Sin importar nuestra condición social o económica, todos tenemos el mismo derecho de decidir sobre la elección de nuestros políticos. Por eso es clave estar informado y hacerlo basándonos en elementos de juicio suficientes. Aquí algunos de los más importantes.

En un país tan diverso, multicultural y con múltiples visiones sobre lo económico, lo político y lo social, una de las pocas cosas que nos pone a todos en el mismo nivel es nuestro derecho a decidir, mediante el ejercicio del voto, quién será el próximo presidente de la República.

Ese, consideran teóricos y románticos de la teoría política, es el encanto de la democracia: que todos, independientemente de nuestro origen, domicilio, situación económica o experiencias de vida, tenemos el mismo derecho a votar. Ante las urnas, el dinero, el conocimiento, la influencia, y el poder pasan a segundo plano cuando el ciudadano solo, frente al tarjetón, toma una decisión sin que nadie le mire o le juzgue.

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Por ello, para el ejercicio responsable de su derecho, todo votante debería seguir, entre otros, estos diez principios:

  1. Conocer y comprender en qué consisten y cómo se llevarán a cabo las propuestas de cada candidato.
  2. Tomar la decisión alejado de aquellos sentimientos negativos hacia determinados candidatos. El buen gobierno también depende del buen juicio a la hora de elegir y siempre debe estar por encima de apreciaciones subjetivas.
  3. Convencerse de las razones que definen la decisión, en especial, para quienes tienen mayores niveles educativos, responsabilidades profesionales o liderazgos grupales. Su argumentación, respetuosa y prudente, puede coadyuvar la decisión de terceros.
  4. Elegir sin presiones de terceros, jefes, amigos o familia. Sufragar con la certeza de que, a conciencia, se toma la mejor decisión.
  5. No vender, por nada del mundo, el voto, ni sufragar por satisfacer a otros. Dar el voto sin argumento o canjearlo por dinero u otro beneficio, pervierte la democracia, y traiciona la propia dignidad.
  6. Admitir la posibilidad de que, tal vez, pueda haber error en la decisión personal, por lo que es prudente escuchar razonadamente las propuestas de los candidatos y debatirlas, sí es el caso, con otros.
  7. Asumir que votar por una propuesta implica aceptar las consecuencias de su implementación. Las promesas electorales conllevan decisiones que, a veces, incomodan a la ciudadanía, pues, generalmente, para mejorar se deben tomar medidas no siempre  populares.
  8. Ver más allá del beneficio propio para propiciar el beneficio colectivo de la familia, el entorno y el país. Al elegir se debe analizar quién garantiza un presente viable y un mejor futuro para Colombia.
  9. Respetar la diferencia de opinión y de voto, incluso, si se considera que están errados, por lo que se debe privilegiar siempre la conversación razonada y respetuosa como único camino  democrático para debatir puntos de vista contrarios.
  10. Los resultados electorales deben leerse objetivamente para no actuar de forma despectiva con quienes se ha discrepado. Sean cuales sean los resultados, los colombianos debemos seguir adelante convencidos de que nuestro país requiere de un único equipo en el que todos debemos empujar hacia adelante.

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La cultura de los votantes guarda directa relación con el presente y futuro de la patria. No en vano se dice que cada pueblo se merece los gobernantes que tiene. La Universidad (que es democrática por naturaleza) no puede ser ajena al destino del país y por lo mismo debe ser conciencia crítica y actuar propositivamente en dar respuesta a los problemas estructurales y a las oportunidades de cada entorno, territorio y comunidad.

Por: Jaime Alberto Leal Afanador*
*El autor es rector de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (Unad).

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