desafiantes agendas de reactivación de los meses y años venideros.

Hablo en plural no solo por los períodos de recuperación, sino por la heterogeneidad territorial, tanto en fuentes como impactos, de la drástica reducción del gasto en consumo de los hogares (-5,8 % en términos reales en 2020); la más importante de los últimos 45 años.

Antes de hablar de la heterogeneidad, es clave resaltar que el impulso de la demanda interna, sobre todo del consumo de los hogares, ha sido una fuente determinante de crecimiento desde 2018. En particular, en 2019, el gasto en consumo final (hogares y gobierno en conjunto) aportó 3,1 puntos porcentuales del crecimiento de 3,3 % del PIB.

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Así mismo, desde la oferta, Colombia observaba una economía donde las actividades de comercio, alojamiento y servicios de comida, en conjunto con las actividades financieras, explicaban alrededor de un punto de crecimiento en 2019. Sin embargo, como efecto de las medidas de restricción a la movilidad y a la actividad económica, se produjo en 2020 una importante contracción del primer grupo de actividades, mientras que las últimas redujeron su dinamismo a la tercera parte.

Para ilustración, las ventas reales de comercio minorista disminuyeron en -7,8 %, en donde excepto por alimentos, aseo y equipos de informática (patrones ‘pandémicos’ de consumo); todas las líneas de mercancía evidenciaron importantes contracciones en sus ventas. No más las líneas de “movilidad” (combustibles, vehículos, motos y repuestos) aportaron el total de la contracción histórica del comercio, máxima, desde 2003.

Resulta entonces prioritario entender las lecciones que deja este freno a la demanda interna. La fuerte relación de las actividades de comercio y transporte con la informalidad es diversa en cada una de las 23 principales ciudades del país, como lo señala la encuesta de micronegocios del Dane, desde 2019.

Por ejemplo, en Riohacha se registraron 79 mil ocupados en 2020, de los cuales 21 mil correspondían a micronegocios muy cercanos a la informalidad. Además, un poco más de la quinta parte de dichos negocios familiares de sustento están asociados con el transporte informal de pasajeros. Mientras tanto, en Cúcuta, con 303.000 ocupados en 2020, se identificaron cerca de 95 mil micronegocios, de los cuales 17 mil dedicados a expendios de comida en puestos fijos y móviles, así como al comercio al por menor de alimentos y bebidas.

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Además de la interacción formalidad-informalidad, es fundamental entender que las actividades de comercio representan en promedio el 21 % de los ocupados en las 23 principales ciudades, y explican un poco más de la quinta parte de la contracción de esta población en 2020. A través de esta contracción, se ha expulsado más intensivamente mano de obra con bajo nivel de formación, que seguramente va a ser más difícil de reincorporar al mercado laboral en condiciones de calidad.

Si sumamos a esta diversidad de canales que afectan el empleo, el impacto particular en las expectativas de consumo de los hogares, observado a través del recientemente creado Pulso Social; salta a la vista la importancia de los liderazgos locales en las agendas de reactivación.

Estoy convencido que los atributos de pertinencia y focalización de estas agendas se facilitan con la información del Dane Por eso, ratifico nuestro compromiso para que la información que generamos reconozca estas diferencias y permita la construcción colectiva entre Gobierno Nacional, gobiernos locales, academia y sector privado.

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