Según un estudio realizado en Harvard, el 70 % de los mileniales se preocupan por que haya negocios de impacto en su portafolio de inversión.
Generar impacto siempre ha sido el objetivo, desde el inicio de mi carrera hace 30 años, hasta hoy, aunque el significado ha cambiado: impactar pasó de ser una meta de marketing y es hoy la razón de ser del negocio mismo.
¿Entonces qué es impacto y cómo se convirtió en una preocupación del ecosistema global de emprendimiento? Se trata de una visión integral que responde a los intereses económicos, sociales y ambientales de una manera alineada y coherente.
La conversación empezó alrededor del 2007: los fondos y organizaciones filantrópicas como el Rockefeller Foundation, entendieron que si las inversiones en proyectos que impactaban a las personas o al planeta no eran rentables, su sostenibilidad sería inviable. Nació así una nueva asset class que se bautizó como Inversión de Impacto.
En el año 2016 se plantearon las metas de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas y pronto se concluyó que los gobiernos y la filantropía solo podrían aportar el 50 % del dinero requerido para lograr las 17 metas, planteando una nueva realidad en la que sí o sí, la empresa privada debe ser parte y tiene la oportunidad de participar en la construcción de un mundo mejor y además obtener un retorno de su inversión.
Hoy hay otras fuerzas impulsando este gran cambio y que son imparables: la primera es la tecnología. Las herramientas que tenemos hoy nos permiten lograr cosas que antes eran imposibles. El teléfono que tenemos en el bolsillo es más poderoso que el computador que se usó para ayudar a los astronautas a llegar por primera vez a la luna.
La inteligencia artificial, los sensores, blockchain y otras tecnologías exponenciales están logrando que compañías con el propósito de lograr cualquiera de las 17 metas de desarrollo sostenible puedan avanzar rápido especialmente en proyectos e iniciativas orientadas a contrarrestar el cambio climático. Varios sectores están luchando por descarbonizar la economía. Desde los obvios como el energético hasta la agricultura y alimentos (FoodTech). El mundo hoy tiene referentes como Tesla o Beyond Meat y NotCo en Latinoamérica.
La otra gran fuerza empujando este cambio es el consumidor. De acuerdo con Nielsen, en el 2020 se compraron un 50 % más de productos sostenibles en USA que en el 2014. Y de acuerdo con la Cámara de Comercio de Estados Unidos, el 25 % de los bienes vendidos este año lo serán también.
La gente joven no quiere comprar cosas que destruyan el medio ambiente. No quieren trabajar en compañías que no estén alineadas con sus valores. Si una compañía extrae del planeta más de lo que regresa, hoy está teniendo problemas atrayendo y reteniendo empleados.
Según un estudio realizado en Harvard, el 70 % de los mileniales se preocupan por que haya negocios de impacto en su portafolio de inversión. Esta es una generación que cada día tiene mayor poder adquisitivo y va a empezar a exigir cada vez más que todo lo que consumen –incluyendo productos financieros– tenga un triple impacto.
Me hice inversionista con el propósito de aprovechar estas dos fuerzas y fundé CPT Investments para acelerar e impulsar el emprendimiento en Colombia y en América Latina. Para mí, negocio e impacto tienen que ser sinónimos. Enfocarse solo en los resultados económicos es un error ético y financiero. Si lo hacemos, nos vamos a quedar con las manos vacías. El mundo ya no está para eso.
Por: Andrea Arnau*
*La autora es fundadora y CEO de CPT Investments, inversionista en Shark Tank Colombia y Shark Tank México.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.