Santiago Puentes, Juan Manuel Agudelo y Juan Pablo Pradilla fundaron la marca Sajú y pusieron de moda los ‘cuelga gafas’, que se volvieron líderes de su segmento. Ahora, con sus gafas a base de plástico reciclado, esperan llegar este año a su primer millón de dólares en ventas. ¿Cuál es su secreto?
El mono capuchino, que se cuelga de la cola en los árboles y deja sus manos libres para maniobrar, inspiró su producto más famoso: los cuelga gafas. En 2017, luego de un intercambio académico en Francia, Juan Pablo Pradilla, Juan Manuel Agudelo y Santiago Puentes advirtieron que este accesorio, tan popular en Europa, tenía potencial en Colombia y, sin pensarlo, empezaron a venderlo.
Como la cola del mono, sus cordones de colores “liberaban” las manos de los usuarios; por eso se bautizaron Sajú, como se conoce a ese animal en el pacífico colombiano. La idea gustó tanto que en redes sociales y entre su círculo de amigos lograron vender 26.000 unidades en el primer año.
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“En 2018 estábamos trabajando en grandes multinacionales y nos dimos cuenta de que si queríamos crecer teníamos que renunciar”, recuerdan. La decisión era arriesgada y muchos de sus excompañeros de administración de empresas del Cesa cuestionaban la idea de dejarlo todo por “irse a vender cuerditas”. Pero con la demanda creciendo, el taller casero en el que fabricaban, empacaban y vendían se estaba quedando corto.
“Yo fui el primero en renunciar”, recuerda Juan Pablo Pradilla, CEO de Sajú. “Luego nos fijamos metas acordes al crecimiento de la marca y a medida que las íbamos alcanzando otro renunciaba y se sumaba al proyecto. Todo sin inversión que nos respaldara”, dice.
Juan Manuel, ahora gerente financiero de la marca, fue el segundo en renunciar luego de que Sajú se convirtiera en tendencia en redes a mediados de 2018 gracias a su participación en una feria de emprendimiento. “Prácticamente tuvimos que convencer a la organización que nos dejaran participar porque no creían que pudiéramos vender los $5 millones que costaba el cupo en uno de sus stands”. Vendieron más de $40 millones en tres días y en consecuencia lanzaron su página web.
Ese año, sin saberlo, también descubrieron uno de los secretos de su éxito: tener una comunidad sólida. Necesitaban crédito y en lugar de recurrir a un banco prefirieron ir a A2censo, la plataforma de financiación colaborativa de la Bolsa de Valores de Colombia en donde sus clientes podían ser sus inversionistas. Marcaron un récord: en siete horas levantaron $100 millones.

El momento que cambió el negocio
Con comunidad, inversión y sus tres fundadores ahora trabajando de lleno en la empresa, en 2019 alcanzaron los $700 millones en ventas y abrieron su primer punto físico en Bogotá, una isla en el Centro Comercial La Colina. Pero cuando todo parecía ir sobre ruedas y alistaban su aterrizaje en cinco países llegó la pandemia. “Una semana antes de que decretaran en aislamiento habíamos salido en Shark Tank. Logramos la inversión de Sammy Bessudo y Ricardo Leyva y estábamos recibiendo llamadas de interesados en todo el continente para empezar a crecer”, recuerda Santiago Puentes, gerente comercial de la empresa. Pero para abril de 2020 el impacto de la pandemia había sido tan fuerte que las ventas habían caído 90%.
Buscaron salidas. “Con la inversión que teníamos habíamos comprado una impresora 3D y sin saber mucho cómo funcionaba empezamos a prototipar nuevos productos”, agrega. Uno de ellos fue el ‘salvaorejas’, que en pandemia se convirtió en el accesorio indispensable para el tapabocas. Luego vinieron el garfio, que evitaba el contacto con las superficies, sus gafas de plástico reciclado y un catálogo que ya suma 38 productos.
Revirtieron la situación y cerraron el año con ventas por $1.500 millones. Además, Forbes Colombia los destacó como una de las 25 pymes que le ganaron a la pandemia con innovación y sin tener que recortar empleos.
Plástico + Tiktok = éxito
La decisión de hacer sus propias gafas nació de no querer ofrecer unas ‘made in China’. “Ahí fue cuando nos dimos cuenta de que con plástico podíamos fabricarlas con diseños y colores únicos, y para terminar de redondear la experiencia le dijimos a la gente ‘si te gusta un dulce, tráenos el empaque y hagamos gafas de tu dulce favorito’. Y funcionó”.

Tik Tok jugó un papel importante. Superaron los 200 mil seguidores mostrándole a la gente cómo convertir productos reciclados en gafas únicas. Pero en esa ecuación seguía haciendo falta la experiencia. “Lo que ahora llamamos la ‘Sajú Experience’, que es poder fabricar tu propio accesorio personalizado, se hacía en nuestra oficina en el norte de Bogotá. No estaba bien planteada y aunque el producto era un éxito no tenía visibilidad”, menciona Pradilla. Por eso, iniciaron el 2022 abriendo su tienda insignia, que bien podría compararse con una tienda de dulces, solo que las vitrinas están llenas de cuadritos de plástico reciclado que recolectan en alianza con empresas de ese sector.
En 20 minutos un cliente puede ‘servirse’ los colores de plástico para hacer sus gafas y llevarlas con los lentes y accesorios que quiera. El humo y la sirena roja que se encienden cuando están listas y el cronómetro marca ‘cero’ le imprimen el sello Sajú. “Por más que hemos buscado en internet no hemos encontrado algo parecido en el mundo”, dicen. Lo cierto es que sus excompañeros del Cesa dejaron de llamarlos ‘locos’ para decirles visionarios.
En 2021 vendieron $2.300 millones y en 2022 esperan alcanzar el primer millón de dólares; han crecido 80% en dos años y solo en los primeros tres días de apertura de la tienda lograron vender más gafas de las que vendieron en los ocho meses que tuvieron esta ‘Sajú Experience’ en la web; ya distribuyen a Uruguay, Paraguay, Costa Rica, Guatemala, Perú y Emiratos Árabes y esperan llegar a México y Medellín con tiendas propias. Sus productos se venden en puntos propios en Barranquilla y Bogotá y más de 100 tiendas multimarca y ópticas del país.
Aún evalúan cuál es el camino para seguir creciendo. Mientras tanto vanzan al ‘estilo millennial’. Recientemente lanzaron una colección de 50 NFTs que se vendieron a 50 dólares cada uno en dos horas, por lo que no descartan que en el futuro esta se convierta en una fuente de financiación para construir su propia selva.
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