Muchos son los que pueden creer que lo ocurrido en Ucrania tiene poca relación con Latinoamérica, pero en una economía globalizada, esa afirmación es completamente falsa.
Cuando uno habla de las consecuencias que tiene una guerra, resulta un poco bochornoso cuando hay quien hace alusión a las pérdidas refiriéndose a los millones de dólares, de euros, o de rublos que pierde la sociedad por el conflicto. Pues, teniendo en cuenta el impacto de esta en la sociedad, con las desgracias que este tipo de sucesos conllevan, lo importante trasciende de las pérdidas económicas, siendo realmente determinantes las vidas humanas.
Sin embargo, ello no quita que podamos analizar, con todo y desde ese respeto, las pérdidas económicas que este conflicto ha generado y prevé generar en el futuro. Pues, al igual que hay quien únicamente habla de pérdidas económicas, los hay que dicen que dicho conflicto no tendrá ninguna consecuencia en su país. Una afirmación que, en el pasado, hubiera tenido algún sentido, pero que, en un mundo globalizado, en el que todos los países y, por ende, la economía, se encuentran conectados, carece de veracidad, como poco.
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Fue el economista y monetarista Milton Friedman, de la Escuela de Chicago, el que, mediante un video en el que trataba de explicar las bondades del libre mercado, nos contó cómo un lápiz, o mejor dicho, cómo la producción de un lápiz conectaba inmediatamente a numerosos países. En cuestión de horas, un norteamericano, un latinoamericano y un empresario o empresaria en Malasia son capaces de unirse para la producción de un lápiz. Desde la madera que se tala en Washington hasta el grafito producido en Brasil, pasando por el caucho de Malasia, todos estos bienes se unen para la producción de un lápiz, y como con el lápiz, ocurre con numerosos bienes, casi todos.
Extrapolando esta historia a la actualidad, y como bien sabemos, la producción está repartida por el mundo gracias a la globalización. Las cadenas de valor, que es como se conoce a esta cadena de producción, se encuentra repartida a lo ancho y largo de este planeta. Una empresa, hoy, diseña en California lo que se produce en China y que se embala en Rusia. La ventaja comparativa, introducida por el economista de la escuela clásica, David Ricardo, nos enseñó cómo los países, y mejor dicho, cómo la sociedad podía beneficiarse de todo esto, y ello a través de unos precios más bajos.
Esto mismo ocurre hoy, con la crisis de Ucrania. Para los españoles, por ejemplo, el 30% del trigo que sustenta a su ganado proviene de Ucrania. De la misma manera, el 70% del gas ruso es comprado por los europeos. Muchas empresas operan con Rusia y Ucrania, de la misma manera que esta lo hace con otras en otros países. Las relaciones comerciales trascienden de esta guerra, pero no salen airosas cuando esta se sucede, pues comienzan las sanciones, comienzan los sobrecostes y, con todo ello, comienza la escasez y la pobreza.
Cuando esta guerra comenzó, los países europeos se mostraron muy reticentes a la hora de aplicar sanciones y restricciones al comercio, si este comercio pasaba por el de bienes energéticos. Como decimos, la exposición europea al gas ruso, esa dependencia energética, se convertiría en un arma de doble filo si se aplican sanciones de calado. Un encarecimiento de los bienes energéticos, tratándose del primer eslabón de la cadena, suele provocar incrementos en los precios de los bienes finales. Si producir es mas caro, su precio también lo será.
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Lo que trato de decir es que, pese a que hablemos de una economía de segunda fila, lo que hace que Rusia sea un país estratégicamente importante es su papel como productor de numerosas materias primas. Todas aquellas materias primas que importan los países de estas economías, ante lo sucedido, prevén encarecerse sustancialmente y en tanto en cuanto dure el conflicto. Pese a que el impacto global es bastante limitado, ello no quita que los efectos lleguen a notarse en lugares muy remotos.
Y no mentimos si decimos que esta interconexión que vemos en el artículo, también se encuentra presente en los países de América Latina y, en efecto, en Colombia. Muestra de ello podría ser la presencia de Rusia en Nicaragua, Cuba, Bolivia y, especialmente, en Venezuela; país que, dicho sea de paso y al hilo del conflicto, ha realizado duras declaraciones contra Colombia por ser un aliado de la OTAN. Pero, volviendo a los asuntos económicos, hablamos de una problemática que acaba trasladándose a las economías de Latinoamérica, de igual forma, a través de los precios.
Con las subidas y bajadas que viven las commodities, los precios en las distintas bolsas de todo el planeta no dejan de subir, y teniendo en cuenta el problema de inflación que enfrenta el planeta en estos momentos, hablamos de una problemática que se trasladará al bolsillo de los ciudadanos latinoamericanos. Pues la economía, como a mi me gusta decir, está hiperconectada como si se tratara de una cadena mundial. Cualquier cambio poco significativo en una variable puede provocar un inmenso cambio en otra. Y teniendo en cuenta que desde la pandemia hoy todos creemos en cisnes negros, conviene estar atentos de cuan expuestos estamos ante este tipo de conflictos.
Por: Francisco Coll Morales*
*El autor es economista, Redactor jefe y jefe de análisis de Economipedia. Analista económico en más de 40 medios, nacionales e internacionales.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.