Aida Avella, senadora de la UP, responde a las críticas en contra de este sistema económico. Dice que el comunismo tiene la segunda potencia mundial.

“El comunismo es una mierda. Ojo Colombia, ojo todos”, decía Juanes la semana pasada a través de su cuenta de Twitter, alertando a la población colombiana sobre una eventual llegada al poder de candidatos afines a dicha ideología en el 2022. Esto con la mirada puesta en las protestas que tuvieron lugar en Cuba en las últimas semanas, debido a la represión del régimen de Miguel Díaz-Canel.

En ese mismo sentido se pronunció el expresidente Álvaro Uribe, quien señaló que “Los neo comunistas expropian, o asfixian o destierran las empresas y quiebran al país”. El debate está encendido. La preocupación sobre la posibilidad de que ideas en contra de la propiedad privada y a favor de la economía planificada se impongan son válidas.

Tenemos ejemplos sobre los resultados de este tipo de políticas a la vuelva de la esquina: Venezuela, a finales del siglo pasado, inició un recorrido por este camino de la administración centralizada de la economía y el golpe a la propiedad privada, que sumieron a ese país en una profunda crisis económica, política y social.

Pero aún así, hay personas que aún defienden esas ideas. Por eso vale la pena preguntarse cuáles son esas propuestas.

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Para responder esas dudas, la senadora de la Unión Patriótica (UP), Aida Avella, charló con Forbes sobre las propuestas económicas de los partidos de oposición y su visión de la economía nacional. Este partido defiende ideas de corte comunista.

Al respecto, la parlamentaria comentó que el primer paso debe ser una planificación económica, aspecto del que hoy en día carece el país, según ella. Además, detalló la importancia de reactivar la industria nacional y sustituir la importación de productos que se produzcan en el campo colombiano. Además invitó a reflexionar sobre el peso de los productos chinos en el mercado colombiano, al recordar que la nación asiática implantó el comunismo hace más de 70 años.

El crecimiento del comunismo: influencia china

El primer punto que tocó la senadora fue el impacto de China en la actualidad global, al perfilarse como la primera potencia económica del mundo y todo ello con la implementación de políticas con enfoque comunista. Según cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI), el PIB de la República Popular China llega a US$16,64 billones, monto superado únicamente por el de EE.UU., que asciende a US$22,68 billones.

“¿Los que critican al comunismo se preocupan de cuántas cosas nos llegan de China?”, cuestionó la senadora, asegurando que hay que plantear dicha pregunta a los empresarios. De hecho dijo que algunos de ellos son “los grandes contrabandistas de este país”.

“¿Por qué se les estaba colapsando la economía? Porque no entraba el contrabando que venía de China, porque no podían pasarlo por Buenaventura, y eso fue lo que nos demostró el bloqueo. Nosotros tenemos una dependencia de China comunista”, sentenció.

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Para dar soporte a su argumento, dijo que materiales como el hierro y el acero se están utilizando masivamente para la construcción de puentes en el país, y detalló que actualmente “no se consigue alambre, porque no ha llegado de China”.

Otro aspecto que incluyó en su tesis sobre el impacto de China en Colombia tiene que ver con las vacunas Sinovac que llegaron al país. De los 59 lotes que ha recibido la nación, 16 han llegado cargados de dosis que vendió la farmacéutica china, sin contar los 2,5 millones de dosis reservadas para el programa de vacunación a las empresas liderado por la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi).

“Los países capitalistas estaban guardando las vacunas para su población ¿Quién nos vendió las vacunas? China. No inyectaron comunismo, sino ciencia. Si no es por los chinos cuánta población se hubiera quedado sin vacunar”, aseveró.

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Frente a este aspecto, destacó la planificación con la que ha contado China tanto en sus procesos de vacunación como en su modelo económico, factor del que, según la congresista, carece Colombia, lo que a su vez ha sido la causa por la que “no hemos sido capaces de desahogar la economía nacional”.

Los TLC y el campo colombiano

Uno de los aspectos más criticados dentro de las propuestas de la oposición tiene que ver con la idea de una administración centralizada de la economía como salida a la crisis actual, en contraposición a opciones como el libre mercado y la iniciativa privada. Al respecto, Avella mencionó que, si bien en la Constitución está incluida la propiedad privada, “también está la función social”. En su posición, la propiedad privada debe ser un derecho para todos, no solo para los más ricos.

A su vez, subrayó que, según el índice del Censo Agropecuario de 2013, que se hizo después de 45 años (el promedio mundial es de un censo cada 10 años), el 0,4% de la población colombiana es dueña de 46,6% de la tierra, mientras que el 70% de la tierra en Colombia no tiene legalización.

