Con el afán de lograr interacciones y reacciones en redes sociales, olvidamos lo que significan los espacios de reflexión personal. dejamos de lado las maravillas de la pausa, para convertirnos en esclavos de la ridícula inmediatez.
A veces parece que en el mundo hoy todo es inmediato. Las redes sociales, los correos electrónicos o los seguimientos en tiempo real de los medios de comunicación, nos muestran todos los días una pretensión extraña de inmediatez que nos abruma y enceguece. Terminamos viviendo para el día, para los resultados inmediatos, para la foto en Instagram, el estado de Facebook o la frase de Twitter.
Al final es como sentarse a ver el amanecer, esperando con un parpadeo dar la vuelta y ver el sol en poniente sin tener que hacer mayor esfuerzo. Parecería que no importa el proceso o el camino… el destino es lo único que al final queremos inmortalizar.
Lea también: Los empleados son propensos a fingir que están trabajando cuando se controla su productividad: este es el motivo
No son pocos los casos de influenciadores que hacen estudios fotográficos en hoteles en los que ni siquiera están hospedados esperando likes en sus redes sociales o tuiteros que reaccionan en segundos a cualquier trino para escribir ridiculeces sin analizar contextos para ganar seguidores. Pero allá ellos, dirán algunos, porque no nos afecta a la mayoría.
Pero se refleja también en la necesidad de los medios por sacar titulares que les generen tráfico o de los políticos para buscar indulgencias en medio de cualquier situación o de las empresas por buscar clientes y posar de activas, aunque destruyan sus principios. Estamos haciendo el ridículo con esto de resultados, las respuestas o los indicadores inmediatos, olvidando, como dicen por ahí, que en juego largo hay desquite.
Pero esta no es una discusión sobre la tecnología y las maravillosas herramientas que sin lugar a duda han traído múltiples beneficios para todos: desde soluciones para la productividad hasta la posibilidad de contactarnos en cualquier lugar del mundo. Es más bien sobre lo absurdo que terminó siendo haber convertido todas esas herramientas en nuestra espada de Damocles. Fuimos nosotros los que cambiamos un montón de necesidades que no teníamos satisfechas, por una especie de control perpetuo que nos ha llevado a perder hasta la libertad, llevándose con ella nuestros cabales.
Olvidamos lo que significan los espacios de reflexión personal, esos espacios en los que a veces necesitamos estar solos; las conversaciones pausadas donde no siempre se buscaban respuestas sino formas diferentes de ver los problemas; donde lo que más importaba era el futuro de las compañías, antes que las ventas del día.
Lea también: La fórmula C.R.E.C.E. del liderazgo
De repente dejamos de lado las maravillas de la pausa, para convertirnos en esclavos de la ridícula inmediatez. Ojalá recordáramos un poco que no siempre la mejor respuesta es la primera que se viene a la cabeza, que también vale decir que hay algo sobre lo que no se sabe, que todos tenemos derechos a estar desconectados de vez en cuando o que la gente también tiene derecho a no saberlo todo.
Quizá empecemos a concentrarnos en los problemas reales que nos agobian y no en las noticias del día, porque parece que todos queremos ser la liebre mientras la tortuga sigue andando sin parar.
Por: Juan Diego Becerra*
*CEO de Raddar.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.