El populismo avanza con fuerza por toda Latinoamérica. El problema es que cada vez se debilitan más las opciones para combatirlo. Parece que hará falta una nueva generación de líderes para lograrlo.
Quienes creemos en los valores republicanos vemos con tristeza cómo el populismo se expande en Latinoamérica. Estamos presenciando una coyuntura en la que el electorado se adhiere masivamente a plataformas que explotan la insatisfacción indiscriminada y que prometen caminos fáciles, aunque poco realistas, a la prosperidad y la justicia.
Paradójicamente, los países de la región que se han caracterizado por una mayor seriedad en sus políticas y por algunos de los más profundos avances sociales en años recientes (i.e. Chile, Perú, y Colombia) son precisamente aquellos donde el populismo está siendo más exitoso. Creo que esta es una señal clara de que la tecnocracia ha perdido la batalla de las ideas en América Latina.
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La tecnocracia ha sido incapaz de comunicarle correctamente la importancia y conveniencia de sus principios a la mayoría de la sociedad. Más importante aún, ha fallado en interpretar los deseos y necesidades de las masas. El lenguaje de los datos, el énfasis en los promedios, y la exaltación de símbolos de prestigio jerárquicos—provenientes de espacios como la academia—no resuenan entre las masas.
La tecnocracia no ha entendido que la mayoría de las personas no navega el mundo cuantitativamente. Los relatos, y no los datos, son los que les importan. Es su realidad y la de su círculo social, no la del promedio, la que inspira su visión del mundo. Además, sus señales de autoridad vienen de lo que oyen en la radio, ven en la televisión, y leen en las redes sociales, no de los artículos académicos e informes originados en las universidades y las agencias multilaterales.
Mientras la tecnocracia ha sido incapaz de leer y hablar el lenguaje de las masas, el populismo lo ha dominado perfectamente. Sus plataformas y discursos, aunque vacíos en contenido, están llenos de relatos y símbolos con un gran significado popular.
La clave del asunto está en entender que combatir al populismo exige generar plataformas y discursos basados en el espíritu tecnocrático, pero bajo la sombrilla de símbolos y relatos tan atractivos y familiares para las masas como los del populismo mismo.
Esta, por supuesto, no es una tarea sencilla. La clase tecnocrática actual parece incapaz de liderar esta lucha. Será necesario educar una nueva generación de líderes de opinión que, además de un buen entrenamiento técnico, tengan una muy buena formación en humanidades, artes, y filosofía. Esta generación deberá ser más reflexiva y crítica de sus herramientas analíticas.
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Deberán ser personas que entiendan mejor el proceso de generación de conocimiento, que vean los datos menos como verdades reveladas por los dioses y más como peldaños temporales que usamos para interpretar el mundo. Deberá ser también una generación que entienda mejor los elementos emocionales de la naturaleza humana, aquellos que desbordan las condiciones materiales objetivas y que son difícilmente interpretables desde una perspectiva racional. Pero, sobre todo, esta nueva generación de pensadores deberá ser una mejor contadora de historias, deberá ser capaz de construir relatos que inspiren a las masas y que logren aplastar los relatos de indignación y promesas irreales del populismo.
Formar este tipo de líderes será difícil. El control de los populistas sobre el aparato estatal con seguridad será utilizado para adoctrinar y generar barreras para la formación crítica dentro de los sistemas educativos públicos. Por tanto, el sector privado deberá jugar un papel fundamental, canalizando recursos y creando espacios donde jóvenes talentosos puedan acceder al tipo de educación necesaria para liderar este cambio. De forma similar, la diáspora latinoamericana en el mundo debe unirse a esta lucha. Además de tenerle las puertas abiertas a la nueva generación de talentos latinoamericanos, debemos mantener vivas las posiciones críticas al sistema dentro de una opinión pública que será cada vez más ideologizada y menos tolerante a la disidencia.
Una vez en el poder, el populismo hará todo lo posible por permanecer allí. Derrotarlo solo será posible a través de inversiones de largo plazo para erradicar el apoyo a sus ideas. Debemos prepararnos para una lucha que tomará décadas.
Contacto
LinkedIn: Javier Mejía Cubillos*
*El autor es Asociado Postdoctoral en el departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Stanford. Ph.D. en Economía de la Universidad de Los Andes. Ha sido investigador y profesor de la Universidad de Nueva York–Abu Dhabi e investigador visitante de la Universidad de Burdeos.
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