“Si el 0,4% es el dueño de la mitad, ¿cuántos grandes que se dicen propietarios, incluso de buena fe, están dentro del 70% que no tiene legalización de tierras? Esa propiedad privada se la quitaron a los pequeños para aumentar las grandes fincas del país, y eso tiene que ver con todo el proceso de desigualdad que se vive en Colombia. Esto es demasiado grave, porque los defensores de la propiedad privada han sido los grandes depredadores de la tierra”, apuntó.

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Avella detalló que, en la Constituyente de hace 30 años, se dejó un artículo donde se prohíben los monopolios, pero sostiene que faltó tener en cuenta un concepto clave: los oligopolios. Por ello, “tenemos clanes que se ocupan de la tierra, del fútbol, de los hoteles y del turismo, de la agricultura”.

“¿Ese es el libre mercado que se pregona? El libre mercado es para los poderosos, los que tienen el dinero suficiente para llenarnos de almacenes todo el país, para hacer las importaciones de todo el mercado europeo”, sostuvo.

Frente a las importaciones y a los tratados de libre comercio, la senadora manifestó que su existencia ha “arruinado” el campo, razón que la motivó a presentar un proyecto de ley que apunta a que los productos que se cultivan en Colombia y que alcanzan para el consumo nacional “no tienen por qué importarse”. Eso, según ella, va en contravía de los tratados de libre comercio que defienden “los amigos del capitalismo y de la propiedad privada”.

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¿Cómo impulsar la producción local?

Si bien la economía colombiana tiene el deber de integrarse a los mercados internacionales, Avella sostiene que la propuesta tiene que partir de una fórmula que sea diferente a la aplicada durante los últimos 30 años, que llevó a la aniquilación de las fábricas y las industrias en Colombia.

Tras 18 años en el exilio, como resultado de la persecución y asesinato de los miembros de la UP en los años 90, Avella recuerda el impacto que sintió a volver a Colombia y encontrar las fábricas de industrias como la textilera “cayéndose” a causa de “los defensores de la empresa privada, para volverse contrabandistas de China: el país comunista al que hay que tenerle susto, pero que es la segunda potencia económica del mundo”.

Para que el escenario cambie, la senadora aseguró que es necesario volver a una economía que propicie el ciclo económico regular, que ayude a crear trabajo en Colombia y que desemboque en un escenario planificado, tal y como sucede en países desarrollados. Al respecto, citó una de sus enseñanzas más profundas durante el exilio: algunos países desarrollados cuentan con la riqueza de países pobres.

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Asimismo, explicó que uno de los detalles que ha empobrecido a la nación tiene que ver con el anzuelo utilizado para que las empresas extranjeras accedan a invertir en Colombia: no pagar impuestos, dejando a Colombia como “el paraíso fiscal de las empresas”.

Para justificar su argumento, se refirió a la falta de impuestos a los rendimientos financieros de las compañías, aspecto que se grava mundialmente con una tasa de 35% del total ganado en los países donde tiene presencia. Si bien este aspecto se espera corregir con la reforma tributaria mediante un impuesto de 15%, la parlamentaria resaltó que “debe ser superior”.

“Creo que todos estos impuestos y otros los tenemos que recoger para el presupuesto nacional, porque si eso es empresa privada, que trabajen como nosotros y que se ganen su sueldo, pero no con los impuestos de la gente. Esta es una élite parásita, que vive del trabajo de los otros”, dijo.

Visión de la recuperación

Avella fue enfática al comentar que cualquier propuesta que se presente debe tener como fin la superación de la crisis económica sin precedentes por la que atraviesa el país, que es causada por las decisiones políticas de los últimos 30 años, y que se agravó y profundizó por la llegada de la covid-19.

Por ello, un punto que considera indispensable tiene que ver con aumentar los recaudos de los ingresos de la nación y rescatar “los impuestos que han regado”, así como con la asignación de $1 billón para una renta básica.

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Esto también pasa por asumir la recomendación de la Comisión de Expertos Tributarios, creada gracias a una proposición que la senadora presentó, la cual plantea la necesidad de reducir gran cantidad de servicios tributarios, en su mayoría destinados a 1% de las personas más ricas.

Otras propuestas apuntan a plantear sobretasas al sistema financiero y un impuesto al patrimonio, así como unas tarifas progresivas del impuesto a la renta, tanto para las personas jurídicas como para las personas naturales, con el fin de gravar de manera más fuerte a los que más tienen y, de manera diferencial, a los que menos tienen.

La oposición también propuso en el Congreso la rebaja de los sueldos parlamentarios y que todos aquellos que reciban sus sueldos de tasas parafiscales como las que se pagan a ciertos gremios no puedan ganar un salario más alto que el Presidente de la República.

El comunismo tiene una historia de fracasos a lo largo del mundo como Rusia, Venezuela y Corea del Norte. Si bien hay argumentos a favor del sistema implementado en China, es claro que quedan dudas enormes sobre, por ejemplo, las libertades individuales y el uso de la fuerza excesiva contra la población, que son el caso de la insatisfacción en Cuba.

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