La educación superior puede y debe llegar al estudiante, más que esperar a que el estudiante vaya hacia la universidad. ¿Qué le falta al gobierno en esta carrera?

La cobertura en educación superior colombiana llega al 53%; es decir, casi la mitad de los jóvenes en edad de estudiar educación superior no lo está pudiendo hacer. Esto significa que son cerca de dos millones los posibles nuevos estudiantes que deberían estar matriculados, si se quiere hablar realmente de la educación superior como un derecho universal en Colombia.

Aumentar dichas cifras constituye un reto esencial para los gobiernos, sea cual sea, y el recientemente posesionado no está ajeno a ello, pues es una responsabilidad constitucional y social.

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Los valores de matrícula en la universidad privada y las limitaciones de infraestructura de las públicas complican el panorama para permitir el aumento deseado en número de estudiantes, ni siquiera para satisfacer en el corto plazo los 500 mil nuevos cupos que desea incrementar el nuevo ministro de Educación, Alejandro Gaviria, en este cuatrienio.

Difícil pero no imposible. La virtualidad lo hace realidad

La pandemia del Covid-19 confirmó que la educación abierta y a distancia, soportada en tecnologías, no sólo garantiza estándares de calidad similares y en algunos casos mejores que los de la educación presencial, sino que es la mejor forma de llevar educación pertinente y oportuna a todos los rincones del país, con una menor complejidad de lo que significan las inversiones, construcciones e instalaciones de universidades de carácter presencial. La solución ya está. Es una cuestión de voluntad política llevarla adelante.

Y disponible para todas las áreas del conocimiento, como lo han confirmado casos como los de la UNAD, (con programas profesionales de derecho, música y deportes, además de los muchos tradicionales de la modalidad).

Esto se reconfirmó, una vez más, en la II Convención Iberoamericana de Rectores y Líderes Académicos de Educación Superior a Distancia y Virtual, realizada recientemente en Cartagena de Indias y con presencia de representantes de la Asociación Colombiana de Instituciones de Educación Superior con Programas a Distancia (ACESAD), la Asociación Iberoamericana de Educación Superior y a Distancia (AIESAD), el Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC), la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), el Consejo Nacional de Acreditación de Colombia (CNA), la Red Iberoamericana para el Aseguramiento de la Calidad en la Educación Superior (RIACES) y el Instituto Latinoamericano y del Caribe de Calidad en Educación Superior a Distancia (CALED), en donde todos ratificaron que esta modalidad educativa va dejando de ser una alternativa para confirmarse como el camino que las nuevas dinámicas de la educación superior está tomando.

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La educación superior puede y debe llegar al estudiante (más que esperar a que el estudiante vaya hacia la universidad), debe ajustarse a sus condiciones y necesidades socioculturales y económicas y debe brindarle una formación de alta calidad a todos y en cualquier momento de su vida, tal y como lo planteó la reciente Conferencia Mundial de Educación Superior, en Barcelona, con su hoja de ruta “Más allá de los límites. Nuevas formas de reinventar la educación superior”. Y las respuestas a estas expectativas se reúnen todas en la educación virtual y a distancia.

Ojalá el nuevo Gobierno de Colombia considere esta realidad y, con su respaldo, permita al país responder a los retos que hoy desafía a la gran mayoría de instituciones de educación superior, porque sin duda la virtualidad es una maravillosa oportunidad para aprender a aprender, para gestar y transmitir nuevo conocimiento y para vivir al ritmo de una nueva forma de vida que vivimos desde el 2020 y que demostró que solo al hacer de la tecnología una aliada, nuestros proyectos y la vida misma, será más llevadera.

Por: Jaime Alberto Leal Afanador*
*El autor es rector de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (Unad).

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