Es necesario hacer una apuesta para destinar capital público y privado a proyectos educativos que sean replicables, escalables y sostenibles en el tiempo.
Por José Francisco Aguirre, director ejecutivo de la Fundación Santo Domingo
Si bien cada año el Presupuesto Nacional incrementa el porcentaje de gasto del PIB en educación, debemos pensar que la educación es la inversión más rentable a largo plazo para el país. Por lo cual, es necesario hacer una apuesta para destinar capital público y privado a proyectos educativos que sean replicables, escalables y sostenibles en el tiempo.
El premio nobel de economía 2019, Michael Kremer, mencionó en su reciente visita a Colombia, que, si bien hemos mejorado en la cobertura y la gratuidad, aún tenemos brechas que se exacerbaron tras la pandemia. Esos retos se concentran en la permanencia, la conectividad y la pertinencia. Según el Observatorio de Trayectorias Educativas del Ministerio de Educación, en 2020, la cifra de deserción intra-anual que estaba en 2,55% aumentó a 3,62% para 2021, es decir más de 334.180 niñas, niños y adolescentes no se matricularon para el siguiente año.
Lea también: Créditos con el Icetex no tendrán tasa de interés
Por eso, desde la Fundación Santo Domingo le apostamos a la investigación para generar evidencia que aporte a las políticas educativas y permita identificar prioridades de inversión para la innovación. Esto lo hacemos de la mano del Centro de Desarrollo Internacional de Harvard (CID), que precisamente cuenta con las contribuciones de Michael Kremer y su equipo investigador. Desde el sector fundacional estamos pensando en inversiones sociales de largo plazo, con medición de gestión de resultados que nos permitan ampliar nuestro alcance y generar cambios estructurales.
La pregunta entonces es, ¿cómo atraemos nuevos recursos para invertir a largo plazo en educación y en otras áreas como salud, vivienda y la protección del medio ambiente? Primero, debemos estar alineados a un propósito de prosperidad colectiva y de equidad. Segundo, debemos unir las capacidades de los diferentes sectores, el sector productivo puede aportar su capacidad de generar eficiencia y escala en la inversión de capital, el gobierno cuenta con recursos públicos y la capacidad de llegar a todo el territorio nacional y las organizaciones sociales contamos con la capacidad de tomar riesgos y de innovar.
Estamos viviendo momentos de cambio e incertidumbre, y la educación no es ajena a esto. Hay una gran oportunidad de impulsar proyectos innovadores de alto impacto que nos permitan cerrar las brechas de inequidad. Soy optimista, por eso, quiero invitarlos a ver la educación como motor de transformación social y acelerador de la competitividad del país. Es tiempo de fortalecer alianzas que construyan valor compartido.
Lea también: ¿Educación financiera para qué?