Colombia decidió reducir los horarios de 48 a 42 horas como una forma de garantizar una mejor calidad de vida para los trabajadores, pero también para calmar los ánimos sociales. ¿qué tan buena es la medida y cómo impactará al mercado laboral?
En línea con lo que han hecho otros países, Colombia empezará una transición para reducir la jornada laboral de 48 a 42 horas. Y aunque la medida tiene detractores y seguidores, lo cierto es que sería la hoja de ruta para que el país sea más productivo.
La iniciativa, promovida por el partido Centro Democrático en el Congreso, ya era un tema de conversación de tanques de pensamiento y académicos, quienes apuntaban que Colombia tendría espacio para mejorar la productividad, que históricamente ha estado en niveles bajos y en 2020 cerró en rojo. La ley, entonces, sería un comienzo.
De acuerdo con el proyecto de ley, las empresas tendrán que reducir las jornadas de sus trabajadores de forma gradual. La norma indica que a partir del 2023 descenderá a 47 horas a la semana, el año siguiente a 46, en 2025 llegará a 44 horas y desde el 2026 Colombia tendrá, por ley, una jornada de 42 horas a la semana.
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Con eso sobre la mesa, la pregunta que queda es cuál es la línea que van a trazar el Gobierno, las empresas y los mismos trabajadores para que en unos años puedan hacer el mismo trabajo en menos tiempo.
Por un lado, los representantes de los empresarios ya están adelantando algunas mesas de trabajo para buscar la mejor manera de adaptarse a la nueva realidad que pone a Colombia en sintonía con otros países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde).
Eso sí, advierte la Ley, la norma no podrá ser una excusa para que haya un detrimento de sus salarios ni sus prestaciones sociales. Y eso se traduce en que si bien los horarios podrán ser más cortos, eso no quiere decir que los sueldos bajen ni que haya menos beneficios para los trabajadores.

¿Qué puede llevar a una mayor productividad? Expertos consultados por Forbes Colombia indican que las experiencias de otros países pueden servir para aclarar ese camino. Según apunta Stefano Farné, director del Observatorio Laboral de la Universidad Externado de Colombia, desde 1935 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estaba a favor de la semana de 40 horas, y que se implementara de tal forma que no implicara una disminución del nivel de vida de los trabajadores.
Con eso, se ven ejemplos como el de Francia, un país en donde ya se habla de una semana laboral de 35 horas; el de Ecuador con 40 horas o Chile con 45 horas y posibilidades de bajarla a 40 o 41. “Es un proceso inevitable que acompaña el desarrollo de la humanidad”, apunta Farné.
De hecho, entre los argumentos a favor de esos ajustes en el mercado laboral está que podría significar un mayor bienestar para los empleados en la medida en la que tienen más tiempo para sus tareas personales, lo que podría incidir de manera positiva en su desempeño laboral. Como cuenta Iván Jaramillo, del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, un ejemplo de eso se vio en Alemania, en donde algunos trabajadores lograron tener más tiempo para el cuidado.
Incluso, recuerda Jaramillo, una política pública para conciliar la vida laboral y familiar es parte también de una estrategia constitucional que busca equilibrar la cancha en las cargas domésticas, que afectan en mayor medida a las mujeres.
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El efecto en el empleo
Con esa fotografía de lo que podría ser el mercado laboral con menos tiempo de trabajo, los expertos destacan que esa hoja de ruta para implementar la ley tendrá que ser consensuada con los trabajadores y las empresas y tendrá que ir en línea con las condiciones económicas de los sectores.
Cristina Fernández, investigadora de Fedesarrollo y quien ha hecho varias publicaciones sobre el mercado laboral, manifiesta en ese sentido que “yo soy la primera defensora de las jornadas parciales, pero no creo en la reducción de la jornada laboral por decreto, sino de común acuerdo entre el trabajador y el empleador. El aumento en la rigidez del mercado laboral reduce la cantidad de horas de trabajo que pueden escoger de común acuerdo el empresario y el trabajador, lo que termina ocasionando una reducción en la productividad laboral”.
Por eso es que la investigadora subraya que, si bien es una medida viable, el mercado laboral colombiano es muy frágil y sin las decisiones adecuadas puede afectar la creación de empleos en algunos sectores.
Un ejemplo de eso es lo que sucede con las actividades de vigilancia, que tienen turnos laborales más largos y a quienes se les subirían los costos porque tendrían que pagar más horas extra. Ante situaciones como esas, el ministerio de Trabajo responde que está revisando los casos para buscar una manera de que la implementación de la norma no afecte aún más el empleo.
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Luego de la sanción de la ley, el Ministerio de Trabajo y otras entidades vinculadas al proceso tendrán que definir las reglas del juego para que las empresas empiecen a reducir sus horarios laborales. Incluso, como apunta la norma, el Gobierno tendrá que hacerle un seguimiento a los efectos de la ley y presentarlos periódicamente ante el Congreso.
Y para que Colombia alcance los niveles de los otros miembros de la Ocde, los expertos coinciden en que estas medidas también deben ir acompañadas de un plan para impulsar el empleo formal, que se ha visto particularmente golpeado por la crisis. Asimismo, subrayan que se debe adelantar una agenda de trabajo con el sector productivo para que la Ley sí impulse la productividad y no que tenga el efecto contrario.
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