Mientras los países tienen la titánica tarea de salir adelante de la crisis económica derivada del coronavirus, otros problemas como la pobreza y la desigualdad han salido a relucir. Por eso, varias organizaciones con importantes presupuestos están poniendo sus ojos en los países de América Latina para impulsar una recuperación sostenible. Forbes hace una radiografía de ese panorama.

Durante casi una semana, un grupo de más de 350 personas estuvo reunido en Cartagena (Colombia) para discutir sobre problemáticas que antes no eran vistas como una prioridad: luchar contra la desigualdad, combatir la pobreza o mitigar el cambio climático, entre otros. 

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Esas personas, provenientes de 25 países, viajaron cientos de kilómetros para discutir en el Centro de Convenciones de la Ciudad Amurallada los retos que traen las inversiones de impacto, en el que Latinoamérica se posiciona como un nuevo foco.

¿Pero qué son las inversiones de impacto? Según Carolina Suárez Visbal, CEO de Latimpacto, son todos los recursos financieros y no financieros que son asignados en proyectos que pueden tener un impacto social y ambiental y que están en línea con algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible  definidos por las Naciones Unidas.

Este tipo de enfoques en las inversiones se ha convertido en una prioridad porque la pandemia fue el catalizador de viejos problemas sociales y ambientales que se han dejado en un segundo plano, y que pueden ser claves para el crecimiento económico en las próximas décadas. 

Por eso, como hicieron énfasis varios de los líderes en este sector entrevistados por Forbes, esta se ha tenido que convertir en la nueva prioridad de los gobiernos, las empresas, fundaciones y organizaciones sin ánimo de lucro.

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Para dimensionar algunos desafíos que tiene por delante Latinoamérica, solo basta con mirar las cifras de pobreza extrema reportadas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que indican que la región pasó de tener en 2020 el 13,1% de la población en esta condición al 13,8% en 2021, un retroceso de 27 años.

Según datos de la Cepal, los mayores incrementos de la pobreza tuvieron lugar en Argentina, Colombia y Perú, donde alcanzaron o excedieron los siete puntos porcentuales. En Chile, Costa Rica, Ecuador y Paraguay creció entre tres y cinco puntos porcentuales y en Bolivia, México y la República Dominicana, creció menos de dos puntos porcentuales. El único país de la región que disminuyó la pobreza y la pobreza extrema en 2020 fue Brasil.

Si a la situación de pobreza se le suman otras problemáticas sociales y ambientales que tienen arrinconados a varias comunidades en la región, “Latinoamérica se ha convertido en el destino por excelencia en este tipo de iniciativas de impacto”, le dijo a Forbes Sandra Breka, presidenta de la Fundación Bosch; según ella, esta región podría atraer parte de sus inversiones en los próximos años. 

Ese interés se evidenció en el evento organizado por Latimpacto en Cartagena, que tuvo la participación de representantes de USAID, UBS, Fundación Bosch, la Fundación Jacobs, Fundación Rockefeller y de organizaciones colombianas como Bancolombia, Fundación Santodomingo, Fundación Promigas y Fundación Corona, entre otros.

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¿Qué se puede hacer? 

Doug Miller, fundador y presidente de la International Venture Philanthropy Center, apuntó que en países en desarrollo como los de la región ha habido cada vez más disposición para facilitar un entorno para la inversión social. 

Precisamente, un informe de la Aspen Network of Development Entrepreneurs cn datos de la Global Impact Investing Network, entre 2018 y 2019 el mercado global de inversiones de impacto siguió creciendo y ascendió a US$715.000 millones. Y en ese escenario, el mercado latinoamericano muestra una tendencia similar, aunque todavía no haya cifras detalladas de esas inversiones en la región. 

“Creo que la pandemia ha hecho que todos miren con determinación el rol que la filantropía puede jugar. Nosotros nos hemos enfocado en el aporte que puede hacer el capital humano e intelectual para mejorar la situación de sectores como la educación o la salud. Eso nos asegura unos mejores resultados”.

En ese sentido, José Francisco Aguirre, director de la Fundación Santodomingo, destaca el papel de Colombia y dice que es uno de los países pioneros en la manera de hacer inversión social porque ya no solo se piensa en una inversión de “caridad”, sino que se conciben modelos que puedan ser escalables, sostenibles y replicables. “Existe desde hace años en Colombia un sector fundacional y empresarial sólido con más de 100 fundaciones familiares empresariales. No es menor que veamos líderes colombianos en fundaciones extranjeras”, agregó.

Para Aguirre, ni los esfuerzos del Gobierno ni de la filantropía son suficientes para derrotar los principales problemas sociales del país. “Realmente lo que hay que ver es cómo generar una escala de la inversión interinstitucional coordinada y eso es lo que se está viendo con más fuerza en Colombia, que está siendo un ejemplo”. 

Un ejemplo de lo se está haciendo desde Colombia se puede ver en organizaciones como la Fundación Promigas, otra firma que tiene millonarias inversiones en comunidades y liderada por Juan Manuel Rojas, su presidente.

En su caso, las inversiones han estado enfocadas en proyectos de empleo juvenil, emprendimiento y energías limpias. “Estamos impulsando el desarrollo sostenible de comunidades en 12 departamentos de Colombia y cinco regiones en Perú”.

Aunque estas organizaciones vienen invirtiendo en comunidades por décadas, la pandemia dejó de tarea una mayor articulación entre los gobiernos y las empresas para que toda iniciativa que impulse el crecimiento, también busque el bienestar social y ambiental. 

#NuestraRevista Este es un artículo publicado en nuestra edición de la revista Forbes Colombia de mayo.  Si desea recibir esta información de primera mano en nuestra revista física, ingrese a https://forbesdigital.publica.la/library para suscribirse.

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