Elizabeth Martínez de Marcano es la gerente para la región andina de la Corporación Financiera Internacional (IFC, por su sigla en inglés) y es la encargada de financiar y sacar adelante proyectos para aumentar la competitividad, la inclusión financiera y el cambio climático. Solo para el caso de Colombia el portafolio asciende a los US$1.700 millones. En toda Latinoamérica, la entidad ha puesto US$32.000 millones.

Elizabeth recuerda que cuando entró a estudiar su licenciatura en ingeniería informática en el Tecnológico de Monterrey había tan pocas mujeres que los baños para ellas tenían llave, o que cuando tuvo su primer trabajo en un banco le dijeron que no podría ser la próxima subdirectora porque esa institución duró en su momento 102 años en darle ese cargo a una mujer. 

Aún cuando el sector financiero le ha dado tradicionalmente más puestos de trabajo a los hombres, Elizabeth Martínez de Marcano logró escalar a lo que le habían dicho que no era muy probable para ella y hoy es la gerente para la región andina de la Corporación Financiera (IFC), una entidad bajo la sombrilla del banco más poderoso del planeta: el Banco Mundial. 

“Cuando yo trabajaba como directiva de banca corporativa veía cómo las mujeres llegaban pidiendo feedback, mientras que los hombres llegaban exigiendo promoción. Esa era la cultura, pero afortunadamente ha venido cambiando, evolucionando”, cuenta Elizabeth en conversación virtual con Forbes Colombia.

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Martínez de Marcano nació en México y ha pasado toda su carrera trabajando en el sector financiero en países como Venezuela, Estados Unidos y ahora Colombia, desde donde dirige la IFC para la región andina.

Elizabeth reconoce que históricamente el panorama ha sido más difícil para las mujeres en el mercado laboral, pero que ha habido una evolución importante que le ha permitido a personas como ella destacarse en su campo, aún con responsabilidades de un hogar y una familia. 

“México era una sociedad muy cerrada cuando empecé a trabajar. Muchas de las mujeres que trabajaban conmigo cuando tenían hijos dejaban de trabajar porque esa era la cultura del momento, pero creo que eso ha ido cambiando y creo que cada vez las mujeres buscan tener la misma posición que un hombre, o la misma capacidad”, reconoce. 

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Elizabeth tiene su propia familia y cuenta que aún con dos hijos a bordo logró avanzar en su carrera profesional gracias a la ayuda y apoyo de su esposo. “Eso es clave para que nosotras podamos avanzar en la vida profesional”, agrega. 

Su carrera ha sido tan imparable que antes de estar en la IFC ocupó varios cargos directivos en el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y en su paso por la banca corporativa estuvo en puestos de alta dirección en JP Morgan en Nueva York y en Citibank en México. 

En medio de todo su avance en la vida laboral, también tuvo la oportunidad de hacer un MBA en la Universidad de Texas, en Estados Unidos. 

Una apuesta por el desarrollo 

“Yo viví en Caracas (Venezuela) desde el 2012 al 2019 y casi todo ese tiempo estuve con la CAF. Y ahí fue donde descubrí la banca de desarrollo. En realidad fue una casualidad maravillosa porque fue ahí donde me di cuenta que desde la banca multilateral puedes hacer cosas como combatir la pobreza, mejorar la prosperidad, impulsar la equidad de género o el cambio climático, que son cosas que tienen mucho impacto”, cuenta. 

Desde su despacho, desde donde la directiva le da la entrevista virtual a Forbes, Elizabeth se muestra convencida de que desde su rol en la IFC puede impulsar la solución a problemáticas como la desigualdad en la región, que se ha agudizado por cuenta de la pandemia en varios frentes. 

Para la directiva, la banca de desarrollo en países emergentes como los de América Latina juegan un papel decisivo. “El Covid-19 empeoró la desigualdad en Latinoamérica y el Caribe, una región que de hecho ya contaba con algunos de los indicadores de desigualdad más altos del mundo antes de la pandemia”, dice.

Foto: Diana Rey Melo

Los gobiernos enfrentan la delicada tarea de reducir una deuda pública sin precedentes mientras aseguran un apoyo continuo a los más vulnerables. “En este contexto, el sector privado debe jugar un papel decisivo en la aún frágil recuperación económica de Latinoamérica y ahí es donde aparece la IFC”. 

Aunque a veces es un actor silencioso, en los últimos cinco años la IFC ha invertido US$32.000 millones en Latinoamérica y el Caribe en todos los sectores para ayudar a crear empleos y estimular el crecimiento económico, según cuenta Elizabeth. 

“Nuestros objetivos son combatir la pobreza, luchar contra el cambio climático, impulsar la innovación digital y promover la inclusión”, dice. 

Según datos de la IFC, en el ejercicio fiscal del 2021, que finalizó el 30 de junio de ese año, invirtieron US$5.000 millones en América Latina, y en este año fiscal esperan que la cifra llegue a los US$6.300 millones, lo que representa un 26% de crecimiento esperado respecto al año pasado. Estos recursos llegan a financiar proyectos y compañías del sector privado que dejan un impacto positivo en las economías de la región.

Esta estrategia rompe con la visión tradicional de banca de desarrollo enfocada fundamentalmente en impulsar estrategias de entidades públicas. Lo importante para la IFC es el rol del sector privado que garantiza mejores desempeños en los proyectos.

