Pese a ser uno de los nueve territorios más ricos en agua del mundo, al menos un tercio de la población en Colombia urbana padece de estrés hídrico.

La disponibilidad de agua para el consumo humano es un desafío que no sólo amenaza con mantener a buena parte de la población global en condiciones de pobreza, sino que constituye una bomba de tiempo que pone en peligro la sustentabilidad misma de nuestra civilización. El futuro luce complejo: más del 36 % de la población mundial vive en regiones con escasez de agua y se proyecta que alrededor del 50 % pueda encontrarse en riesgo por el estrés hídrico para 2050.

De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 71 % de la población mundial (5.200 millones de personas) cuenta con agua potable administrada de manera segura, pero alrededor de 844 millones aún carecen de ella. Cerca de 2.900 millones de personas cuentan con saneamiento seguro, pero 2.300 millones padecen dificultades para gozar de saneamiento básico y 892 millones practican la defecación al aire libre, por lo que no sorprende que de acuerdo con Unicef más de 800 niños mueran al día por diarrea provocada por agua contaminada y malas condiciones de higiene.

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El acceso al agua limpia y saneamiento es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la serie de lineamientos planteados por las Naciones Unidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad para 2030. Según cálculos del Banco Mundial, Los países deben cuadriplicar el gasto a US$150.000 millones al año para brindar agua potable y saneamiento universal.

Para las ciudades, el impacto es significativo. Según datos de la misma ONU, 156 millones de personas que habitan en contextos urbanos no poseen conexiones eficientes a servicios de agua y 700 millones viven en condiciones insalubres. El acceso a agua potable, saneamiento e infraestructura municipal es un imperativo, sobre todo frente a la crisis provocada por la pandemia de Covid-19, la cual ha demandado el aumento exponencial de medidas de higiene para evitar contagios y la propagación del virus, y ha generado una presión aun mayor sobre recursos fiscales de países y municipios. 

El planeta requiere de soluciones creativas, orientadas al mercado y con visión de largo plazo. Las inversiones deben estar mejor coordinadas y dirigidas para garantizar que los servicios lleguen a los más vulnerables, a la vez que los gobiernos deben involucrar más al sector privado para cubrir los altos costos. Colombia, un país con vastos recursos hídricos, no es la excepción.

El problema es casi irónico: pese a ser uno de los nueve territorios más ricos en agua del mundo (Colombia está clasificada dentro de los 10 primeros países del mundo en términos de recurso renovable de agua per cápita), un tercio de la población colombiana urbana padece de estrés hídrico. El desajuste entre una alta disponibilidad de agua y una demanda excesivamente concentrada ha redundado que Colombia sea altamente vulnerable a riesgos de escasez hídrica en el mediano y largo plazos.

Ante este panorama, la Asociación Colombiana de Ciudades Capitales (Asocapitales) y la Corporación Financiera Internacional (IFC) con el apoyo de la Cooperación Económica y Desarrollo de la Embajada de Suiza en Colombia (SECO) y el Banco Mundial, organizaron recientemente el webinar Agua en tiempos de crisis: Retos y buenas prácticas en la gestión integral del recurso hídrico paras las ciudades colombianas, donde también participaron la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Públicos y Comunicaciones de Colombia (ANDESCO) y Empresas Municipales de Cali (EMCALI), la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), la Gobernación de Antioquia y un exdirector de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

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Las conclusiones fueron contundentes. Colombia ha dado pasos importantes para mejorar la institucionalidad del agua, ideando una serie de programas y políticas orientadas a incrementar la seguridad hídrica con la recuperación y sostenibilidad de los recursos hídricos. El agua potable disponible, sin embargo, sigue siendo limitada: la cobertura del abastecimiento de agua gestionado de manera segura alcanza el 73 % a nivel nacional (es decir, el 27 % de la población colombiana no recibe agua limpia), el 48 % está conectado a una planta de tratamiento y tan sólo el 42,8 % del agua residual recolectada es tratada.

Un informe reciente del Banco Mundial – Colombia: Un Cambio de Rumbo: Seguridad Hídrica para la Recuperación y Crecimiento Sostenible– señala que el cambio climático y el crecimiento poblacional han llevado al país a padecer síntomas extremos de inseguridad hídrica, los cuales van desde sequías intensas a severas inundaciones. Para mitigar los impactos negativos de estos fenómenos, apunta el reporte, se necesitan inversiones prioritarias orientadas a optimizar el desempeño del sector y catalizar el potencial de crecimiento y recuperación, sobre todo ahora que finalice la emergencia sanitaria de la Covid-19.

Una propuesta fundamental formulada en el webinar consiste en cambiar el enfoque económico lineal con el que se aborda la problemática hídrica a una economía circular, es decir, a aquella que intercambia el ciclo típico de gestión de cuencas hidrográficas, producción, uso y disposición a favor de la mayor gestión del recurso hídrico y del agua, reutilización y reciclaje posible. Cuanto más tiempo se usan los materiales y los recursos, más beneficio para todas las partes interesadas (stakeholders) y el medio ambiente.

La economía circular en el manejo del agua consiste en transformar un recurso en una nueva oportunidad con la recuperación del agua residual, reducción de pérdidas a través de la mejora de la eficiencia, el reúso de agua con tratamiento mínimo para diferentes procesos, el reciclaje de agua tratada y la restauración de agua a la fuente con la misma o mejor calidad como preservación y sostenibilidad del recurso hídrico.

El cambio de paradigma en lo referente al saneamiento debe contemplar la planificación del recurso hídrico a nivel de cuenca, la gestión del agua, la transformación de plantas de tratamiento de aguas residuales a instalaciones para la recuperación de recursos, la aplicación de modelos de negocio innovadores y la promoción de políticas institucionales que salvaguarden y aseguren la perdurabilidad de la sociedad y del medio ambiente.

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Las limitaciones actuales no son fáciles de sortear: la reducida capacidad de las empresas prestadoras de servicios para financiar nuevas inversiones, tarifas bajas de distribución y saneamiento para sostener gastos operativos, la crisis económica reflejada en una baja capacidad de pago por parte de los usuarios y, ahora, las complicaciones intrínsecas a la pandemia.

Colombia ha desarrollado un plan de recuperación pospandémico que contempla la generación de empleo, el crecimiento verde y el apoyo a sectores vulnerables. Una gestión responsable y correcta del agua es crucial para hacerle frente a estos tiempos de crisis, pues una adecuada inversión en seguridad hídrica conducirá a la creación de empleo, un mayor equilibrio de la infraestructura verde y mejorará la salud de la población con menos recursos.

Hoy más que nunca se requiere apoyar la construcción de proyectos bancables con la tecnología e innovación necesarias para solucionar problemas y formular estructuras idóneas de financiamiento. No hay alternativa. Una gestión eficiente del agua también puede contribuir sustancialmente a reducir la migración y el número de desplazados internos, lo que redunda en una mayor paz y seguridad para el país. Es hora de redoblar esfuerzos. Juntos podemos lograrlo.

Por: Naoll Cyrille Mary*
*El autor es Senior Operations Officer de la Corporación Financiera Internacional (IFC), miembro del Grupo Banco Mundial e institución mundial de desarrollo centrada en el impulso al sector privado en los mercados emergentes.