Colombia ha apostado por el carnet de vacunación para garantizar un consumo seguro. Una estrategia que, de no impulsar los ritmos de vacunación, podría ser un rotundo fracaso.
Esta semana el Gobierno Nacional anunció que se sumará a otras economías en la exigencia de un carnet de vacunación a sus ciudadanos para acceder a determinados establecimientos. Con esta medida, el Gobierno pretende seguir combatiendo el virus, a la vez que garantiza un consumo responsable, libre de virus e infecciones. Una medida que, sobre el papel, es muy positiva para el país, pues le permite controlar la situación de mejor manera. Sin embargo, en la práctica y atendiendo a los datos que ofrece el país, podríamos hablar de un asunto polémico.
En este sentido, debemos saber que hablamos de una medida impulsada por numerosas economías. Estados Unidos, Suiza, España, así como todas las economías desarrolladas han comenzado a utilizar esta herramienta para controlar los contagios, a la vez que promovían el consumo seguro y la reapertura de muchos sectores.
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Gracias al certificado Covid, muchos son los negocios de hostelería, de restauración, así como del sector servicios en general, que han podido operar con normalidad debido al mayor control del virus que este sistema ofrece. Y es que, con la vacunación y el carnet, controlar el virus en estas economías está siendo mucho más sencillo, por lo que sus economías, y como avisó el FMI, se recuperan progresivamente.
Ahora bien, debemos saber que hablamos de economías desarrolladas, en las que una gran parte de su población ya se encuentra vacunada. En este sentido, países como Alemania o Suiza, en los que se ha aplicado esta política, cuentan con una gran mayoría de la población vacunada, ocupándose en estos momentos el Gobierno de decidir si procede a la aplicación de una tercera dosis de refuerzo para la población que ya tiene la pauta completa. Incluso en España, el ritmo de vacunación es tan acelerado que el certificado Covid se ha extendido por todos los sectores, permitiendo una reapertura segura. No obstante, este no es el escenario que presentan todos los países.
Es el caso de las economías de América Latina y, en este caso, de Colombia. Si atendemos al ritmo de vacunación de estas economías, estamos hablando de divergencias que podrían corregirse con este tipo de políticas, pero que también podrían ser el factor que justifique su fracaso.
Para que nos hagamos una idea, mientras que, de media, cerca del 50% de la población en las economías avanzadas ha recibido la vacunación completa, en comparación, las emergentes no cuentan ni con menos de la mitad de ese porcentaje. Comparando entre países, mientras que España, por ejemplo, alcanza el 70% de la población vacunada, Colombia no supera el 32%.
En un ranking, de entre las economías de América Latina, Colombia se encontraría en el puesto 14, entre las 21 economías que integran la región.
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Además, debemos señalar que ese porcentaje del que hablamos es un promedio. Si tenemos esto en cuenta y analizamos las desigualdades locales que presenta la propia Colombia, nos topamos con poblaciones en los que el porcentaje es incluso menor al mencionado, por lo que el riesgo, en determinadas zonas del país, es mayor. Una situación a la que se suma una desaceleración en el ritmo de vacunación que venía registrando Colombia desde comienzos del año.
Ante semejante contexto, esta política, por un lado, podría significar un estímulo para acelerar el ritmo de vacunación. En otras palabras, este tipo de políticas permiten fijar metas, a la vez que promueven la vacunación entre una ciudadanía que prefiere vacunarse a vivir sin ocio. Por esta razón, sumarse a otros países y comenzar a exigir la vacunación para el consumo en determinados sectores es una política muy en la línea de las políticas que deben aplicarse en la pandemia. La muestra, como hemos dicho, la encontramos en unas economías desarrolladas que, en 2022, prevén estar todas recuperadas.
Sin embargo, unos ritmos de vacunación tan lentos, en los que la estadística no supera el 30%, y en un escenario en el que el abastecimiento de vacunas peligra por los acuerdos y las cadenas de suministro, hablamos de una medida que incapacitaría a un gran número de ciudadanos para poder consumir en numerosos sectores que hoy permiten la reactivación de la demanda y, por ende, la recuperación económica. Una situación preocupante, pues hablamos de que únicamente el 32% de la población, por ejemplo, que es la población vacunada, podría consumir en bares, restaurantes, comercios, así como otros tipos de establecimientos comerciales, de todos los sectores.
Por esta razón, es una decisión valiente, pero esta decisión debería ir acompañada de planes para estimular el ritmo de vacunación, alcanzando registros notablemente superiores y que presenten una mayor convergencia con los registros que muestran las economías desarrolladas.
De nada sirve aplicar políticas de este tipo si, posteriormente, los indicadores muestran que el país no es capaz de seguir este tipo de estrategias. Pues debemos saber que, como dijo un día el profesor y economista de la Escuela de Chicago Thomas Sowell, “Debemos medir las políticas por el impacto que tienen en la sociedad y no la intencionalidad con la que fueron aplicadas”.
Por: Francisco Coll Morales*
*El autor es economista, Redactor jefe y jefe de análisis de Economipedia. Analista económico en más de 40 medios, nacionales e internacionales.
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