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El caso de Colombia

En todo el portafolio de inversiones que tiene el IFC en América Latina, Colombia es una apuesta clave. Tanto así que las oficinas para manejar las operaciones de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Venezuela están en Bogotá. 

De hecho, actualmente en Colombia tienen unas inversiones que ascienden a los US$1.700 millones y el país representa la segunda mayor cartera de IFC en América Latina, solo después de Brasil. Y en todo el mundo, la nación sudamericana ocupa el puesto número siete en su portafolio. 

Así luce el TransMiCable en Bogotá. Foto: Guillermo Legaria/Getty Images

“En 2022 planeamos invertir US$900 millones en Colombia. Nuestro compromiso e interés se mantienen firmes en toda la región”, agrega Martínez.

La manera en la que este banco de desarrollo opera es a través de la financiación de  proyectos que estén en línea con sus objetivos, que en Colombia con aumentar la competitividad, promover la inclusión y combatir el cambio climático. 

La IFC ha estado detrás de emblemáticos proyectos de infraestructura como el TransmiCable en Ciudad Bolívar; la estructuración del Hospital de Bosa en Bogotá y varias iniciativas de inclusión financiera para mujeres cabeza de hogar o para migrantes venezolanos a través de Bancamía, por ejemplo.

Elizabeth le reveló a Forbes que también están detrás de proyectos para invertir en vías de cuarta y quinta generación, que buscan conectar zonas apartadas del país para promover la competitividad. 

“Estamos tratando de financiar una carretera muy grande que probablemente va a conectar zonas muy remotas; es una 4G. Queremos también financiar algunos de los proyectos 5G. Hemos tratado también de financiar proyectos de energía renovable en un futuro cercano”, dice. Y reveló además que están interesados en proyectos como el Canal del Dique por su impacto climático. 

Precisamente, en su trabajo para mitigar el efecto del cambio climático, la directiva cuenta que han apoyado la emisión de bonos de género y verdes en el mercado de capitales, así como préstamos vinculados a metas de sostenibilidad. 

Junto con el Banco Mundial estuvimos apoyando el desarrollo de la taxonomía verde que se lanzó hace poco Colombia, que lo convirtió en el primer país en Latinoamérica que tiene una taxonomía completa, que es parecida a la europea. Entonces ya en Colombia están las normas para determinar que los activos de los proyectos son verdes o no y eso es algo en lo que Colombia lleva la delantera frente a muchísimos países del mundo, no solo en América Latina”. 

La IFC también tiene en la mira, según cuenta Martínez, iniciativas de transformación digital, que son clave para aumentar la productividad. “Buscamos apoyar a empresas de todo tipo, incluyendo universidades y a entidades de salud en la implementación de estas estrategias digitales”. 

Para Elizabeth, la digitalización estimula la innovación. “Cerca de 200 millones de personas en esta región carecen de acceso a la infraestructura digital básica, y para muchos más, el acceso es de mala calidad o demasiado costoso. Es fundamental mejorar el acceso a una conectividad digital asequible y de alta calidad mientras se respaldan las inversiones en operadores móviles, empresas de torres, centros de datos y banda ancha. Finalmente, nuestra meta es ampliar la conectividad rural y de última milla”. 

Aunque algunos de los proyectos más sonados están en infraestructura o en transformación digital, Elizabeth cuenta que el portafolio de financiación más grande de IFC en Colombia es en el sector financiero, con el objetivo de impulsar la inclusión de grupos históricamente marginados, así como darle una mano a las micro, pequeñas y medianas empresas. 

“En inclusión financiera nuestros programas banderas son dos. El más importante en monto es el de apoyo a pymes de mujeres. Nos enfocamos en impulsar negocios de mujeres porque sabemos que tienen un acceso más difícil al crédito”, cuenta. 

Eso toma relevancia si se tiene en cuenta que en Colombia el grueso de los puestos de trabajo los crean las pymes, lo que también las convierte en un vehículo para derrotar la informalidad. 

Las pymes crean alrededor de la mitad de todos los puestos de trabajo de la región latinoamericana y requieren de acceso al crédito para prosperar y crear los puestos de trabajo que se necesitan con urgencia”, apunta.

Según cálculos del IFC, tres de cada cuatro pequeñas empresas en la región latinoamericana carecen de acceso a financiamiento. Eso significa que una importante fuente de capital no se invierte donde más se necesita. 

“Nosotros trabajamos en estrategias de inclusión financiera y apoyar a las instituciones financieras para acelerar los servicios digitales para garantizar que más personas tengan acceso a servicios financieros y bancarios, como lo hace Bancamía en Colombia”, dice Elizabeth. 

En medio de una de las apuestas más ambiciosas de IFC para la región, que está concentrada en Colombia,  concluye diciendo que Colombia tiene lo necesario para convertirse en un líder en la región: su posición geográfica, la gente y su riqueza natural. 

“Los colombianos no se ven a sí mismos como los vemos desde afuera, pero la verdad es que este es un país muy avanzado en muchísimas cosas que  ha vivido muchas reformas positivas y con un sector privado pujante y competitivo. Y aunque hay grandes retos, el futuro puede ser muy alentador”, concluye. 

#NuestraRevista Este es un artículo publicado en nuestra edición de la revista Forbes Colombia de junio.  Si desea recibir esta información de primera mano en nuestra revista física, ingrese a https://forbesdigital.publica.la/library para suscribirse.