Análisis de Mariana Rico, directora regional para Latinoamérica del Americas Health Foundation.
Por: Mariana Rico Restrepo*
Últimamente he escuchado a mucha gente decir, “que bueno que ya se acabó el COVID-19 en Estados Unidos, ya salieron de eso.” Y sí, el éxito de su campaña de vacunación les ha permitido volver a cierto grado de normalidad. Pero la realidad es que la pandemia no se va a acabar en ninguna parte hasta que se acabe en todas partes. Y no se va a acabar en todas partes hasta que todos los países tengan vacunas. Se han administrado 1,98 billones de dosis a nivel mundial, de las cuales 75% han sido en 10 países que están vacunando hasta 25 veces más rápido que países de ingresos bajos y medianos. No es de celebrar que algunos países estén vacunando a niños mientras otros no han podido vacunar a su población de alto riesgo. Vamos a hablar de por qué es un problema este fenómeno y los riesgos que implica.
En Latinoamérica, de los 700 millones de habitantes, solo 37 millones están vacunados, es decir, el 5%.
Los países de ingresos altos han asegurado la mayoría de las dosis, posicionándose para un alivio al desastre económico que desencadenó la pandemia. Pero los países en vía de desarrollo- donde vive 4/5 de la población mundial- están en riesgo de quedarse atrás.
La inequidad global en la vacunación es más que un dilema moral o ético: con la demanda de vacunas aún muy superior a la oferta, la distribución desproporcionada de vacunas está costando vidas, arrastrando las economías de muchos, y prolongando la pandemia. Lo que parece ser inevitable es que el mundo post-COVID-19 sea más desigual que nunca. La pandemia ha golpeado desmedidamente a los más vulnerables, y éste último capitulo de vacunación está agregando otra dimensión de desigualdad.
Se necesitan alrededor de 11 billones de dosis de vacunas para vacunar al 70% de la población mundial y alcanzar la inmunidad de rebaño- asumiendo que son dos dosis por persona. Según el Global Health Innovation Center (Universidad de Duke), los países de ingresos altos y medianos-altos han adquirido ~6 billones de dosis. En cambio, los de ingresos bajos y medianos solo han asegurado ~2.6 billones, incluyendo 1.1 billones de COVAX. Esto significa que actualmente los países con más recursos cuentan con las vacunas suficientes para completar la inmunización del 77% de la población mundial, aproximadamente.
Un esfuerzo de vacunación global exitoso debe basarse en el bien colectivo, y en una pandemia, “colectivo” significa mundial. Estamos ante problemas de optimización: ¿cuántas dosis para niños equivalen a una sola dosis para un adulto mayor en Perú? La estrategia de utilizar suministros mundiales limitados de vacunas de tal forma que la vacunación de grupos de bajo riesgo en algunos países anteceda la del personal de salud en países pobres no es coherente con el objetivo de acabar la pandemia. El acaparamiento de vacunas ha llegado hasta el punto de tener dosis suficientes para vacunar a su población entera hasta 4 y 5 veces en países como el Reino Unido, EE. UU., Canadá, Nueva Zelandia y Australia; una demostración de codicia política y nacionalismo de vacunación que amenaza la recuperación global.
La amenaza de las variantes
Mientras continúe la transmisión viral generalizada, podrán surgir nuevas variantes que eventualmente llegarían a los países vacunados que se suponía estaban fuera de peligro. Millones de personas sin vacunarse representan incubadoras para nuevas variantes que muten en torno a vacunas existentes y anticuerpos naturales. De hecho, un modelo desarrollado por Harvard University anticipa que podría haber un resurgimiento del COVID-19 en el 2024, después de un periodo aparente de erradicación.
El impacto económico
Si bien el panorama económico global es positivo según la OECD, que proyecta un crecimiento de 5,8% para el 2021, el desempeño económico seguirá siendo desigual y con divergencias fuertes entre países como los de Latinoamérica, donde la pandemia está en su peor pico. Las dos economías más grandes del mundo, Estados Unidos y China, están camino a la recuperación (crecimiento proyectado del 6,9% y 8,5% para el 2021, respectivamente) mientras Brasil contrasta con un crecimiento proyectado del 3,7%. La economía colombiana venía recuperándose desde la segunda mitad del 2020 y está proyectada para un crecimiento del 7,6%, pero la situación de orden público puede alejar una recuperación duradera hasta finales del 2022, según la OECD. Además, como la demanda internacional impulsa la economía global, la Cámara de Comercio Internacional estima que el nivel de desigualdad en vacunación podría costarle al mundo alrededor de $9.2 billones en pérdidas económicas, en el peor de los casos. Estos costos podrían mitigarse con un esfuerzo colectivo en pro de la vacunación global que está lejos de der un acto de caridad.
