La crisis económica, y la consecuente recuperación, han puesto de manifiesto los daños de una desigualdad económica que, antes de la crisis, pasaba por alto para numerosos gobiernos.
Divergencias, y más divergencias. Así podríamos iniciar un artículo como este, en el que, nuevamente, tratamos de señalar otro problema que afecta a las economías y que, pese a que la economía está más presente en nuestras vidas que nunca, pasa por alto en numerosas ocasiones.
Ya sea por la definición realizada por numerosos economistas o porque no hemos sido capaces de trasladar la importancia de este tipo de fenómenos en la economía y, más importante, en la sociedad, la desigualdad y las divergencias entre territorios sigue siendo un asunto secundario para muchos de los gobernantes de América Latina.
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Así, la desigualdad es un concepto que hemos escuchado hasta en la sopa. Todo el mundo, al menos una vez al mes por los periódicos, ha escuchado hablar de desigualdad, así como de lo que este fenómeno significa. Para hacernos una idea, es esta desigualdad la que ha provocado que haya países en los que el daño por la pandemia en sus empresas y su sociedad es claramente menor que el registrado por otros.
Es esta desigualdad la que ha permitido registrar menos muertes en unos países que en otros. Y es esta misma desigualdad, siendo este otro claro ejemplo, la causante de las divergencias en la respuesta fiscal ofrecida por los Gobiernos, donde tenemos a Estados Unidos, que ha podido movilizar el equivalente al 18% de su PIB en recursos, mientras tenemos otras economías como México, donde la escasez le ha impedido destinar más del 1% de su PIB a combatir, con recursos, la pandemia.
Como digo, es importante señalar el impacto de las divergencias y las desigualdades en la economía y en la población. Pues estas desigualdades son determinantes en el modo de vida de la ciudadanía. Para entender esto que comento, veamos otro ejemplo muy claro, del cual hemos sido testigos gracias a la pandemia. En este sentido, mientras economías como la española podían, con recursos, hibernar la economía, sostener los ingresos de las familias y liberar de costes a sus empresas. En otros países como el citado México, esto no ha sido posible, pues no solo no es posible llevar a cabo un programa como el citado, sino que la elevada informalidad económica lleva al Gobierno azteca a no reconocer, siquiera, al 30% de su población empleada en una actividad, ya sea formal o informal.
Como vemos, y especialmente en esta crisis, la desigualdad ha estado muy presente. Y, de ella, deberíamos extraer lecciones para las próximas. Pues, como veremos a continuación, es importante señalar las consecuencias de esta desigualdad, pues son de gran relevancia.
Relativo a estas desigualdades, fue la propia OCDE la que, hace unos meses, se pronunciaba al respecto, señalando la existencia de desigualdades que se han acentuado con la crisis que hoy nos afecta, las cuales siguen ensanchándose, a la vez que amenazan la economía globalizada.
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Pues, si bien se espera que el crecimiento del PIB mundial evolucione favorablemente el próximo año, la OCDE también ha avisado de que, a finales de 2022, el ingreso mundial todavía seguirá siendo cerca de tres billones de dólares inferior a lo previsto antes de la crisis. Tres billones de dólares que equivalen aproximadamente al tamaño de la economía francesa, por lo que hablamos de una situación, a priori, preocupante.
Y es que, como comentábamos anteriormente, la desigualdad deja escenarios como el que vemos en esta recuperación. Donde tenemos países como Paraguay, que prevén recuperar su economía en el presente ejercicio, mientras teníamos otras que prevén hacerlo en 2022, como es el caso de países como Brasil, Chile, Colombia, entre otros.
Y ni que decir de economías como México, la cual prevé recuperarse en el año 2023, o Argentina, que prevé hacerlo en el 2025. Así, mientras Chile o Colombia pueden remontar el vuelo el próximo ejercicio, México y Argentina, así como toda su ciudadanía, por ejemplo, deben esperar para ver el bienestar previo a la pandemia hasta pasados dos años.
Una comparación que, de contrastar con las economías desarrolladas, es más desesperanzadora aún.
Esto no es más que el producto de esas desigualdades, acentuadas por la pandemia, y que, pese a que muchas economías se recuperan, nos llevan a no recuperar plenamente la economía por la situación que viven, todavía, numerosos países; y que prevén vivir en los próximos años en algunas ocasiones. ¿Las razones? Son muchas, pero, de acuerdo con el FMI, destacan especialmente la vacunación, donde la desigualdad está presente; la respuesta fiscal, donde está más presente aún; y los recursos sanitarios, donde, de la misma forma, destaca esa desigualdad entre países. Estos factores, donde encontramos una marcada desigualdad, se traducen en una recuperación asimétrica que nos sitúa aún lejos del final de la crisis.
Por: Francisco Coll Morales*
*El autor es economista, Redactor jefe y jefe de análisis de Economipedia. Analista económico en más de 40 medios, nacionales e internacionales.
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