Las empresas no quieren quedarse por fuera del metaverso, pero la implementación de este requerirá grandes inversiones y nuevos enfoques.

En los últimos años, el metaverso ha llegado a representar una convergencia utópica de experiencias digitales impulsadas por la Ley de Moore: una aspiración para habilitar entornos de realidad virtual y aumentada enriquecidos, en tiempo real e interconectados globalmente que permitirán a miles de millones de personas trabajar, jugar, colaborar y socializar de manera completamente nuevas.

De hecho, nadie duda de que el metaverso ya sea una realidad. Aunque la capacidad de procesamiento de muchos usuarios todavía no les permite disfrutar de todos los recursos que ofrece esta nueva plataforma informática, lo cierto es que nadie quiere quedarse fuera, especialmente las empresas.

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Esta transición al metaverso impulsará la computación persistente e inmersiva a escala: la animación generada por computadora en las películas de hoy es casi indistinguible de las imágenes de acción en vivo; los juegos de hoy brindan experiencias gráficas altamente realistas; y las pantallas VR y AR han progresado rápidamente en los últimos años, creando experiencias increíblemente valiosas e inmersivas.

La pandemia ha obligado a muchos a confiar en la tecnología digital como la única forma de trabajar, comunicarse, colaborar, aprender y mantener nuestras vidas. La explosión de las tecnologías financieras digitales descentralizadas inspira modelos comerciales que alientan a todos a desempeñar un papel en la creación de estos metaversos.

Según un informe de Bloomberg Intelligence, se espera que el metaverso alcance los 800.000 millones de dólares a mediados de esta década, y para 2030 se prevé que esa cifra se multiplique hasta los 2,5 billones de dólares. Mirando estos números, está claro por qué las grandes empresas de tecnología ven el metaverso como el futuro del Internet.

Las posibilidades de una empresa van desde cubrir presencia social, trabajo de oficina o entretenimiento, pagos, salud, productos de consumo, etc. Sin embargo, la implementación masiva del metaverso requerirá mucho trabajo, nuevos enfoques y tecnologías hasta que alcance su máximo potencial. Lo que tenemos hoy es solo un prototipo de lo que algún día se convertirá el metaverso, tal como sucedió al comienzo del Internet.

Pero eso no impide que las empresas inviertan en sus propios universos digitales. Por ejemplo, desde Intel estamos comprometidos en crear el internet del futuro aprovechando y aumentando los estándares existentes en la industria, y generando nuevos. Actualmente, estamos llevando a cabo nuestra estrategia de producción IDM 2.0 con el objetivo de ampliar y diversificar nuestra oferta a nivel mundial. Como parte de este propósito, hemos realizado grandes inversiones en nuestras plantas existentes en Arizona, Nuevo México, Israel y Costa Rica y hemos anunciado la creación de una nueva fábrica en Ohio por más de USD 20 mil millones, lo que la transformará en una de las plantas productivas más grandes del mundo.

De esta manera, estamos contribuyendo con el futuro a partir de a la creación de una cadena de suministro más equilibrada y resistente a nivel mundial, no solo para crear chips más avanzados que estén a la altura de las nuevas necesidades de los consumidores con el auge del metaverso sino también para amortiguar de mejor manera todo tipo de acontecimiento.

Hasta ahora, las formas en que las empresas planean ganar dinero en el metaverso incluyen NFT, juegos, publicidad, eventos, ventas, negocios, datos y turismo, entre otros. Pero para que este escenario deje la imaginación y realmente entre en la vida de las personas, necesitaremos aplicar la Ley de Moore, creada como una predicción de que la cantidad de transistores en un chip se duplicaría cada dos años por el mismo precio, a la capacidad de procesamiento. En eso estamos trabajando como industria.

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Pensemos en lo que se requiere para poner a dos personas en un entorno social completamente virtual: avatares convincentes y detallados con ropa, cabello y tonos de piel realistas, todo renderizado en tiempo real y basado en datos de sensores que capturan objetos 3D del mundo real, gestos y audio, además de transferencia de datos en anchos de banda súper altos y latencias extremadamente bajas, un modelo persistente del entorno, que puede contener tanto elementos reales como simulados.

Ahora, imaginemos resolver este problema a escala, para cientos de millones de usuarios simultáneamente, y rápidamente nos daremos cuenta de que nuestra infraestructura informática, de almacenamiento y de red actual simplemente no es suficiente para hacer posible esta visión. Necesitamos una capacidad informática inmensamente más poderosa, accesible a latencias mucho más bajas en una multitud de factores de forma de dispositivos.

Para habilitar estas capacidades a escala, el Internet en su conjunto necesitará actualizaciones importantes. Dentro de la capa de metainteligencia, el trabajo que debe hacerse se centra en un modelo de programación unificado y herramientas y bibliotecas de desarrollo de software que están abiertas para permitir que los desarrolladores implementen aplicaciones complejas más fácilmente.

La infraestructura debe proporcionar capacidad de procesamiento a los usuarios más allá de lo que está disponible para ellos localmente. Y este es un trabajo que solo tendrá éxito con la colaboración de todos los actores clave del mercado a través de un ecosistema abierto, colaborativo e inclusivo.

Por: Marcelo Bertolami*
*El autor es director general de Intel para los países emergentes de América Latina.

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