Con la decisión de entrar exclusivamente a inversiones que tengan impacto social o ambiental, Mauricio Hoyos está detrás de Tvalley, desde donde dice que encuentra y asegura valor de largo plazo.

El gen emprendedor de Mauricio Hoyos Holguín se hizo notar desde cuando estaba en el colegio, en Bogotá, donde montó una distribuidora de dulces pero se la cancelaron por falta de permisos. “Tenía esas ganas de que si me daban 100 pesos quería volverlos 200 pesos”, dice. 

Esa aspiración de multiplicar lo que tiene la han visto miles de latinoamericanos que han sido testigos de sus negociaciones en las ediciones colombiana y mexicana del programa de televisión Shark Tank.

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Pero en Tvalley, la compañía en donde concentra su portafolio de inversiones, las métricas que se exigen de crecimiento y rentabilidad van atadas a otras que están ganando fuerza en el mundo: las de impacto.

“Creemos que va a haber una transformación en la que el que no esté pensando en inversión de impacto se va a quedar por fuera”, expresa Hoyos a Forbes. “A medida que mejoremos las condiciones de vida, creemos que ahí hay valor de largo plazo”.

Nada nuevo para él, quien ayudó a su hermano Andrés Albán Holguín a que Puntored convirtiera en corresponsales bancarios a más de 75.000 comercios, con un efecto comprobado de inclusión financiera, hasta en los lugares de más difícil acceso del territorio colombiano. Estando en la universidad, trabajaba medio tiempo y más adelante encabezó el desarrollo comercial de la firma. Por otro lado, iba haciendo pequeñas inversiones que, luego recogió para “no tener todos los huevos en una canasta” y organizarlas en un portafolio que en 2018 ubicó bajo la sombrilla de Tvalley. La T, por la oficina en el barro Toberín de Bogotá y el Valley por querer contagiar a América Latina de la forma de hacer negocios de Silicon Valley.

“Empiezo a ver cómo podíamos multiplicar ese efecto”, cuenta Mauricio. “Darle a la cultura del emprendimiento esos beneficios que habíamos tenido nosotros”.

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En las empresas del portafolio, revisan qué porcentaje de crecimiento medio sucede en los ingresos de los clientes o qué porcentaje de ahorro de energía se logra con un producto frente al producto reemplazado, dando vida al componente de impacto.

Nosotros entregamos nuestra experiencia como emprendedores a emprendedores que han crecido con financiamiento propio, que han logrado probar su producto y que no van a poder conseguir el dinero que están necesitando para crecer más, lo cual es una carga impresionante”, explica Mauricio, quien describe que se encargan de “voltear las compañías” en un proceso que les toma entre 18 y 24 meses.

Más del 50% de las empresas del portafolio, que son más de 10, crecieron por encima del 50% durante la pandemia, creciendo por dos las utilidades y el valor transado en términos generales. En pandemia también experimentaron otra cara de la moneda, cuando una de las empresas que respaldaban no pudo sobrevivir.

Tvalley, que representa una particular intersección en la industria entre el capital de riesgo y el capital privado, interviene en sectores como fintech, software como servicio, saneamiento de aguas y energías renovables. A menor escala también lo hacen en edtech y legaltech. Puntored, Puntopay, Vigpro, Appen, Suncolombia y Liwa son algunas de las compañías del portafolio, en el que conviven compañías que facturan 2.000 millones o 10.000 millones de pesos colombianos cada año.

“Estamos nublados con las apps billonarias y muchos inversionistas se han dejado de interesar en los negocios que son normales y rentables y para nosotros siguen siendo interesantes y rentables”, apunta Hoyos. “Shark Tank me ha dado la oportunidad de aprender de un sin número de negocios de todas las industrias y cosas en las que jamás hubiera pensado estar. Eso es importante en Colombia para el emprendedor de a pie que se ha autofinanciado con su propia operación y que quiere una oportunidad”.

En su concepto, los emprendedores tienen con frecuencia problemas estructurales relacionados con los estatutos y la constitución de las compañías; la modelación financiera, especialmente con la incoherencia que existe en los valores de las compañías y en cómo cumplir el presupuesto, y la cultura organizacional, pensada como en la capacidad del talento humano de ejecutar, que es la base del rendimiento.

“No todo el mundo tiene que ser emprendedor”, recalca Hoyos. “Hay que implantar una cultura de reconocer el intraemprendedor, quien trae ideas a la empresa, reconociendo ese talento y haciéndolo parte de la composición accionaria. Todo el mundo lo sabe, pero no todo el mundo lo aplica, es algo que debemos implantar en Colombia”. 

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