El acceso equitativo es la única solución
Además de la disponibilidad de vacunas, las demoras para iniciar los planes de vacunación en los países en desarrollo han profundizado la desigualdad. La logística de organizar una campaña de vacunación en la escala que lo exige esta pandemia es una tarea difícil y costosa, especialmente para países Latinoamericanos con recursos limitados y sistemas de salud frágiles. Brasil, por ejemplo, se ha convertido en el ejemplo de “supercontagio” de Latinoamérica, con sólo 16% de su población vacunada y variantes que traen sus propios retos. Colombia atraviesa actualmente el peor pico de la pandemia, con un promedio de 500 muertes y alrededor de 23,000 casos nuevos cada día y los esfuerzos de vacunación han sido limitados, con menos de 10 millones de dosis administradas a 9.8% de la población.
El problema es que en este momento el acceso a las vacunas no depende de la necesidad sino de la disponibilidad y la capacidad de pago. Esto en gran parte se solucionaría con redistribuir los suministros de vacunas actuales. Los países que ya tienen sus grupos vulnerables vacunados deben liberar inmediatamente los suministros adicionales para países más pobres. No se espera que sean donadas necesariamente- pero sí que las hagan disponibles para la compra y que sean flexibles con las estrategias de compra. Otra manera es que cumplan con sus compromisos de COVAX, del cual dependen los países donde viven la mayoría de las personas del mundo, y que le den prioridad de distribución a países vulnerables frente a los fabricantes.
Por otro lado, es necesaria una producción mayor de vacunas y el problema ha radicado en falta de capacidad de producción. Efectivamente, ya han surgido alianzas entre compañías rivales a través de licencias voluntarias otorgadas por los fabricantes a terceros para que puedan producir y vender sus vacunas. Ejemplos de esto han sido los acuerdos entre Pfizer/BioNTech y Novartis, y entre Janssen y MSD. Esto es una alternativa mejor a la de muchas voces que piden suspender temporalmente las patentes de las vacunas. El problema no ha sido en la propiedad intelectual limitada sino los cuellos de botella en la fabricación y la escasez de materias primas. Además, las vacunas innovadoras como las de Pfizer y Moderna tienen una tecnología compleja que implica una curva de aprendizaje y recursos que las fabricas comunes no tienen. No hay nada más efectivo para estimular la innovación que las patentes y quitarlas desincentivaría la innovación para futuras variantes, sin solucionar los problemas de suministro a corto y mediano plazo.
Por medio de la Cumbre de Salud Mundial llevada a cabo en mayo, los países G20 firmaron la Declaración de Roma, un acuerdo que reconoce este problema y promete avanzar en la equidad global en vacunación. Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson se comprometieron a suministrar más dosis para países pobres en los siguientes 18 meses, entre otros compromisos para impulsar la equidad. Estos esfuerzos van por el camino correcto, sin embargo, llegan tarde y pueden ser insuficientes para la dimensión del problema.
La campaña de vacunación global contra el COVID-19 será la mayor de la historia- sin precedentes en escala, complejidad y desigualdad. Los problemas no son simplemente de salud publica sino ambiciones geopolíticas y nacionalismo de vacunación que se van a reflejar en un futuro global profundamente desigual. Fallamos gravemente como sociedad en la distribución de las vacunas. Primó el pensamiento unitario sobre la coordinación internacional frente a una amenaza global que exigía cooperación, no competencia. Los esfuerzos para mejorar la equidad llegan tarde, por lo cual deben priorizarse ya que el acceso universal y oportuno de estas vacunas va a marcar la diferencia entre acabar la pandemia pronto y encauzar la economía global en una trayectoria sólida, o arriesgarse a perder años de crecimiento y asegurar el aumento de la brecha de desigualdad en el mundo.
Contacto: mrico@the-ahf.org
Instagram: @marianaricor
*La autora es médica de la Universidad Javeriana especializada en salud pública. Es la directora regional para Latinoamérica del Americas Health Foundation, una organización que trabaja para mejorar el acceso a la salud en países latinoamericanos.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes.