No podemos pensar en cambiar enfocados 100% en los resultados. Los procesos son importantes porque aseguran la continuidad en el tiempo de los cambios. ¿Por qué?

Hoy quiero entregarle una serie de artículos que son un verdadero ‘minicurso’ para lograr la modificación de sus hábitos.

Imagine que estamos hablando de las capas de una cebolla. En el centro, como primera capa, tenemos nuestra identidad; en la segunda están los procesos; y por último, la capa externa son los resultados.

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El gran error que cometen casi todos es que desean realizar sus cambios enfocados 100% en los resultados, es decir, en la parte externa. Dirigen sus esfuerzos desde la parte exterior hacia dentro, cuando los cambios reales surgen desde el centro hacia afuera, partiendo desde la concepción de nuestra identidad.

El camino correcto sería entonces:

  1. Decido quién quiero ser.
  2. Actúo como esa persona que quiero ser.
  3. Obtengo los resultados esperados.

Esto funciona así porque nuestras ‘creencias’ son las que determinan nuestro comportamiento. De no cambiarlas, estaríamos autosaboteando nuestros planes.

La definición que, en este momento, quiero que grabe en su mente es que detrás de un sistema de acciones siempre hay un sistema de creencias. Las conductas que no son ‘coherentes’ con su identidad serán conductas duraderas. La meta no es leer un libro, la meta es convertirse en alguien que disfrute hacerlo. La meta no es tocar un instrumento, la meta es convertirse en músico.

Debe ser muy cuidadoso con cómo se define a sí mismo. Si siempre está diciendo que es ‘pésimo’ para despertarse temprano, será imposible que algún día lo logre. Porque siempre va a tender a ser coherente con su identidad.

Además, puede que se esté preguntando si sus creencias y su visión del mundo son importantes para su conducta, ¿de dónde es que se forman? La respuesta es muy interesante: su identidad surge a partir de sus hábitos. Para ser más preciso, sus hábitos encarnan su identidad.

Cuando organiza su casa o su oficina, encarna la identidad de una persona ordenada. Entre más repita una conducta, más refuerza la identidad asociada a dicha conducta. Funciona igual si ha ido todos los domingos a la iglesia durante 20 años, tiene la evidencia de que es una persona religiosa.

Los seres humanos no cambiamos de la noche a la mañana. Una vez ejecutamos las acciones que son coherentes con la identidad que queremos, se van convirtiendo en nuestros hábitos, y por lo tanto, van acumulando evidencia de esa nueva persona que queremos ser, conduciéndonos a nuestro objetivo.

Me encanta la frase que dice que “cada acción es un voto por la persona que quiero ser”. Sostiene la idea de que el cambio es gradual, que para lograrlo no necesitamos cambios radicales sino pequeñas acciones sostenidas en el tiempo que nos llevan a grandes cambios.

Con base en esto, quiero reformular lo que dije al comienzo del artículo. El camino del cambio sería:

  1. Decido quién quiero ser.
  2. Incorporo pequeñas acciones diarias que, al acumularse, se convierten en hábitos que refuerzan mi nueva identidad.
  3. Transformo mi identidad.

Asimismo, pregúntese qué tipo de persona es capaz de obtener los resultados que usted se está proponiendo. Una forma efectiva de perder peso, por ejemplo, sería preguntarte antes de cada acción del día ¿una persona sana que haría?, ¿tomaría el ascensor o subiría por las escaleras?, ¿ordenaría una hamburguesa o una ensalada?. Si constantemente toma pequeñas decisiones basadas en su nueva identidad, finalmente terminará convirtiéndose en esa persona.

Por: Jaime Rubiel*

*El autor es especialista latinoamericano en productividad exponencial y creador del método 4M para formar una nueva generación de Líderes Exponenciales.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.