Jubilada a los 46 años de profesora de literatura y lenguas, Lida Pabón asumió las riendas de la empresa familiar sin tener nociones de administración de negocios. Junto a su madre, Ana Elvia Forero, preservó el legado de su padre y construyó lo que hoy es Pinturas Tito Pabón, una organización con ventas de US$15 millones al año que ya suma más de 20 tiendas en el país.

Un discurso de motivación —al mejor estilo de Steve Jobs en Stanford— invade a Lida Pabón cada vez que habla con los más de 100 colaboradores de su empresa. Basta con solo ver esta escena para asumir que su rol de maestra ya no está en los salones de clase, sino adentro de la organización que ella misma ha construido en los últimos 14 años.

“Me gusta formar gente exitosa, servir y también enseñar”, dice Lida, minutos después de cruzar un par de palabras con Forbes. “Después de mucho tiempo descubrí que acá hay cosas por hacer y que es necesario la educación en los negocios. ¿Por qué? Porque las empresas tradicionales deben ser agentes de cambio”.

Criada en una familia de empresarios colombianos hechos a pulso, Lida, de 59 años, es la gerente general de Pinturas Tito Pabón. La empresaria asumió el reto de unirse al negocio a mediados del 2007 y desde entonces ha preservado el legado de su padre, alcanzando una facturación anual de casi US$15 millones.

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Aunque gran parte de su vida se dedicó a pasear salones de clase, preparar lecciones de literatura o corregir exámenes de colegio, en la última década Lida llegó a la empresa para transformar la sociedad, ahora desde el lado de los negocios. Bajo su liderazgo, cuenta, la empresa ha logrado expandirse desde el punto de vista operativo, pasando de un pequeño local de 10 empleados en el noroccidente de Bogotá a una planta de última tecnología en Tenjo, Cundinamarca.

“Es una planta chévere, de alta tecnología, hecha con mucho cariño. La idea es que uno pueda disfrutar y trabajar. Se ha invertido bastante, pero lo importante es que quede el mensaje”, dice la empresaria, quien anota que desde allí es donde se producen pinturas con los más altos estándares de calidad. “Descubrí que había una forma de transformar la sociedad con productos pensados para el bienestar de las personas”.

Con una red de 20 tiendas, retailers aliados y distribuidores en gran parte del país, Pinturas Tito Pabón ha logrado ubicarse entre los principales actores de un negocio que al año puede mover hasta $1,5 billones en Colombia. Pintuco, de Medellín, es el líder indiscutible, pero detrás le siguen Pinturas Bler, Tito Pabón, Tonner y Colorquímica, entre otras. Todos estos jugadores han apostado por productos con certificaciones sostenibles, en los que se eliminan metales pesados como el plomo y el cromo para mejorar el rendimiento y el impacto ambiental de las pinturas.

Esa premisa la tiene muy clara Pabón, quien sostiene que desde los últimos años la organización se ha volcado a ser una empresa líder en el sector, con laboratorios pensados para concebir productos de cero y bajo compuestos orgánicos volátiles. “Ahorita sacamos un producto que se llama Origen, que está cambiando el concepto de hacer las cosas”, cuenta. “Apostamos por una economía circular, una economía sostenible, y una empresa que construya sociedad. Es lo que realmente necesitamos”. 

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Madre e hija

La historia de vida de Lida ha estado marcada por la tenacidad de su familia, especialmente la de su madre. A los 16 años, su padre, don Tito Pabón, salió huyendo de La Cabrera, Cundinamarca, y se instaló en Bogotá para empezar a trabajar como vendedor. Allí encontró una oportunidad en la mezcla de pinturas y años más tarde fundó Vinicol, una empresa que nació en un pequeño local del barrio Santa Sofia, al noroccidente de la capital.

‘Don Tito’, como le decían sus conocidos, mantuvo por más de 30 años el negocio hasta que un cáncer en las cuerdas vocales lo obligó a parar y liquidar la empresa. En 1999 murió, pero su esposa, Ana Elvia Forero, tomó las riendas del local convencida que no podía dejar a la deriva los más de 10 empleados que para entonces tenían. 

“Mi mamá, que era su esposa, tenía 64 años en esa época. Ella pensó que no se podía dejar a los trabajadores así: sin trabajo y desubicados”, recuerda Lida. A pesar de no tener experiencia en negocios, y con pequeñas nociones de lo que le había enseñado su esposo, Forero fundó una nueva empresa en honor a ‘Don Tito’. La llamó: Pinturas Tito Pabón. Cuenta Lida que en el primer día le renunciaron varios empleados, al argumentar que no le harían caso a una mujer. “Le tocó muy difícil, pero mi mamá siempre ha tenido mucha fe”.

