¿Qué va a pasar cuando los programas de auxilio económico que se le entregaron a las personas durante la pandemia terminen?

Puede que esta pregunta sea un poco aventurada hacerla ahora, pero con el transcurrir de los meses y de los debates, ciertos temas ganan relevancia y sobre la marcha se tomarán decisiones. Es el caso de los programas sociales que se crearon para contener la crisis social generada por la pandemia. La pregunta central que deberíamos empezar a discutir: ¿Qué sucederá con estos programas a partir de 2023? ¿Qué le vamos a decir a los 4 millones de hogares hoy beneficiarios de Ingreso Solidario a partir de enero de 2023?

En especial Ingreso Solidario logró en tiempo record identificar un conjunto amplio de la población en situación de pobreza y mitigar con ello el impacto de la pandemia. En principio, el programa se extenderá hasta diciembre de 2022 de acuerdo con la Ley de Inversión Social. Esto mismo ocurrirá con los programas creados para incentivar la creación de empleo, con especial énfasis en jóvenes y mujeres. Estos programas subsidian parte del salario asociado a la seguridad social, en línea con la propuesta, por ejemplo, de la Misión de Empleo. Sin embargo, el financiamiento de ambos programas no es claro a futuro, quedando en completa incertidumbre.

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Si bien la economía y el país se encuentran en una senda de recuperación, recobrando en parte el terreno perdido con la pandemia, es indispensable preguntarse: ¿Qué pasará con estos programas en 2023? ¿Hay con qué financiarlos después de 2022? Son todas preguntas que han empezado a responder los candidatos, no con toda la claridad necesaria, pero que tienen un común denominador: la necesidad de mantener por lo menos Ingreso Solidario, dejando un poco en el olvido los incentivos al empleo.

En el proceso de reformas que China llevó a cabo en 1978 para abrir su economía se impuso la idea de ir “cruzando el río sintiendo las piedras”, que remarca ese concepto de ir ajustando la política pública conforme se revisan los avances. En una suerte de gradualismo, de construir sobre lo construido, suena a una obviedad, pero se sorprenderían de lo habitual que es la idea en el sector público de arrancar todo de cero. Al final se aprovechó esta ventana de oportunidad de la pandemia para fortalecer la red de protección social del país, con mecanismos ya probados que deberían aprovecharse. Es un punto para pensar en seguir avanzado en el río.

Así, por ejemplo, Ingreso Solidario debería tener un carácter más permanente que coyuntural. Con esto podríamos empezar a preguntarnos: ¿cómo hacemos para seguir mejorando Ingreso Solidario?, dando el paso para pensar en un programa de más largo aliento y no tan coyuntural, mejor focalizado, con un mecanismo para ir “graduando” a sus beneficiarios, como sucede en Familias en Acción. En el caso de los subsidios al empleo: ¿los mantenemos en su formato actual?, partiendo de una dosis de realismo de la dificultad de pensar una reforma más estructural del financiamiento de la seguridad social.

De los siguientes pasos dependerá en gran medida cómo el país logra su objetivo de reducir la pobreza y crear empleo, aprovechando todo el terreno ganado. Estas preguntas iniciales para empezar a pensar la política pública con más largo aliento, dejar atrás esa idea que todo es coyuntural, o solo hacer ajustes cosméticos.

Y la pregunta obvia que sigue: ¿cómo financiamos esto?, será una pregunta que estará presente en el segundo semestre del año cuando inicie el proceso presupuestal. Esto para ir ambientando el debate tributario, que en una suerte de déjà vu, cada año nos lleva a revisar nuevas fuentes de ingresos. Hoy estamos ante un menú de opciones muy acotado, cerrada la opción de revisar los impuestos indirectos como el IVA por su impopularidad, y saliendo de una reforma que aumentó los impuestos a las empresas, nos queda la opción de revisar a fondo la tributación de las personas naturales. Lo importante de esta discusión sería converger a un consenso de revisar la tributación de las personas naturales: más progresiva, sin tantos beneficios y donde aportamos todos.

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Estamos empezando a escuchar con más claridad las propuestas de los candidatos en materia tributaria, ya sin evadir la necesidad de realizar una reforma por la situación de las finanzas públicas. Pero deberán tener presente que el esfuerzo en materia tributaria tendrá que ser del doble inicialmente pensado, porque, a la tarea de obtener 0,6% del PIB para cumplir con la nueva Regla Fiscal, es necesario buscar los recursos para mantener los programas sociales. Es un esfuerzo doble. De lo contrario, el país estará todos los años sufriendo para encontrar recursos para un gasto más permanente que coyuntural, discutiendo, por ejemplo, si buscar recursos en la privatización de Ecopetrol.

El esfuerzo necesario entonces será del orden 1,2% del PIB, partiendo que como mínimo mantenemos el actual esquema de Ingreso Solidario y no queremos incumplir la nueva Regla Fiscal. Las opciones se van reduciendo si se toma en cuenta que el impuesto al patrimonio y una mayor tarifa a los dividendos darán ingresos a lo sumo de 0,2% del PIB. En materia de impuestos a las personas se deberá pensar en las cargas: si queremos que el esfuerzo adicional recaiga únicamente sobre el 4% o 5% de la población más rica que hoy lo paga; si recae en mayor medida sobre otro tipo de rentas, no solo las laborales; o si aumentar únicamente las tarifas sin ampliar la base gravable—mejor dicho: que más colombianos declaren y paguen renta.

Es bueno que los candidatos lo tengan presente. En materia tributaria deberán pensar en una reforma que implique el doble del esfuerzo inicialmente pensado. De lo contrario, los programas sociales, como las transferencias monetarias, quedarían desfinanciados y a merced de ser la parte más fácil para ajustar si las finanzas públicas no se organizan completamente en el corto plazo. Claro está que siempre podremos contar con la fortuna de tener un mejor crecimiento económico, lo que haría que el esfuerzo tributario no sea tan grande, por lo menos en el corto plazo.

Por: Gabriel Angarita Tovar*

*El autor es economista de la Universidad Externado. Actualmente cursa estudios en la Escuela de Políticas Públicas de la Universidad de Chicago.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.