La situación de las mujeres en Afganistan no puede pasar desapercibida ante la sociedad mundial. ¿Por qué Estados Unidos juega un rol importante en esa historia que ahora empieza a escribirse diferente para las mujeres?
Muchas veces quienes gozamos de haber nacido bajo los preceptos, valores e influencia occidental -muy especialmente las mujeres- no somos conscientes de lo afortunadas que somos. Vivimos en un mundo donde las leyes y las normas han evolucionado a lo largo de los siglos, adaptándose a las nuevas realidades, derivando en un marco legal orientado a proteger y hacer valer nuestros derechos y libertades.
Tampoco somos conscientes de la importancia que tuvo en nuestro modus vivendi actual la separación entre la iglesia y el Estado, circunscribiendo a la religión solo a una dimensión espiritual. El proceso de secularización de nuestra sociedad se dio gracias a hitos históricos tan importantes como la Revolución francesa, la Independencia estadounidense y las revoluciones liberales del siglo XVIII y XIX.
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Debido a lo que está pasando hoy en Afganistán y a lo que están dolorosamente condenadas a padecer las mujeres bajo el régimen Talibán y el yugo de la Ley Sharía, luego de la retirada de EE. UU., hay un foco de atención que debemos aprovechar.
Las mujeres libres y con influencia en nuestros respectivos entornos, tenemos el deber moral de pronunciarnos y condenar abiertamente la flagrante y sistemática violación de los Derechos Humanos que viven millones de mujeres musulmanas. No olvidemos que hoy las mujeres en países como Arabia Saudita, Irán o Yemen también están viviendo un verdadero infierno debido a la interpretación radical de la ley religiosa islámica. No nos confundamos: no hacerlo se constituiría en un silencio cómplice y hacerlo tampoco es desconocer las injusticias que viven muchas mujeres en nuestras propias sociedades.
De igual manera, en ningún caso debemos confundir “diferencias culturales” con nuestro deber indoblegable de abogar por la libertad, la autodeterminación y la equidad de género en el mundo.
Es cierto que en América Latina estamos lejos de vivir en un mundo donde la ley se aplique de manera efectiva para todos, en especial las mujeres. Pero las principales razones que explican dichas ineficiencias se centran principalmente en tres ámbitos: ineficiencias del Estado, negligencia por factores culturales, o por corrupción.
“Unamos nuestras voces por la libertad y la justicia para todas las mujeres del mundo. Más allá de un derecho, es nuestra responsabilidad”
En ningún caso las leyes en nuestros países van a permitir que oficialmente se lapide, se ampute, se azote o se decapite a una mujer en público porque fue adúltera, por negarse a casarse a los 10 años, salir a la calle sola, hacer un sonidos al caminar, estudiar o por reír a carcajadas, entre otras cosas. Bajo los preceptos de la Ley Sharía, la mujer no solo es considerada un ser inferior, sino propiedad de los hombres.
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Estados Unidos se equivocó con su retirada de Afganistán. La coyuntura política, la polarización ideológica, el complejo de ser un país hegemónico y razones personales del presidente Biden fueron los principales motivos para salir del territorio afgano.
Un error histórico que pesará por siglos sobre los hombros de EE. UU. Repito, no hay que confundir la defensa de los Derechos Humanos con la impunidad implícita que enmarca la defensa de la “multiculturalidad” cuando esta atenta contra la libertad individual. Unamos nuestras voces por la libertad y la justicia para todas las mujeres en el mundo. Más allá de un derecho, es nuestra responsabilidad.
Por: Marcela Prieto*
*La autora es Politóloga y experta en política pública. Vicepresidenta de Relaciones Institucionales para Iberoamérica y EE. UU. de Visión Américas LLC, directora del Comité de Política Pública de Women in Connection.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.