El presidente de Argentina, Alberto Fernández, fue el primero de los regionales en pronunciarse, y destacó que "no hay inocentes en esta historia", refiriéndose al nuevo orden mundial derivado de la pandemia.
La reunión del G20, que comenzó hoy en Roma, no solo plantea temas de gran relevancia para el mundo, como la crisis ambiental, el acuerdo tributario internacional o la pandemia de Covid-19, sino que también representa un escenario clave para que las principales economías de América Latina solucionen algunos problemas que arrastran desde hace tiempo.
Es el caso de Argentina, Brasil y México, que destacan por ser las economías regionales que hacen parte de este selecto grupo de naciones que reunen 85% del PIB mundial y 60% de la población global.
En cuanto al primer ejemplo, el presidente Alberto Fernández se reunirá con la presidenta del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, para discutir sobre los más de US$46.000 millones que Argentina debe a la institución, tras los rescates financieros que ha recibido para solventar la crisis económica que ya alcanza dos décadas.
Lo cierto es que la situación está lejos de mejorar. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), alrededor de 40% de la población argentina vivía en condiciones de pobreza para el primer semestre de 2021, totalizando 18,8 millones de personas cuyos ingresos no alcanzan para suplir sus necesidades básicas.
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Durante la cumbre, el presidente Fernández planteó su postura frente a las responsabilidades colectivas de los miembros del G20, y aseguró que “no hay inocentes en esta historia“, con respecto a la crisis global derivada de la pandemia. Al mismo tiempo, reclamó a los miembros del grupo su apoyo frente a una negociación justa con el FMI.
“Son tan responsables los que se endeudaron sin atender las ruinosas consecuencias sobrevinientes, como los que dieron esos recursos para financiar la fuga de divisas en una economía desquiciada“, añadió durante su discurso, que se dio a puerta cerrada.
Justamente el caso de Argentina está sirviendo de ejemplo para Brasil, cuya situación enfrenta una complejidad que la llevaría a acercarse a su contraparte regional. Esto teniendo en cuenta que las proyecciones económicas para el país gobernado por Jair Bolsonaro, que tuvo una caída de 0,1% del PIB en el segundo trimestre, no son alentadoras.
Basta con observar la sequía que enfrenta en la actualidad, que califica como la peor en los últimos 91 años, así como la caída de 2,8% en la producción agropecuaria, una de las industrias más fuertes de la nación, que destaca además por su potencial exportador en el segmento de alimentos. A esto hay que unirle la inflación, que acumuló 8,99% en un año, con corte a septiembre.
Dicho panorama fue el foco principal del discurso de Bolsonaro ante los miembros del G20, haciendo hincapié en la necesidad de promocionar un comercio internacional “libre de medidas distorsionadas y discriminatorias”. Para lograrlo, hizo un llamado a la implementación de un mayor flujo de inversiones.
“Gradualmente, nuestras economías se recuperan a medida que la crisis sanitaria es superada. Esos dos procesos de recuperación caminan lado a lado”, apuntó.
Otro de los asuntos que Bolsonaro deberá explicar radica en su compromiso con la estrategia contra el cambio climático, teniendo en cuenta que las emisiones de gases de efecto invernadero aumentaron hasta 9,5% en el país durante la pandemia de Covid-19, según estudios del Observatorio del Clima de Brasil.
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Al mismo tiempo, el mandatario enfrentará una fuerte presión de sus homólogos europeos, sobre todo del presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien aseguró durante su discurso en la reunión inaugural de la cumbre que se necesita una cooperación con los países vulnerables para acelerar tanto la recuperación económica como la transición ecológica.
Por ello, instó a las naciones miembros del grupo a compartir hasta US$100.000 millones para este fin, en el que contarán con el apoyo del FMI. “Francia está comprometida a hacer esto. Otros miembros del G20 se están uniendo a nosotros. Pido a nuestros socios que hagan lo mismo”, agregó.
Con respecto a México, hay que empezar mencionando el hecho de que su presidente, Andrés Manuel López Obrador, no asistió a la cumbre, sino que envió a su secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, como suele hacer en este tipo de eventos internacionales. Además de ser el único país latinoamericano cuyo mandatario no acudió a la cumbre, se une a China y Rusia, cuyos presidentes Xi Jinping y Vladimir Putin, fueron los grandes ausentes de la reunión.
A pesar de ello, el rol de México contiene un alto nivel de importancia, pues la nación tiene como propósito defender el “reconocimiento universal” de las vacunas de Covid-19 aprobadas a nivel mundial. Esto con el propósito de lograr el 70% de vacunación a nivel global para mediados de 2022, según los objetivos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).