La COP26 dejó un sabor amargo debido a la debilidad de sus conclusiones. Si bien significaron el primer paso de una lucha de 10 años por rebajar las emisiones de CO2, también revelaron la falta de compromiso de algunas naciones. Forbes estuvo presente durante todo el evento, cuyas negociaciones revelaron que la financiación será el cuello de botella más grande para el futuro.
Si los compromisos del G20 fueron la preparación para los debates sobre cambio climático, la COP26 celebrada en Glasgow fue el plato fuerte en torno a dicho conflicto. Y los líderes mundiales lo tuvieron muy claro, no solo por el reporte del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) publicado en agosto, sino por las protestas que tuvieron lugar durante todas las jornadas de la cumbre, que se llevó a cabo del 31 de octubre al 12 de noviembre.
Tanta fue la presión, que el encuentro debió extenderse un día más, hasta el sábado 13 de noviembre, para cerrar un acuerdo que sentara las bases de la lucha que definirá la próxima década, con un objetivo claro: reducir las emisiones de carbono a la mitad en todo el mundo. El resultado fue agridulce, pero dejó resultados que no se habían visto nunca en las anteriores COP.
Y es que, por primera vez, se apunta al carbón como directo responsable del calentamiento global, aspecto que le da un tinte histórico al ‘Pacto Climático de Glasgow’, pues fue algo que ni el aclamado Acuerdo de París pudo conseguir. El problema fue que las delegaciones de China e India, a último minuto, decidieron rebajar la dureza del texto y abogar por una “reducción gradual” en lugar de una eliminación, lo que le quitó peso al logro.
Sin embargo, el mayor cuello de botella radica en la financiación para la lucha contra el cambio climático, ante el incumplimiento de las economías desarrolladas de donar US$100.000 millones anuales a los países emergentes para financiar su transición energética.
“Estamos preparados para poner ese dinero en inversiones legítimas, y creo que depende de nosotros que podamos hacerlo así, pero tendremos que sentarnos juntos, calcular cómo tomamos el primer riesgo y cómo conseguimos que los bancos de inversión nos reestructuren en algunas cosas para que haya más capital disponible”, dijo a Forbes el enviado especial de la presidencia de EE.UU. para el Clima, John Kerry.
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A pesar de la dureza de las negociaciones, Kerry confesó estar “absolutamente confiado de que podemos hacerlo”, y aseguró que “Estados Unidos trabajará día y noche para lograrlo”.
Las declaraciones de Kerry se vieron complementadas por el presidente de la COP26, Alok Sharma. Al ser consultado por Forbes acerca de los esfuerzos para ayudar a los países en desarrollo con la transición energética, el directivo destacó iniciativas como la que lideran las fundaciones Ikea y Rockefeller, que destinarán US$10.000 millones para el desarrollo de energías renovables.
Al mismo tiempo, reveló que el Consejo de Transición Energética de la COP26 mantuvo conversaciones sobre la importancia de estos esfuerzos, que van a continuar por lo menos cinco años de manera ininterrumpida.
“Estamos viendo un cambio importante en el sector financiero, incluyendo al sector privado, que se está dando cuenta de que los riesgos climáticos son importantes para sus portafolios, y que necesitan alinearlos a procesos muchos más sostenibles”, comentó a Forbes la secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Patricia Espinosa.
En esa misma línea, Válerie Masson-Delmote, copresidenta del primer grupo laboral del IPCC, que trabaja sobre las bases físicas del clima, explicó que, entre las posibles alianzas para frenar el cambio climático, aquella relacionada con servicios climáticos para facilitar conocimiento e información en todo el mundo es vital, pues “ese curso de acción puede estimular a los stakeholders para tomar acción”.
Otra de las iniciativas más mencionadas, sobre todo entre los latinoamericanos, fue el Acuerdo de Escazú. Esto ante la falta de ratificación de varios países ligados al mismo, incluyendo Colombia. Más allá de la protección de la Amazonía, el llamado ante la COP se centró en la protección de las comunidades indígenas, que también ocupan un rol indispensable.
“Tenemos que estrechar distancias y unir varios países en el objetivo de limitar el calentamiento global mediante la transición energética”
john kerry, enviado especial del presidente de ee.uu. para el clima
Este llamado al compromiso no vino solo desde los activistas, sino que también alcanzó las voces de los jefes de Estado. Es el caso del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, quien sostuvo un breve encuentro con miembros de comunidades indígenas latinoamericanas mientras recorría los pabellones de la COP26.
Durante la conversación, a la que Forbes tuvo acceso, Trudeau les agradeció por su labor y se comprometió a poner más presión sobre países que no han mostrado un compromiso total al respecto. Allí, mencionó al gobierno de Brasil liderado por Jair Bolsonaro, criticado por las elevadas tasas de deforestación en la Amazonía, que podría perder hasta 860.000 hectáreas al cierre de este año, según reportes del Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP).
“Sabemos que hay desafíos con el gobierno de Brasil en particular frente a la protección del medio ambiente, y seguiremos presionando hasta que comprendan que las comunidades indígenas son esenciales, no solo para el futuro del medio ambiente, sino del mundo entero”, dijo Trudeau.
A la espera de lo que sucederá en la COP27, que se celebrará en la ciudad de Sharm el-Sheij, en Egipto, la gran preocupación del mundo radica en si cada país empezará a dar muestras de compromiso y cumplirá lo acordado en Glasgow. Pese a ser poco ante la urgencia actual, podría ser el verdadero primer paso de un objetivo trascendental en la historia de la humanidad: asegurar su supervivencia.