Los gobiernos y el mercado a nivel global ya están dando puntadas para contabilizar su impacto económico.
Quienes vieron ‘Colombia Magia Salvaje’, recordarán que el documental fue filmado en 85 locaciones para capturar el retrato de 20 ecosistemas que demuestran por qué Colombia es el segundo país más biodiverso después de Brasil, evidencian la necesidad de proteger los ecosistemas y las especies en vía de extinción como la rana dorada venenosa, el tití cabeciblanco o el cocodrilo del Orinoco, y recuerdan lo finitos que puede ser recursos como la atmósfera, los minerales, las tierras, las especies y el agua.
Y es que, aunque leyendo las noticias sabemos que estamos pagando millones de dólares para dar respuestas a las emergencias que se desprenden de la degradación de los ecosistemas, incendios, sequías, disminución de cosechas y enfermedades zoonóticas como el COVID 19.
Lo anterior ha propiciado que se generen múltiples iniciativas internacionales para proteger estos recursos. Sin embargo, la mayoría de estas desconocen una variable que tenga que ver con el valor económico de la biodiversidad, el cual es conocido como capital natural.
De acuerdo con los Estándares del Reporte Integrado esta es la forma de capital que proporciona el entorno en el que se sustentan el resto de las formas de capital, lo cual refuerza la importancia que tiene en el desarrollo económico. Aun así, muchos de los procesos productivos de las compañías se llevan a cabo sin una medición de impacto económico de la biodiversidad.
No obstante, estamos viendo que gobiernos y el mercado a nivel global están dando puntadas para contabilizarlo. El gobierno de EE.UU. tiene un borrador de una estrategia nacional para integrar la medición del capital natural dentro del sistema de estadística económica del país. Las Naciones Unidas adopta el Sistema de Contabilidad Económica Ambiental (Environmental Economic Accounting) y la Unión Europea está liderando una iniciativa para la contabilización del capital natural a través de “Beyond GDP Initiative”. Finalmente, se está formalizando la iniciativa TNFD (Taskforce on Nature-related Financial Disclosures) donde se espera tener un marco de referencia a septiembre de 2023.
Mientras el mercado llega a un consenso en la forma de contabilizar el capital natural, desde las organizaciones se debe continuar con los compromisos que ayuden a minimizar los impactos de la biodiversidad, generando iniciativas reales e impulsando innovaciones que apoyen un desarrollo integral de las sociedades. Desde BNP Paribas creemos en esto, por eso somos parte del Global Fund for Coral Reefs donde aportamos con Equity a este proyecto público-privado que busca apoyar la conservación directa e indirecta del ecosistema.
Finalmente, debemos recordar que el mundo globalizado no está sólo conectado por el comercio y el transporte, sino también en la interdependencia que tenemos. Hay un vínculo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y valorar adecuadamente el capital natural que compartimos por eso su valor económico es de gran importancia mirando hacia el futuro.
Por: María Camila Bernal*
*La autora es Vice President Head of Sustainable Finance and ESG Hispanic Latam de BNP Paribas
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