El economista y rector de la Universidad de Norte Adolfo Meisel presenta una mirada a la historia empresarial del Caribe colombiano como columnista invitado en Forbes. "Conocer las tradiciones de las migraciones que recibimos en esta región del país permite fortalecer la visión de futuro de una sociedad creativa, innovadora y versátil en la actividad empresarial", dice.
La nueva historiografía del Caribe colombiano ha puesto de presente aspectos poco conocidos de esta región y rescatado otros que han caído en el olvido. Entre los más significativos está el volver a mirar la profunda tradición empresarial que caracterizó a esta parte del país y su aporte a la nueva historia empresarial nacional.
Sobre la base de nuevos archivos, tanto nacionales como extranjeros, ha sido posible reconstruir la presencia, desde fines de la colonia española, de una sólida comunidad empresarial de inmigrantes que dinamizó la economía regional y ayudaron a forjar un espíritu inversionista e innovador que se reflejó en múltiples iniciativas productivas. A fines del siglo XVIII en Cartagena de Indias había un grupo de grandes comerciantes dedicados a las exportaciones e importaciones, la mayoría de los cuales eran de Cádiz, España. Bastante más pequeño, pero también activo, era el grupo de comerciantes catalanes asentados en Santa Marta.
Con el advenimiento de la república empezaron a llegar a Barranquilla una gran cantidad de inmigrantes, inicialmente norteamericanos, pero sobre todo judíos sefarditas de las islas del Caribe, Saint Thomas, Curazao y Aruba. Los apellidos de esos inmigrantes se volvieron con el tiempo barranquilleros típicos: Cortissoz, Juliao, Sourdis, Heilbron, Álvarez-Correa, Salas, entre otros. Este grupo judío forjó empresarios locales emblemáticos, como Ernesto Cortissoz, uno de los fundadores de SCADTA, la segunda línea aérea comercial del mundo. También hubo una amplia corriente de inmigrantes que venían de Alemania e Italia, en su mayoría ligados al negocio de la exportación del tabaco desde los Montes de María y la navegación fluvial: Held, Lindemeyer, Geiseken.
Desde la última década del siglo XIX empezaron a llegar de Medio Oriente muchos sirio-libaneses y palestinos que huían de las persecuciones del Imperio Otomano, y por esa razón entraron con pasaportes emitidos por Turquía. Fue así como los Muvdi, Yidi, Abufhele, Maria, Dacarett, entre otros, también enriquecieron la cultura del Caribe colombiano.
Con el ascenso del Nazismo al poder en 1933 aumentó la llegada de judíos ashkenazi, es decir del norte de Europa. Apellidos como Stecklel, Schmulson, Gilinski, Mayer, Sredni, Caridi, se vincularon a la actividad industrial y comercial.
He mencionado solo algunos grupos de inmigrantes, pero hay que señalar que hubo destacados oriundos de Estados Unidos, como los Parrish, empresarios de la construcción. Karl Parrish y Karl Parrish Jr., su hijo, construyeron la nueva Barranquilla y su emblemático barrio El Prado; también lideraron la fundación de instituciones educativas, como la Universidad del Norte y el Colegio Parrish.
Ellos, junto a quienes migraron del interior del país y los costeños, han forjado una tierra fértil para la actividad empresarial en la costa norte. Conocer las tradiciones de las migraciones que recibimos en esta región del país permite fortalecer la visión de futuro de una sociedad creativa, innovadora y versátil en la actividad empresarial. Las nuevas generaciones de empresarios del Caribe colombiano son muestra de ello y del potencial económico que proyectan a futuro.
*El autor es rector de la Universidad del Norte.
**Esta columna de opinión apareció en la edición impresa de Forbes Colombia de septiembre 2021.
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