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Mientras Forero administraba el legado de Don Tito, Lida pasaba sus días en aulas de clase, repletas de libros, maletas y cartulinas. Años atrás se había graduado en idiomas en la Universidad Pedagógica y tenía una especialización en literatura latinoamericana en la Universidad Javeriana. Nunca se interesó en el negocio familiar y así se mantuvo a lo largo de 28 años que se dedicó a la academia.

“Mi mamá arrancó Pinturas Tito Pabón sola y seis años después me invitó a ser parte de la empresa”, recuerda Lida, quien para entonces estaba muy cerca de la jubilación. “De un momento a otro quedé pensionada a los 46 años y estuve desubicada. Me encantaba ser maestra, lo había hecho por 28 años, hasta que un día ya no se dio”.

Por invitación de mamá, Lida se unió a la empresa sin tener conocimientos de finanzas, contabilidad o administración de negocios. “Me gustaban los libros, el arte, la música y cero, pero cero, las ventas”, recuerda con gracia. “Pero la vida te pone muchos retos y me doy cuenta de que también se puede enseñar en la industria”. 

La heredera asumió la gerencia de Pinturas Tito Pabón en julio del 2007 y desde entonces implementó una serie de acciones para transformar la cultura organizacional de la empresa. Reconoce que de entrada el “choque” fue fuerte, pese a que con el pasar de los años se dio cuenta que se puede ser maestra en una industria que tradicionalmente ha estado repleta de hombres. 

“Empezamos a hacer cursos con laboratorios importantes, comenzamos a formar una empresa diferente, construimos una planta y empezamos a trabajar en cosas que antes no se veían: temas de luz solar, de manejos de espacios y de reciclaje”, dice la ejecutiva, quien admite que todos los camiones con los que transportan las pinturas ya son eléctricos. 

Lida ha estado al frente de la empresa en los últimos 14 años y desde entonces su amor a la academia la ha llevado a realizar estudios de alta gerencia e innovación en la Universidad de Berkeley y de marketing digital en la Universidad de Kellogg Northwestern, en Chicago, Estados Unidos. 

Quienes trabajan con ella le reconocen su liderazgo, su amor por la empresa y su pasión por enseñar. Sergio Rodríguez, coordinador de investigación y desarrollo, admite que Lida es una persona carismática, que le ha inyectado a la empresa una filosofía de cambio y transformación. “Todo lo que se ha puesto como meta lo ha logrado. Empecé hace 15 años y he visto cómo hemos pasado de ser dos empleados a más de 100”

“Es una mujer fuerte, que ha sabido sortear todas las situaciones que se nos han presentado. Siempre nos guía y está dispuesta a enseñarnos. Durante pandemia fue una época muy difícil, pero creo que fue una de las pocas compañías que decidió mantener todo su personal”, completa Jenn Gutiérrez, coordinadora de grandes superficies y clientes pymes de Pinturas Tito Pabón. 

Lida no comparte cifras de inversión, no habla de números ni mucho menos de ganancias. Dice que su tiempo se divide entre los quehaceres de la oficina y el tiempo con su hijo Sebastián. “Me gusta que se sienta bien en su país, aunque sea un país lleno de retos. Siempre le he enseñado que, si nacimos aquí, tenemos una misión: dejar huella”.

Cuando se le pregunta si le gustaría ser millonaria o tener riqueza, Lida es escéptica y de entrada confirma que no vino al mundo a buscar reconocimiento, ni mucho menos fortunas. “Yo solo busco servirle a la gente. La industria nació para servirle a la gente y eso mismo le he enseñado a mi hijo. No es tener la empresa más poderosa, la más grande o la que más vende, es que se hagan procesos diferentes para que el mundo pueda ser mejor”.

Doña Elvia Forero continúa visitando todos los días la planta en Tenjo, Cundinamarca, pese a que ya sobrepasa los 80 años. Cuenta Lida que es feliz trabajando y se siente bien aún cuando podría estar jubilada, lejos del negocio que ella misma ayudó a construir. De lejos, parte del éxito de Tito Pabón se debe precisamente al empuje de Elvia y la visión de Lida, dos mujeres que apostaron por crear empresa en Colombia cuando pocos creían que lo lograrían.

“Mi mamá sabe que esto le ayuda a las personas, pues las industrias sirven para que las personas crezcan y para que aprendan cosas”, concluye. “Lo único que me interesa es hacer cambios culturales en los negocios, que se vuelvan más conscientes de que los productos no son solo ganar y ganar, porque es que hay que dejarles un mundo a otros. A nuestros hijos y a los tuyos”. 

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