En pandemia, los chips garantizaron que el mundo continuara funcionando a pesar del encierro. Ahora, la escacez de suministro tiene a todas las industria viviendo momentos difíciles.
Durante la pandemia de Covid-19, las tecnologías basadas en semiconductores nos han permitido trabajar, estudiar, tratar enfermedades, comprar productos en línea y mantenernos conectados. Mientras gran parte del mundo se detuvo, los chips permitieron que la economía global, la atención médica y la sociedad en general continuaran funcionando.
El aumento inesperado de la demanda y las fluctuaciones significativas en la necesidad de chips para otros productos desencadenó un creciente desequilibrio en el mercado a nivel mundial.
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La escasez en el suministro de chips ha afectado prácticamente todas las industrias. Las empresas de tecnología y los fabricantes de automóviles son las que más han sufrido, teniendo como consecuencias recortes de producción y pérdidas de ingreso.
Los semiconductores habilitan todo, desde los automóviles hasta cafeteras, sin mencionar aplicaciones innovadoras como inteligencia artificial, computación cuántica, redes inalámbricas avanzadas y más.
El informe de SIA (2021 State of the U.S. Semiconductor Industry) señala que Asia concentra alrededor del 75% de la capacidad total de fabricación de semiconductores del mundo, mientras que la participación de los EE. UU. en esta capacidad global de fabricación de semiconductores ha disminuido del 37 % en 1990 a solo el 12 % en la actualidad.
Este desequilibrio existe principalmente porque los gobiernos extranjeros, especialmente en Asia, han invertido mucho en incentivos para la fabricación de chips, mientras que los gobiernos de Estados Unidos y Europa no han hecho su parte. Esa disparidad destaca la necesidad de considerar incentivos estratégicos para apoyar la fabricación nacional.
La descentralización de la producción de chips de Asia, en particular de Taiwán y Korea, podría ser vital para la economía mundial en caso de nuevas dificultades logísticas o tensiones geopolíticas.
Si Taiwán deja de suministrar chips, es probable que sea necesario esperar más de 12 meses para obtener un teléfono nuevo o incluso más para una computadora portátil. Este es un riesgo que el mercado tecnológico mundial no puede asumir.
A medida que la innovación de semiconductores y la demanda global de chips continúan su aumento, el gobierno y la industria deben trabajar juntos para garantizar la distribución mundial de esta tecnología fundamental e indispensable.
En ese sentido, la Unión Europea ha anunciado un plan de inversiones para la industria de los semiconductores en la región por medio de una iniciativa que generará alrededor de 45.000 millones de euros para 2030. En total, el European Chips Act consistirá en una inversión de 30.000 millones de euros ya anunciada por la Unión Europea y otros 15.000 millones de euros en una combinación de fondos públicos y privados.
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El gobierno de Estados Unidos también ha anunciado planes similares, con grandes inversiones y mayor proximidad a los fabricantes del sector –como es el caso de Intel, que anunció la construcción de dos fábricas de microchips en el país por US$ 20.000 millones para los próximos tres años.
Es claro que la solución no solo a la escasez, sino también a la descentralización de la producción, que actualmente se concentra en Asia, requiere de un esfuerzo conjunto entre la iniciativa pública y privada.
De esta forma, para que la economía de los países occidentales continúe generando ingresos y empleos, las empresas necesitan incentivos fiscales para implementar sus planes de construir fábricas y comenzar la producción de semiconductores en diferentes países y regiones del mundo.
Es más, los esfuerzos para fortalecer la producción de semiconductores de Intel Foundry Services en EE. UU. y Europa son la mayor prueba de ello.
No es solo un esfuerzo para convertirse en un importante proveedor de capacidad de fundición a nivel mundial, sino para garantizar un suministro continuo de esta materia prima indispensable para la producción de productos de alta tecnología en el futuro.
Por: Marcelo Bertolami*
*El autor es director general de Intel para los países emergentes de América Latina.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes.