Hay una percepción que consiste en creer que existe una élite de empresarios que se hacen cada vez más ricos. ¿Por qué esta percepción podría ser imprecisa y poco relevante para el caso colombiano?

La fallida reforma tributaria despertó una percepción acerca de los atributos de la desigualdad en Colombia que yo no comparto. Esta parece estar presente tanto entre las personas del común, como entre los círculos de expertos. Esta percepción consiste en pensar que la desigualdad en Colombia tiene como elemento fundamental la existencia de una élite de empresarios multimillonarios que se hacen cada vez más ricos. Aquí explicaré por qué considero que esta percepción es imprecisa y poco relevante para el caso colombiano.

Para empezar, debo aclarar que la idea de empresarios multimillonarios cada vez más ricos sí es indispensable a la hora de entender la desigualdad creciente del mundo desarrollado. La globalización y la desregulación financiera han ofrecido oportunidades de enriquecimiento extraordinarias a empresarios en EE. UU., Europa, y el Este de Asia en los últimos 30 años. Sin embargo, la situación de las élites empresariales colombianas es bastante ajena a esto. Existen tres formas sencillas de verlo.

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Primero, tomando como referencia los datos sobre billonarios de Forbes es claro que los billonarios en Colombia son pocos y no muy ricos. La lista de billonarios de 2021 habla de cuatro grandes fortunas hechas en Colombia. La fortuna más grande de esta lista es la de Luis Carlos Sarmiento, la cual se estima en 11 billones de dólares, el mismo monto que tenía en 2017.

Como referencia, la fortuna del hombre más rico de EE. UU., Jeff Bezos, es de 201,4 billones de dólares, habiendo aumentado 119,9 billones desde 2017. Aumentos de más del 100 % en los últimos 4 años también se observan en el caso de las fortunas de Bernard Arnault, Karl Albrecht, Giovanni Ferrero, James Ratcliffe, David Thomson, que son las personas más ricas de Francia, Alemania, Italia, El Reino Unido, y Canadá, respectivamente.

Viendo el asunto de forma más sistemática, la cantidad de billonarios y su fortuna relativa es bastante menor en Colombia que en el mundo desarrollado. Mientras en Colombia hay 0,08 billonarios por cada millón de habitantes, en EE. UU. hay 2,21. Mientras que estos billonarios en Colombia tienen una fortuna conjunta equivalente al 6,5 % del PIB, esta cifra es superior al 20 % en EE. UU.

Es decir, teniendo como referente los estándares del mundo desarrollado, no solo Colombia genera menos empresarios billonarios de lo que le correspondería para su tamaño poblacional, sino que estos capturan una parte mucho más pequeña de la riqueza del país (véase tabla 1).

Fuente: Forbes (2021), Banco Mundial (2020)

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La segunda forma de pensar el asunto es reflexionar sobre el desempeño del mercado bursátil colombiano. En este mercado se transan los derechos de propiedad de las grandes empresas en Colombia. Ahí se sabe qué tan bien le está yendo a buena parte de la élite empresarial colombiana. Y, contrario al éxito de los capitales en las economías desarrolladas, los últimos años han sido bastante malos para los capitales en Colombia.  

Mientras el SPY (el cual replica el desempeño de las 500 empresas más grandes del mercado americano) ha crecido más del 100 % desde comienzos del 2015, el ICOLCAP (el cual replica el desempeño de las empresas más grandes del mercado colombiano) ha perdido más del 60 % de su valor (ver gráfico 1). Es decir, el valor de los principales conglomerados económicos del país es menos de la mitad de lo que era hace 6 años.

Fuente: Yahoo Finance

Finalmente, observar las distribuciones de ingresos y riqueza de la población colombiana ayuda a tener una mejor perspectiva sobre qué tan relevante es la idea de un empresariado multimillonario como corazón de la desigualdad del país.

Datos de ingresos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares del Dane señalan lo profundamente pobre que es el país (véase gráfico 2). Más del 60 % de los hogares tienen ingresos inferiores a 600.000 pesos, y al menos la mitad de ellos podrían considerarse en situación pobreza.

