Por esta época los matrimonios igualitarios ya no son un acontecimiento extraño, sino una celebración de una lucha que, después de muchos años, por fin va ganando más espacios.

Melisa Lozano y Lezlie Luengas, vestidas de blanco frente a un altar de flores, se prometieron amor y respeto para afrontar juntas los retos que les depare la vida frente a sus más de 150 invitados.  El color morado, símbolo de la conciencia de libertad y dignidad, asociado a la lucha feminista, estaba presente en cada detalle de la decoración y de los trajes y accesorios de los invitados.

Cholula, en el Estado de Puebla, México, fue el lugar que escogieron Mel y Lex, dos mujeres de 29 y 30 años para celebrar su unión.  Para mí fue un honor ser testigo de una boda lésbica y celebrar el derecho al matrimonio igualitario, que legalmente ya tiene 21 años desde que Países Bajos fue el primer país en reconocerlo por ley. 

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En estas dos últimas décadas, 31 países han reconocido el matrimonio entre personas del mismo sexo. En América Latina, Argentina fue el primer país en aprobarlo en 2010, seguido de Brasil y Uruguay en 2013, Colombia en 2016, Ecuador en 2019, Costa Rica en 2020 y en Chile en 2021, aunque el trámite está en espera de promulgación. 

En México, el matrimonio homosexual no es técnicamente legal en todo el país. Aunque la Corte Suprema emitió un fallo en 2015 que facilita el matrimonio entre personas del mismo sexo y otorgó a las parejas el derecho a solicitar órdenes judiciales contra las prohibiciones estatales de matrimonio igualitario, solo 26 de los 32 estados mexicanos lo permite.

En medio de esa lucha de la comunidad LGTBI+ en América Latina, ver la declaración de amor de Mel y Lex frente a sus amigos y familiares es una avance que nos lleva a pensar en que la educación sobre la diversidad  cobra especial relevancia para que desde las empresas y los hogares aprendamos que amar NO es un delito y que la aceptación de lo que se supone nos hace diferentes, nos hace avanzar como sociedad. 

Tal como las bodas tradicionales, Melissa entró acompañada de sus padres recorriendo el camino de pétalos que su dama de honor dejaba al pasar. Luego fue el turno de Lex acompañada de su madre. Los invitados batíamos cintas de color morado y rosado. 

Después del intercambio de anillos también hubo un lazo con los colores del arcoíris, como representación de la bandera LGTBIQ+ y de la unión de dos mujeres que se aman. Al finalizar, Fabián, su mejor amigo y quien oficializó la boda, las declaró: mujer y mujer hasta que el amor les dure y sigan siendo felices la una con la otra”. 

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Salieron acompañadas de burbujas de jabón, música y aplausos. Las palabras del brindis de sus padres nos sacaron lágrimas de emoción. Bailaron una coreografía de varias canciones. Rifaron sus ramos el primero para quienes se quieren casar y el segundo para los que no queremos. 

La celebración, que  duró más de doce horas, no solo celebraba el amor de estas dos mujeres valientes. También celebraba que el matrimonio igualitario ya no es una novedad. Celebraba que la larga, paciente y dolorosa lucha por el derecho de los homosexuales ha dado conquistas; pero al mismo tiempo también nos recuerda que aún el camino es largo y vertiginoso: que la homofobia existe; que faltan más de 150 países por acelarar el reconocimiento de los homosexuales; que en más de 30 países ser gay es un delito y que aún hay más luchas por dar; mas lugares para transitar por su libertad de poder amar.

Contacto
LinkedIn: Íngrid Zúñiga
*La autora es Marketing Communications Manager en Platzi. Es experta en Relaciones Públicas y Marketing Digital. Hace parte de la comunidad de Latinas en Tech y promueve acciones de inclusión en la sociedad. 

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