"A las mujeres nos hablan desde muy jóvenes de nuestras hormonas femeninas porque son parte importante de nuestro ciclo menstrual, que es parte importante de nuestra vida. Hasta ahí nada especial. Lo que me pareció interesante es que no creo haber oído discusiones similares en el caso masculino".

Por Ana Fernanda Maiguashca*

Recientemente vi un documental cuyo título se traduce algo así como “Los principios del placer”, cuyo objeto se podría decir es mejorar la educación sexual de las personas. De haberlo visto en mi adolescencia creo que mi calidad de vida habría sido mejor.

Pensé en lo que esa reflexión implicaba, viniendo como vengo de un hogar liberal, sin muchos prejuicios, en el que se hablaba con tranquilidad de cualquier tema y con una madre con un alto nivel de educación. Si mi mamá no pudo educarme del todo en la materia fue porque ella fue víctima de muchas de las fuerzas culturales que el documental aborda y eso quiere decir que muchos hogares menos afortunados que el mío, tuvieron una pendiente aún más empinada que escalar.

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Por eso, con que algunos de ustedes vean la serie me doy por bien servida; pero aún más si logro engancharlos en esta que voy a llamar mi ‘reflexión hormonal’ y que nació viendo esta serie.

A las mujeres nos hablan desde muy jóvenes de nuestras hormonas femeninas porque son parte importante de nuestro ciclo menstrual, que es parte importante de nuestra vida. Hasta ahí nada especial. Lo que me pareció interesante es que no creo haber oído discusiones similares en el caso masculino. Es más, creo que es posible que cuando leyeron “hormonal” inconscientemente sus cerebros lo asociaron con algo femenino, aunque las hormonas regulan la vida de todos los seres humanos y que no conozco señores que existan sin insulina, adrenalina o serotonina. Cuando hablamos de hormonas parece que habláramos solo de mujeres.

El objeto de esta reflexión no es el de resaltar la asimetría per se, ni condenar el juicio que predice que nuestra capacidad analítica se merma porque tenemos hormonas, aunque hormonas tengamos todos. El punto es lo poco que sabemos, discutimos y aprendemos de los efectos de las hormonas en la vida de los hombres.

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Mi investigación ha sido superficial, pero he aprendido cosas. Encontré estudios que muestran que la testosterona puede incrementar los niveles de agresividad, y que a su vez su nivel aumenta cuando un hombre interactúa con armas de fuego, por ejemplo. Con ello no quiero guiarlos a ninguna conclusión, ni ser profeta de un conocimiento pseudocientífico, pero hay muchas preguntas que hacerse respecto del impacto de los niveles y tipos de hormonas en la vida de los hombres.

A las mujeres desde niñas nos hablan de ellas, enhorabuena, porque es importante, no en el sentido peyorativo en que este conocimiento en muchos casos es diseminado, sino porque nuestra biología importa para nuestra calidad de vida. Lo extraño es que no hagamos lo mismo con los niños. Hablamos del cambio necesario en la educación de las niñas para construir un mundo más equitativo y mejor, pero nos falta hablar del que necesitan los niños. Ellos podrían estar más expuestos a ciertos factores de riesgo físico y emocional, pero no les hablamos de algunas de sus hormonas, ni de sus emociones, ni de cómo interactúan entre sí o del impacto que esto tiene sobre quienes los rodean.

Tendríamos que investigar y educar sobre nuestros organismos sin distinción de género y para el bienestar de la vida de las personas. Al dejar de hacerlo no es a las mujeres a las que perjudicamos, es a toda la humanidad.

*La autora es Presidenta del Consejo Privado de Competitividad y miembro de Women in Connection

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

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