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Fuente: Cárdenas (2021)

Al mismo tiempo, estos datos indican que el 1 % más rico de los hogares en Colombia no se trata de empresarios multimillonarios. Basta con recibir ingresos de 14 millones de pesos al mes para estar en esta categoría. Es decir, un hogar con dos personas, ganando cada una de ellas 7 millones de pesos mensuales, ya es parte del 1 % más rico del país.

Como se pueden imaginar, este 1 % más rico está primordialmente compuesto por funcionarios públicos, políticos, intelectuales, ejecutivos, y periodistas reconocidos. Personas que viven muchísimo mejor que el colombiano promedio y que tienen una gran influencia en la opinión pública y en el funcionamiento de la institucionalidad del país, pero que, en el contexto internacional, serían consideradas clase media.

De hecho, a partir de los datos de la Encuesta de Carga Financiera y Educación Financiera de los Hogares del Dane, presentados por Juliana Londoño-Vélez y Javier Ávila-Mahecha, podemos saber que la inmensa mayoría de la riqueza de estas personas está invertida en finca raíz (el 80 % de ella), no en negocios o activos financieros (véase gráfico 3).

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Con todo esto, debería ser claro que, aunque apropiada para el mundo desarrollado, importar la idea de que la desigualdad está explicada por un contexto favorable al capital, donde unos empresarios multimillonarios son cada vez más ricos, no es particularmente relevante para la realidad colombiana. En otras palabras, en Colombia el sistema no falla por permitir a personas hacerse terriblemente ricas, falla por impedir que millones salgan de la pobreza.

Por eso, para entender mejor la desigualdad en Colombia, lo importante es concentrarse en la élite urbana amplia. La misma que se ha encargado de importar y difundir el mito del empresario multimillonario para expiar sus culpas. Esta élite, aunque no es multimillonaria, vive muy cómodamente en ese 1 % más rico del país, pero no cree beneficiarse de un sistema que mantiene a decenas de millones en situación de pobreza. No importa que su vida esté rodeada de empleadas del servicio que limpian sus casas, de porteros que les abren las puertas de sus edificios, y de recicladores que recogen cartón de sus basuras. Esta élite considera que sus sueldos son apenas los apropiados para su alta educación y que sus condiciones de vida son, tan solo, las esperadas de una vida digna.

Paradójicamente, esta élite, acogiendo los ideales de las élites urbanas internacionales, habla de tener mucha empatía y señala que la discriminación y la desigualdad son el mayor problema de las sociedades modernas. Así, pensar en unos grandes capitalistas que se comen el pastel de los más pobres es su manera de resolver la disonancia cognitiva de ver la igualdad como un valor fundamental y de gozar de una posición tan privilegiada en un contexto de completa pobreza.

Desviar la atención de esta élite sí es ignorar el elemento estructural de la desigualdad en el país. Es en esta élite donde uno realmente puede observar el sisma entre aquellos pocos que construyen las reglas del sistema, y aquellos muchos que las cumplen. Las verdaderas barreras que un colombiano promedio enfrenta para estar en posiciones de poder, en las que pueda cambiar el sistema (e.g. ser ministro, senador, CEO), están a la hora de intentar llegar a ser parte del 1 %. Estas barreras tienen que ver con los privilegios de acceder a colegios bilingües, a universidades de élite, a clubes sociales, etc. Estos son los mecanismos a través de los cuales las élites se han perpetuado en el poder en Colombia.

Así las cosas, al diseñar nuestro sistema tributario, claro que debemos garantizar progresividad al interior de los más ricos. Claro que el 0,0001 % debe pagar más impuestos que el 1 %. No obstante, a la hora de pensar los fundamentos estructurales de la desigualdad del país, no podemos ignorar al 1 %, pensando en el problema está en el 0,0001 %. Una narrativa de este tipo nos llevará a ignorar el tejido social sobre el que la desigualdad se ha sostenido por siglos en Colombia.

Contacto
LinkedIn: Javier Mejía Cubillos
*El autor es Asociado postdoctoral en la división de Ciencias Sociales de la Universidad de Nueva York- Abu Dhabi. Ph.D. en Economía de la Universidad de Los Andes. Investigador de la Universidad de Burdeos e investigador visitante en la Universidad de Standford.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.