El contexto nos muestra numerosas amenazas que deben ser atendidas. Pero ello no perturba a un país como Colombia, el cual prevé desmarcarse en la recuperación con un crecimiento que le sitúa a la cabeza de las economías latinoamericanas.

La crisis originada por el Covid; la consecuente crisis económica; el asalto Talibán; la guerra entre Rusia y Ucrania, así como otros inesperados sucesos que se han ido dando a lo largo de estos años, son algunos de los acontecimientos que, como hemos podido observar, han marcado e influido en nuestra economía a lo largo del último lustro.

En otras palabras, hablamos de acontecimientos que, como hemos visto en las previsiones económicas, siembran una excepcional incertidumbre en un mundo en el que los “cisnes negros” parecen cada vez más frecuentes. Y es que podemos entrar a debatir si lo ocurrido era, o no, previsible, pero lo que es innegable es la ausencia de aquellos que preveían que todos ellos se dieran de manera simultánea.

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Ahora bien, cuando uno analiza la economía colombiana, pareciera que estamos ante una economía que se encuentra al margen de todo lo sucedido. Con un crecimiento que pretende superar el 5%, el Fondo Monetario Internacional (FMI), así como numerosos organismos como la Cepal, entre otros, otorgan a Colombia la primera posición en el ranking de aquellas economías que antes prevén recuperarse de la crisis vivida a lo largo de estos últimos años. Además, estas previsiones, de la misma manera, sitúan a Colombia a la cabeza en materia de crecimiento entre las economías que conforman esta región.

Dicho de otra manera, en un contexto repleto de sombras, Colombia cuenta con numerosas luces que sitúan al país entre las economías más prósperas de la región, es decir, como la economía latinoamericana que más crecerá en 2022, y en un escenario en el que prevé continuar esa senda de crecimiento, pudiendo esta extenderse hasta el ejercicio 2027.

En detalle, y centrándonos en aquellos factores que determinan el futuro de la economía colombiana, hay que decir que el análisis suscribe ese optimismo que en esta columna compartimos.

En esta línea, y en lo que respecta a la economía colombiana en un entorno pandémico, hay que decir que Colombia ya dijo adiós a la pandemia. Los crecimientos que ha registrado el país a lo largo de estos meses, en los que se gestaba la recuperación económica, han permitido al país recuperar el nivel de PIB que mostraba este en 2019, y que había perdido como consecuencia de dicha pandemia.

La actividad económica, el empleo, entre otras variables, se han ido recuperando en tanto en cuanto lo permitía la situación. Y hoy, estas mismas variables, tras el análisis, nos muestran que dicha recuperación no solo no prevé frenarse, sino que pretende adelantar al conjunto de economías homólogas que conforman la región.

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Además, en este escenario deberíamos subrayar los últimos acontecimientos. Pues el presidente acaba de anunciar la eliminación del uso de tapabocas en los interiores de los comercios; un hecho determinante para comerciantes y empresarios, que celebran la decisión adoptada por Iván Duque ante la posibilidad de que este inciso permita que el consumo se dinamice aun más.

De la misma manera, entre esas amenazas con las que se encontraba Colombia en las últimas semanas, destacaba una guerra entre Rusia y Ucrania que ponía, nuevamente, en jaque a las distintas cadenas de valor. Sin embargo, hay que decir que esta guerra no pretende cambiar el escenario que comentábamos líneas más arriba. En otras palabras, los informes al respecto, entre los que destaca el publicado por BBVA Research, nos muestran que la economía colombiana resistirá el choque originado por el conflicto entre Ucrania y Rusia, destacando estos que el país mantendrá una buena dinámica de crecimiento en 2022, basada tanto en la demanda interna como en el mejor desempeño de la demanda externa.

Con todo, hay que decir que hablamos de una economía como la de Colombia, es decir, una economía en desarrollo, con capacidad de crecimiento, pero con grandes desequilibrios que deben ser subsanados con el paso del tiempo, con reformas estructurales y el avance del desarrollo. Por esta razón, pese al análisis, también conviene ser cautos, siendo el fin de esto que una posible autocomplacencia no permita al Gobierno relajarse, desviándose de los objetivos y las previsiones que se han planteado, y condenando a la población colombiana a un letargo económico permanente.

Tampoco podemos olvidarnos de otras amenazas como la inflación, la crisis de suministros asiática, entre otras, que podrían acechar a la economía colombiana en los próximos meses. Y es que podemos decir que la inflación, tal y como muestran los titulares al respecto, se sitúa en máximos de 2016. No obstante, hay que señalar que hablamos de una inflación que se concentra, principalmente, en bienes energéticos y otra serie de bienes que muestran el carácter coyuntural de la misma. Es decir, no existen razones para creer en una inflación estructural y persistente si atendemos a la inflación subyacente y otra serie de indicadores que complementan el análisis.

En resumen, encontramos numerosos factores a los que debemos atender, a la vez que el país debe seguir trabajando para crecer y desarrollarse. No obstante, ello no quiere decir que no podamos celebrar una realidad, como es el hecho de que hablamos de una economía claramente desmarcada (al alza), y con grandes expectativas, en la carrera de la recuperación.

¡Confiemos, pero sigamos!