Se han roto mitos y la pandemia dejó en evidencia la importancia del entretenimiento en vivo y logró que la tecnología permeara nuestras tendencias de consumo y digitalizó un mundo de contacto y compra que era algo que se pensaba imposible.
Por: Luz Ángela Castro*
Hace no mucho más de una década, lograr un concierto en el estadio El Campín era todo un reto, no solo por las restricciones del inmueble sino por las proyecciones de venta que hicieran rentable dicha apuesta. Que Colombia fuera incluido en la gira de tours de artistas internacionales en la cima de sus carreras era poco probable, el público no tenía el interés de comprar boletas y la gratuidad era algo esperado. El fenómeno de primera y única vez parecía una dinámica imposible de romper y traer artistas aún con nueva discografía una segunda o tercera vez, parecía una misión difícilmente exitosa. Considerar un show con talento nacional estaba alrededor del mito porque colombiano no compraba colombiano.
Pero ver hoy en un mismo semestre más de cuatro conciertos programados en el Estadio El Campín, en algunos casos por artistas que no han venido una vez sino dos o más, una cartelera robustecida, e históricos de ventas de shows de artistas colombianos en Colombia son signos claros de evolución.
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¡Es un hecho! Hemos evolucionado como país –instituciones-reglas, marketeros y fans– frente a la postura, percepción e importancia de los espectáculos en vivo. Se han roto mitos y la pandemia dejó en evidencia la importancia del entretenimiento en vivo y logró que la tecnología permeara nuestras tendencias de consumo y digitalizó un mundo de contacto y compra que era algo que se pensaba imposible.
Las causas de esto son varias: la persistencia en el trabajo bien hecho, con la convicción en que es posible el cambio y un diálogo y trabajo público-privado constante que permite aprender y adoptar políticas públicas coherentes. La industria de entretenimiento en vivo es una fuente real de empleo, de bienestar y felicidad para los asistentes; que genera impacto económico, dinamización del turismo, buena imagen para el país y las ciudades sede, e ingresos directos y de industrias conexas. Es posible evidenciar que por ser “cool” no es superficial o ligera. Tener un artista en escena con todos los detalles cubiertos, con un aforo full, manejando apropiadamente las multitudes, ofrecer una experiencia memorable para todos los involucrados, requiere planeación, organización, estrategia y profesionalismo.
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Es una industria seductora, llena de estrellas y flashes, que aparenta estar inmersa en cifras millonarias de fácil obtención; nada más lejos de la realidad. Concretar un show requiere competir con otros países de la región con una realidad cambiaria volátil, que dificulta la gestión: son meses de preparación, planeación financiera, negociación y promoción, estrategias de ticketing y fundraising, logística y viabilizar puestas en escena creativas.
Las marcas, agencias y estrategias de marketing se han sintonizado cada vez más con el entretenimiento en vivo, conectando con experiencias únicas e impacto de calidad.
Nada reemplaza el en vivo, presenciando a tu banda de la vida, cantando junto a otros sus canciones y generando una energía única y una conexión que une voces, latidos y productos.
La música nos une, la tenemos en el corazón desde que nacemos y hoy tenemos la certeza que, estemos ante lo que estemos, ¡el show debe continuar!
*La autora es directora de Ocesa Colombia.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.
#NuestraRevista Este es un artículo publicado en nuestra edición de la revista Forbes Colombia de mayo. Si desea recibir esta información de primera mano en nuestra revista física, ingrese a https://forbesdigital.publica.la/library para suscribirse.